La coyuntura de mercado es ahora mismo de alto voltaje en los parqués mundiales a la espera de la evolución de la inflación, los tipos de interés y su efecto, más o menos profundo y más o menos devastador en la Main Street la economía de los ciudadanos. Consumo y actividad que se esperan claramente a la baja y que ya está empezando a hacer estragos no solo en la más que castigada Europa, por el efecto ruso en los precios de la energía y de otras materias primas, sino también en Estados Unidos.
Así Intel acaba de reconocer por dos vertientes distintas, que las cosas no van como la compañía querría. Por un lado, su CEO Pat Gelsinger acaba de reconocer en una conferencia tecnológica, que la demanda de semiconductores se está comportando peor de lo esperado. En sus estimaciones o guías del tercer trimestre del año, Intel había previsto que sus ingresos se movieran en una horquilla de entre los 15.000 y los 16.000 millones de dólares frente a los 17.300 logrados en el tercer trimestre del año pasado. Y ahora reconoce que sus ingresos se colocarán en la parte baja del rango apuntado, incluso hasta el cuarto trimestre del presente ejercicio.
En la parte más optimista destaca el consejero delegado de la firma que ahora mismo produce menos volumen frente a la demanda que requiere el mercado, por lo que los inventarios se reducen y necesitarán ser repuestos, lo que augura una mejora de ese crecimiento en la parte final del ejercicio.
En su gráfica de cotización, Intel se mantiene en mínimos interanuales a pesar del rebote tras la caída a plomo, del 7% del pasado martes tras los datos de inflación de agosto en Estados Unidos. Caídas que en los últimos cinco días alcanzan un 4,4%, en el mes se reducen un 18%, un 24% es la caída trimestral y, en lo que va de año, las acciones de Intel retroceden por encima del 43%.
Por el otro nos encontramos con el último movimiento que, según Bloomberg, puede retrasar la salida al mercado de su filial de conducción autónoma Mobileye. De hecho, en la esperada OPV, oferta Pública de Venta de acciones de la compañía, se espera que valore a la baja a la empresa, por debajo de los 30.000 millones de dólares, cuando la potencialidad de la empresa apuntaba incluso a los 50.000 millones. Además, la situación actual de mercado podría invitar a Intel a retrasar su salida a cotización en Wall Street.
Ahora la idea es capitalizar desde la cúpula de Intel el negocio que compraron en 2017 a una compañía israelí. La idea es que, si el sector tecnológico se recuperara en los próximos meses, la OVP incluso podría tener lugar este año, aunque las expectativas no son nada favorables. De lo contrario, se retrasará en su puesta en marcha.
En cuanto a recomendaciones para el valor, desde Tipranks vemos que el precio objetivo del valor se coloca en los 38,55 dólares por acción con un potencial alcista del 31,6%. Mientras que de los 30 analistas que siguen el valor 4 optan por comprar, 17 por mantener y 9 por vender sus acciones en el mercado, con consejo medio de mantener en cartera.
A esto hay que unir las últimas llegadas al mercado. Por ejemplo, la de Deutsche Bank que ha reducido hasta los 35 euros desde los 38 anteriores su precio objetivo reduciendo su margen de mejora potencial en el mercado.
También es el caso de Bernstein que va incluso más allá. Coloca en infraponderar la recomendación sobre el valor con un precio objetivo de 30 dólares que se encuentra incluso por debajo de su cotización en el mercado. Su analista Stacy Rasgon considera que, dado que los consumidores anticipan recesión, el ciclo de los chips habría alcanzado su punto más alto. Considera que es un valor en el que no hay que estar con palabras tan descriptivas como “aléjate de Intel”.
Por cierto, que Intel acaba de iniciar las obras de Silicon Heartland en Ohio donde va a construir dos de las fábricas de chips más avanzadas del mundo, con el apoyo del gobernador del Estado y del presidente de Estados Unidos, Joe Biden que desde la Casa Blanca presionó para que Intel dejara de lado la construcción de una nueva planta de semiconductores en China.