Estados Unidos es conocido por su gigantesco presupuesto de defensa, que supera al de cualquier otro país en el mundo. En el presente ejercicio, alcanza los 876.000 millones y se espera crezca hasta los 850.000 millones de dólares proyectado para el año que viene. Cifras que siguen siendo una prioridad nacional, consolidando la posición del país como líder en capacidades militares.

El gasto en defensa equivale aproximadamente al 3,4% del Producto Interno Bruto estadounidense, lo que evidencia el enfoque sostenido en la seguridad nacional. Este porcentaje es considerablemente mayor que el de otras potencias mundiales. Por ejemplo, China, el segundo país con el presupuesto militar más alto, destina alrededor del 1,7% de su PIB a defensa, aunque el tamaño total de su economía es menor.

¿Cómo se distribuye el presupuesto?

El Departamento de Defensa (DoD) es el principal receptor de estos fondos, con asignaciones destinadas a cada rama de las Fuerzas Armadas. En 2025, el desglose será el siguiente:


•    Ejército: 185.800 millones de dólares.

•    Fuerza Aérea y Fuerza Espacial: 386.300 millones de dólares.

•    Armada y Cuerpo de Marines: 257.600 millones de dólares.

Además, una porción significativa del presupuesto cubre proyectos de modernización tecnológica y mantenimiento de equipos. Por ejemplo, Estados Unidos invierte miles de millones en el desarrollo de sistemas avanzados de defensa, como aviones de combate de última generación, armas hipersónicas y capacidades cibernéticas para protegerse de ataques digitales.

Otra parte importante del gasto en defensa se destina al mantenimiento y modernización del arsenal nuclear del país. El Departamento de Energía, responsable de estas operaciones, recibió 30.300 millones de dólares en el año fiscal 2023 para programas relacionados con la seguridad nacional. Estos fondos garantizan que el arsenal nuclear, un pilar estratégico de la defensa estadounidense, se mantenga operativo y actualizado en un mundo donde las amenazas estratégicas son cada vez más complejas.

El compromiso de Estados Unidos con un gasto militar elevado no es reciente. Desde la Guerra Fría, el país ha considerado esencial mantener una postura de defensa robusta para garantizar su seguridad y la de sus aliados. Durante el conflicto con la Unión Soviética, los presupuestos militares alcanzaron picos históricos, y esa tendencia ha continuado en el siglo XXI debido a conflictos en Medio Oriente y, más recientemente, la competencia estratégica con potencias como China y Rusia.

Eventos como los atentados del 11 de septiembre de 2001 reforzaron esta postura. Desde entonces, Estados Unidos ha invertido billones de dólares en la llamada "Guerra contra el Terrorismo", involucrándose en operaciones en Afganistán, Irak y otras regiones inestables.

El impacto del gasto en defensa no se limita al ámbito militar; también tiene un peso significativo en la economía del país. Las industrias relacionadas con la defensa, como la aeroespacial y la tecnológica, se benefician enormemente de estos presupuestos. Miles de empleos dependen de contratos militares, desde la fabricación de vehículos blindados hasta la investigación en inteligencia artificial.

Sin embargo, el peso relativo del cada vez más elevado presupuesto de Defensa estadounidense representa menos porcentaje sobre el PIB americano: desde el cerca de 11,4% en la guerra de Corea hasta el 3% que se proyecta para el año próximo. 

Por otro lado, el nivel de gasto militar también es objeto de críticas. Diversos analistas y grupos civiles argumentan que recursos tan altos podrían redirigirse a otras prioridades nacionales, como la educación, la salud pública o la infraestructura. En un contexto en el que muchas comunidades estadounidenses enfrentan desafíos económicos, el debate sobre la distribución del gasto público se vuelve más intenso.

Estados Unidos en el escenario global

El presupuesto militar de Estados Unidos no solo es enorme en términos absolutos, sino que también domina el panorama global. En 2023, el gasto militar mundial alcanzó los 2,4 billones de dólares, de los cuales Estados Unidos fue responsable de aproximadamente el 37,5%. Este porcentaje destaca la influencia del país en la seguridad internacional y su compromiso con alianzas como la OTAN.

Este liderazgo también plantea preguntas sobre la relación entre el gasto militar y las necesidades estratégicas reales. Algunos expertos sugieren que, mientras el presupuesto estadounidense sigue creciendo, debería enfocarse más en amenazas modernas como el cambio climático, los ciberataques y las pandemias, que podrían requerir una respuesta distinta a la militar tradicional.

Aunque el porcentaje del gasto militar respecto al presupuesto público total ha disminuido con los años, sigue siendo un tema de debate recurrente en la política estadounidense. En 2022, por ejemplo, el gasto en defensa representó el 8,32% del gasto público total, un porcentaje menor que en décadas anteriores. Sin embargo, muchos consideran que esta cifra sigue siendo alta, especialmente en comparación con países de Europa Occidental, que dedican proporciones menores de sus recursos públicos a la defensa.

El gasto militar de Estados Unidos, aunque criticado por algunos, refleja una estrategia de largo plazo para mantener su liderazgo global y garantizar la seguridad nacional. Con un presupuesto que supera los 876.000 millones de dólares anuales, la nación prioriza la modernización tecnológica, la preparación de sus fuerzas armadas y la disuasión de amenazas internacionales.