La alianza de consejeros delegados, nacida hace seis años en la cumbre de Davos, organizada y fundada por el WEF, han emitido un comunicado conjunto en nombre de sus 90 multinacionales en el que instan a las siete economías más industrializadas del planeta -cuyos gobiernos lideran las más ambiciosas agendas de sostenibilidad en cumplimiento de los Acuerdos de París de 2015- para acelerar con mayor celeridad la transición energética y certificar así la reducción, a la mitad, de los gases de efecto invernadero en 2030 y las emisiones netas cero de CO2 a la atmósfera en 2050. En la carta oficial, la Alianza de Líderes Climáticos reclama al G-7, tras su reciente reunión en suelo británico, acometer “cambios drásticos y transcendentales” en la transición energética. Porque, en caso de “no tomar medidas de mitigación contra el cambio climático más ambiciosas [que las estipuladas en sus Green New Deals] el PIB global podría contraerse en un 18% en las próximas tres décadas”.
Entre los signatarios, se incluyen a los consejeros delegados de BASF, Bayer, Enel, ENGIE, ING, IKEA, Swiss RE, Unilever o BBVA. Precisamente desde la entidad bancaria española se hace mención expresa a que este club corporativo da empleo a más de 7 millones de personas en 21 países de todo el mundo, acaparan 6 billones de capitalización bursátil -similar al PIB de Japón, la tercera economía global- y obtienen unas ventas anuales de 2,4 billones de dólares, cifra que guarda parangón con el tamaño del PIB de Francia, el sexto del planeta. En la misiva, además, la alianza calcula que, de imponerse acciones concertadas y contundentes para producir energía verde, se crearán 18 millones de nuevos puestos de trabajo hasta 2030 y se protegerán otros 1,2 millones que están directamente amenazados por riesgos medioambientales y relacionados con la salud, citando las recientes investigaciones de la Iniciativa de Naciones Unidas contra la Acción del clima. “Las compañías, pero también los gobiernos, deben alinear sus compromisos económicos y energéticos con los análisis científicos”, trasladan al G-7.
La maniobra del club no solo pretende concienciar a las siete mayores economías en un asunto que no protagonizó precisamente la agenda de su cita en Reino Unido de mediados de junio, en la que los riesgos geoestratégicos, comerciales -por las subidas arancelarias de los últimos años- la relación con China o la recuperación económica coparon las negociaciones. A la espera de los pormenores de la política medioambiental de EEUU que ultima la Casa Blanca. Sino que busca perfilar cotas más ambiciosas y una acción concertada global de mayor calado de cara a la cita climática de noviembre en Glasgow, la COP 26.
Dominic Waughray, director gerente del WEF en materia climática y coordinador de la alianza, precisa que la reacción de los consejeros delegados revela a los dirigentes mundiales la imperiosa necesidad del sector privado por conocer las metas y trayecto de una hoja de ruta efectivo y global con el que tomar “iniciativas de mercado” para sus compañías. Entre las que solicitan la supresión del sistema de subsidios que se mantienen sobre la industria de combustibles fósiles y el establecimiento de un mecanismo de precios que impidan que se dispare el coste de las emisiones de CO2. Y, sin pedir expresamente una cota fija, se declaran partidarios de poner en liza un modelo de fluctuación controlada que haga oscilar el precio entre los 50 y los 100 dólares por tonelada métrica de carbón hasta 2030.
La lucha contra el cambio climático requiere de unos instrumentos internacionales que ayuden a confeccionar un auténtico mercado energético global. Desafío que pasa por establecer costes estables. Como la exigencia que el G-7 hizo, una vez más, a la OPEP+ sobre el precio del barril de crudo en el mercado que sostiene gran parte de los carburantes fósiles. La lista de peticiones de la alianza del WEF y de sus compañías asociadas incluye la compilación de todos los negocios de industrias y sectores para establecer objetivos creíbles de descarbonización, rebajar el nivel de riesgos colectivamente y perfilar una hoja de ruta de oportunidades empresariales bajo una economía global de bajas emisiones hasta 2030. Eliminación de los subsidios a combustibles de origen fósil.
Recortes tarifarios a bienes y servicios conciliadores con la sostenibilidad. Aumento de las inversiones en innovación tecnológica en los segmentos productivos intensivos en el uso de energía de carbón. Recursos para la adaptación de los patrones de crecimiento a las energías verdes, con medidas específicas destinadas a la nueva construcción o a la modernización de infraestructuras y redes energéticas y de transporte. Respaldo global a la prohibición de planes de deforestación e iniciativas paralelas de regeneración de modelos productivos agrícolas que se adecúen a los objetivos sostenibles. Superar la etapa del carbón. Impulsar transportes de baja emisión de CO2 y trasladar este reto a la electrificación. Y estimular las finanzas verdes. Junto a estrategias de reducción del consumo de agua y la restauración de la biodiversidad natural.
Rich Lesser, CEO de Boston Consulting Group y director de la alianza, explica el telón de fondo de sus reivindicaciones: “conseguir superar las barreras nacionales que impiden compromisos más acordes con la realidad del avance del cambio climático y la necesidad de amoldar los retos y los tempos a las investigaciones científicas”, desde las que se exigen mecanismos, normas y un calendario más metódico y preciso para alcanzar los objetivos de los Acuerdos de París.
También Feike Sijbesma, presidente honorífico de Royal DSM y cofundador del foro de Líderes Climáticos, incide en que la misiva es fruto de una larga y deliberada discusión interna entre sus integrantes con la que quieren dejar constancia de que la comunidad empresarial debe adquirir y expandir, en una voz única y coral, la trascendencia del tránsito hacia el ciclo de negocios post-Covid en el orden ecológico: “No podemos permanecer en licencio. Necesitamos mostrar a todo el mundo que respaldamos acciones medioambientales rigurosas. No responde a una acción voluntaria, sino a un tacticismo colectivo, consensuado y predeterminado”.
Waughray espera que, antes de la celebración de la cumbre climática de Glasgow, el grupo supere las 150 multinacionales. “La restauración de las cadenas de valor, deterioradas por efecto del Covid-19 en el último año, hace que seamos optimistas sobre la capacidad de influencia que la alianza puede provocar en otras multinacionales y sectores productivos sensibles a las necesidades de un cambio de paradigma en el terreno medioambiental”.