En concreto, Bankinter presentó sus cuentas el pasado 22 de octubre y desde entonces se deja un 8,45% en el Ibex 35, lo mismo que Banco Santander que cede un 3,6% desde que presentó sus cuentas el martes y Bankia un 2,4% desde el miércoles cuando presentó sus cifras del tercer trimestre del año.
“Estamos viendo que los dos valores bancarios, tanto Banco Santander como BBVA, les está pasando factura su propia exposición internacional. En el caso del Santander por la caída del real brasileño y, en el caso de BBVA, por su exposición a México y la lira Turca, que se ha ido a mínimos históricos. Me da la impresión de que el sector bancario y en especial estos dos valores tendrán una losa encima no sólo por la caída de rentabilidad que estamos viendo en todo el sector sino porque nos enfrentamos a un 2021 con unos incrementos de mora esperados muy peligrosos. No así la solvencia, pero en un momento dado, si la mora se disparase, alguno de los valores del sector bancario podría tener problemas”, explica el analista independiente Álvaro Climent en una reciente entrevista en Estrategias de Inversión.
Los inversores no ven catalizadores positivos en la banca a corto plazo, más allá de las posibles fusiones que puedan darse en el sector como es el caso de la ya anunciada de Bankia y Caixabank y la que estudian Liberbank y Unicaja. Fuera de nuestras fronteras ha sonado la del italiano BPM con la entidad francesa Crédit Agricole, UniCredit con Monte dei Paschi o Deutsche Bank y UBS, aunque sin grandes avances.
No ven valor principalmente porque la banca con la perspectiva de tipos de interés bajos durante los próximos años es incapaz de ofrecer una rentabilidad sobre el capital invertido atractiva a los inversores, lo que se conoce en la jerga como ROE. Con un ROE por debajo del 10%, como buscaban el Banco de España o el Banco Central Europeo (BCE) antes de la pandemia, es imposible que el mercado apueste claramente por una tendencia sostenible de subidas en las acciones de las entidades financieras.
La competencia de las ‘fintech’ y los ‘neobancos’ digitales también aprieta. Cuestiones estas que no son para nada nuevas, aunque el factor ‘Covid-19’ sí que es novedoso e incrementa las debilidades de la banca debido a las quiebras empresariales, las posibles reestructuraciones financieras y la morosidad de las hipotecas si el desempleo se incrementa. El ciclo no es halagüeño y si la pandemia continúa y se recrudece peor para la banca.
“El optimismo y la mejora en las previsiones económicas realizadas en septiembre por parte del BCE se han quedado obsoletas y es creciente la probabilidad de una nueva contracción en el PIB en el último trimestre que daría paso a la temida “W”. Un contexto de actividad baja que se traslada a unos precios que continúan retrocediendo o consolidándose en terreno negativo: el IPC general adelantado de octubre se espera que se mantenga en el -0,3% en términos interanuales y que el crecimiento en el IPC subyacente se reduzca dos décimas hasta el +0,2%”, indica el director de análisis de Estrategias de Inversión, Luis Francisco Ruiz.
Mientras la macroeconómica no mejore es muy complicado que la banca logre atraer dinero comprador. A corto plazo, los minoristas pueden intentar desprenderse de acciones de los bancos en momentos puntuales de rebotes con el objetivo de que las minusvalías no emborronen la rentabilidad de su cartera de acciones, porque de lo contrario sólo queda aguantar el ‘chaparrón’.
De momento, el BCE ha prohibido a las entidades pagar dividendo en efectivo a las entidades, por lo que tampoco se puede esperar a que el dividendo compense las caídas de la bolsa. Algunas entidades como Banco Santander o Unicaja Banco esperan poder pagarlo en 2021, algo que si la pandemia no mejora es poco probable que ocurra.
Mientras la tormenta no escampe los bancos intentarán repetir estrategias del pasado como el recorte de plantillas -Santander acaba de anunciar un ERE de 3.000 empleados-, el aumento de las comisiones o la venta de productos con mayor margen como las hipotecas fijas. El euribor está en mínimos de los últimos cinco años (-0,415 en septiembre) y si la inflación no repunta, que no tiene pinta de que lo vaya a hacer, las hipotecas a tipo variable son un buen aliado para los hipotecados, o al menos, en el corto plazo.