En las primeras semanas del año advertíamos de los efectos que el “reflation trade” empezaba a tener sobre el comportamiento de las rentabilidades de la deuda pública, especialmente significativos en el caso del bono a 10 años americano, la referencia libre de riesgo global.
El Informe de Invierno de la Comisión Europea publicado esta semana no presenta muchas novedades, más allá de una ligera mejora en el dato de actividad para la región de 2020 (-6,8% frente al -7,8%) y en las previsiones de 2022 (3,8% frente al 3,0%) que se ven compensadas por un empeoramiento de los pronósticos para este año (3,8% frente al 4,2%).
En la última semana, el IPC general en la UEM ha registrado un incremento del 0,9%, la mayor subida desde 1990. La inflación subyacente, por su parte, se eleva hasta el 1,4%, su máximo nivel desde noviembre de 2015. Los datos devuelven a ambos indicadores a valores prepandemia.
Hace un año escribíamos lo siguiente ante las primeras noticias procedentes de Wuhan: “ya tenemos otro foco de riesgo abierto, con la propagación de un virus en China que recuerda al brote de epidemia SARS que se produjo a principios del año 2003. Hay que recordar que este tipo de crisis sanitarias tienen efecto en la economía a través de dos canales: i) los movimientos de bienes, servicios y personas; y ii) las expectativas y su influencia en las decisiones de inversión, ahorro y consumo. Las pérdidas asociadas al SARS se estimaron, en su momento, en torno a 40 m.m. de dólares o el 0,1% del crecimiento mundial”.
El año de la pandemia puede dar paso al año de la gran divergencia si no se logra que las políticas económicas sean capaces de reducir las asimetrías en los efectos de la crisis.
El año 2020 constituyó una anomalía en el comportamiento del ciclo económico. Sin solución de continuidad experimentamos la recesión económica más intensa y corta de las últimas décadas, la mayor respuesta de política económica de la historia y una recuperación sin parangón de los mercados financieros tras la abrupta corrección inicial de febrero y marzo.
El dólar ha experimentado a largo de este año un proceso de debilitamiento frente a prácticamente todas las divisas, incluyendo una depreciación acumulada del 8,5% frente al euro. Detrás de la pérdida de valor del billete verde se encuentra el estrechamiento del diferencial de tipos de interés, una vez que la FED decidió utilizar todo el margen de política monetaria con el que contaba en febrero para luchar contra la pandemia.
Las noticias de las últimas semanas han activado la apuesta de los inversores por la reflación, lo que se ha reflejado tanto en el precio de las compañías en los mercados de valores, especialmente de aquellas más ligadas al ciclo, como en un incremento de la pendiente de la curva de tipos de interés.
El resultado de las elecciones americanas ha vuelto a constituir una sorpresa, como ya lo fue el referéndum del Brexit, poniendo de manifiesto el riesgo que supone tomar decisiones de inversión basadas en las encuestas. En las últimas semanas se había puesto de moda el “reflation trade”, anticipando una contundente victoria demócrata que hubiese llevado al partido azul a ganar la presidencia y controlar las dos cámaras y, por tanto, a poner en marcha importantes programas de gasto público con efectos al alza en crecimiento, inflación y déficit estructural.
El resultado de las elecciones americanas ha vuelto a constituir una sorpresa, como ya lo fue el referéndum del Brexit, poniendo de manifiesto el riesgo que supone tomar decisiones de inversión basadas en las encuestas.