El índice de confianza del consumidor y el indicador de expectativas a corto plazo han caído hasta los 98.3 y 72.9 puntos respectivamente, lo que ha puesto en alerta a los analistas de Wall Street, ya que el primero ha sufrido su mayor caída desde la pandemia del COVID.19.
Los analistas han señalado que la caída del primero refleja un creciente pesimismo sobre las condiciones económicas en Estados Unidos en el futuro. Con la inflación y el potencial impacto de la Guerra Comercial como principales catalizadores exacerbados por la política arancelaria de Donald Trump.
Con respecto al segundo, si permanece demasiado tiempo debajo de los 80 puntos podría anticipar una recesión.
Las ventas minoristas han caído un 0.9%, lo que también refleja la inestabilidad presente en torno a las políticas que podría tomar Donald Trump en su segundo mandato.
Sin olvidar los despidos masivos en las entidades gubernamentales y las tensiones comerciales que agregan mayor temor entre los inversores.
Los analistas también están atentos a las próximas medidas que se tomen desde la Reserva Federal.
Por otro lado, los inversores ven una mayor rentabilidad en los bonos del Tesoro a 10 años que en la renta variable de Wall Street.
El S&P 500 ha subido un 1.2% en lo que vamos del año, mientras el bono ha subido un 5.6%. Este escenario no lo veíamos desde el estallido de la burbuja de las puntocom.
Según datos de Bloomberg, el bono tiene una rentabilidad del 4.29%, frente al 3.72% que ofrecen el S&P 500 en los próximos 12 meses.
Los expertos señalan que este cruce de rendimientos invita a tomar cautela, ya que las valoraciones de la bolsa pueden haber ido demasiado lejos.
Este escenario puede resolverse de tres formas distintas:
- Un aumento fuerte de los beneficios esperados de las acciones que se ajusten al alza de la rentabilidad que ofrece el índice
- Una caída de la rentabilidad de los bonos por el incremento de las compras
- Una caída brusca de la bolsa que ajuste también al alza el beneficio que ofrecen las acciones