Nunca nos cansamos de decir que nada está escrito en piedra en los mercados financieros. El mejor y mayor botón de muestra es lo que está pasando ahora mismo en las bolsas europeas en general y en particular, con las gafas de cerca, si miramos al recorrido desde que comenzara el año de nuestro IBEX 35 con esa subida del 12,12% en lo que llevamos de 2023, que hubieran firmado la gran mayoría de los inversores.
Un periodo, en el que se nos indicaba que solo sería el momento de los bonos, para llegar a una segunda parte del ejercicio donde las acciones ganarían fuelle. De hecho, todas menos Iberdrola ya lo ganan dentro del Ibex y hasta 16 incluso, a doble dígito, mientras 14 le ganan la partida además al selectivo español.
Pero lo que ha pasado en prácticamente un mes y un día, no compone el ejercicio, ni tan siquiera un primer trimestre del año en el que tienen que pasar innumerables cosas, incluso peores de las programadas. Pero lo que sí es cierto es que, de momento, parece que la recesión europea, aunque sea por la mínima, décima a décima, de crecimiento positivo por los pelos en cada trimestre, se queda atrás. Una buena noticia, mientras se reduce la inflación, aunque sin la fuerza deseada por los bancos centrales y requerida por los ciudadanos, que nos dejamos los ahorros entre lo que suben las hipotecas y la compra diaria.
A pesar de ello, y por supuesto olvidando el al final buen cierre en crecimiento del pasado ejercicio, ahora sí que hemos de hacer borrón y cuenta nueva para un 2023 donde el crecimiento será muy pero que muy limitado. De momento el Gobierno mantiene su previsión de crecimiento del 2,1% para el presente ejercicio, aunque sigue pensando que uno de los principales retos sigue siendo la inflación, algo en lo que todos sin duda estaremos de acuerdo.
Todos esperamos que se cumpla esa estimación, pero nadie, al menos ahora mismo, apuesta por ella. De momento el Banco de España se decanta, según las últimas declaraciones de Margarita Delgado, la número dos de la institución, por el dinamismo creciente que va a recobrar nuestra economía en primavera, siempre con los tipos y los precios de consumo como las grandes amenazas a las que enfrentarse.
Y en datos contantes y sonantes, los últimos pasan, por ejemplo, por las expectativas del Fondo Monetario Internacional con el que podemos ver el vaso español medido lleno y medio vacío.
Por un lado, nos convierte en la única economía entre las grandes a las que recorta las previsiones de crecimiento para este y el próximo ejercicio, pero a eso se une también que seremos la economía que más crecerá frente a la media de la eurozona. Y ambas cosas son ciertas.
Con las cifras que vemos en el cuadro creceremos, según el FMI, un 1,1% en 2023 y un 2,4% en 2024 y superaremos a los socios comunitarios de media. Y la verdad es que ganaremos de calle, si eso se cumple a una Alemania que solo tendrá un PIB de una décima, de 6 Italia y de 7 Francia en este 2023. Y lo mismo ocurre en 2024.
Mientras desde Funcas, en cuyo Panel se recoge lo más granado y variopinto de las opiniones más significativas de los servicios de estudios españoles, la media de crecimiento es del 1,3%, superior a lo que espera el FMI e incluso por encima, en dos décimas de lo que se esperaba en el panel anterior. Con mejor tono en la segunda parte del año. Y todo gracias a lo que produzcamos y consumamos en el interior, porque será la demanda nacional la que tire completamente de la economía española, en especial, el consumo público.
Y, desde Mapfre Economics, su servicio de estudios, la estimación es que, en este 2023 crezcamos un 1%, aunque con una pequeña contracción que espera en el primer trimestre del año. La parte buena es que ese 1% global para todo el ejercicio significa que el crecimiento será cuatro décimas por de lo que esperaban en octubre, con lo que el panorama ha mejorado.
También esperan que la aceleración de la economía nos lleve a crecer un 2,1% el año que viene y descartan recesión. Destacan que el saldo final de crecimiento en este año dependerá, sobre todo, del efecto de la inflación sobre el consumo. Y destaca la fuerte subida, tanto del coste de la vivienda como de la alimentación, que está pasando una elevada factura a las clases medias.