Trump ha vuelto, y no precisamente con discreción. El pasado 2 de abril anunció una guerra comercial total, fiel a su estilo de bulldozer con megáfono. Apenas el mundo empezaba a digerir esa declaración, sorprendió con un segundo movimiento: una congelación temporal de 90 días en la aplicación de parte de los aranceles para varios países. Lo que podría parecer un gesto conciliador es, en realidad, una pausa táctica. No se trata de una retirada, sino de una advertencia estratégica. Una maniobra que busca ganar tiempo sin perder presión y sin sutileza alguna. Como el mismo Trump resumió con su inconfundible tono: “kiss my ass

Este nuevo episodio de tensiones comerciales ha reavivado temores de una recesión, esta vez con un matiz particular: podría originarse desde el lado de la oferta, con interrupciones en cadenas de suministro, encarecimiento de importaciones y freno al consumo. En este entorno, donde la incertidumbre se convierte en norma, los inversores vuelven la mirada hacia estrategias más defensivas, capaces de generar ingresos estables y mitigar la volatilidad. Es ahí donde la inversión en compañías sólidas con dividendos sostenibles puede ser una opción sensata para los próximos años. Jarrid Klug, gestor del fondo DWS Top Dividend, destaca que este tipo de inversión no solo aporta flujo de caja periódico, sino que históricamente ha mostrado una menor volatilidad que el conjunto del mercado de renta variable. En momentos donde la visibilidad económica es reducida, tener una base de ingresos recurrentes puede marcar la diferencia en las carteras.

Y mientras los mercados calibran el impacto de los aranceles, otro dato aparentemente menor ha encendido nuevas expectativas: la inflación en EEUU fue una décima inferior a lo previsto. Aunque parezca irrelevante, tiene implicaciones mayúsculas. Si los precios continúan moderándose, la Reserva Federal podría encontrar margen para bajar los tipos de interés, lo que aliviaría significativamente el coste de financiación del Estado. Con una deuda pública que supera el 124% del PIB, cada cuarto de punto de recorte representa más de 23.000 millones de dólares en ahorro anual. Para Trump, es una victoria silenciosa: no necesita subir nada, solo dejar que la inflación baje. El ahorro potencial, si se encadenaran cuatro recortes este año, rondaría los 100.000 millones. Una cifra que redefine la maniobra: Una décima menos de inflación. Mil millones más para Trump.

Este panorama de precios (aún altos), política monetaria incierta y comercio tensionado no solo afecta a los gobiernos: también deja su huella en sectores clave como el consumo, uno de los más sensibles a los cambios de clima económico y que se ha visto afectado en este inicio de 2025. Sin embargo, pese a un inicio de año complejo, este sector también puede jugar un papel central en la recuperación de las carteras. Victoria Torre (Self Bank), Silvia Merino (Fidelity International) y Patricia López (GAM Investments) coinciden en que, con una diversificación adecuada, el consumo puede ofrecer oportunidades atractivas y defensivas, especialmente en empresas con modelos sólidos y capacidad de adaptación a las nuevas reglas del comercio global.

Con los mercados aún buscando equilibrio, otra clase de activos comienza a brillar con luz propia: las infraestructuras cotizadas. Más allá de los vaivenes bursátiles, se trata de activos físicos y esenciales —autopistas, redes eléctricas, aeropuertos, sistemas de agua— que ofrecen ingresos estables y previsibles a largo plazo. El fondo Lazard Global Listed Infrastructure permite a los inversores acceder a este universo desde una gestión activa y basada en valor. Frente a sectores más volátiles como el tecnológico, las infraestructuras destacan por su capacidad de resistencia y su protección natural contra la inflación, gracias a marcos regulatorios estables o concesiones a largo plazo.

En paralelo, el sector inmobiliario resurge como una oportunidad que muchos aún subestiman. Aunque menos líquido, el Real Estate tiende a ser menos volátil y más resiliente frente a las tensiones comerciales y monetarias. Además, las valoraciones en ciertos países y segmentos se han ajustado, abriendo la puerta a nuevas oportunidades. Sebastien Senegas, responsable de Rothschild para España y Portugal, señala cómo las tendencias emergentes —como la logística urbana o la transición energética— están redefiniendo el papel del inmobiliario en las carteras. Y el auge de la deuda inmobiliaria refuerza aún más su atractivo como componente estratégico en 2025.

Finalmente, en un mundo cada vez más interconectado y digitalizado, no podemos hablar de estabilidad sin mencionar la ciberseguridad. En un entorno donde las amenazas digitales crecen exponencialmente, proteger los activos tecnológicos se convierte en prioridad… y también en oportunidad. Erik Swords, gestor del fondo Allianz Cyber Security, subraya cómo el sector ha evolucionado desde soluciones locales hasta infraestructuras basadas en la nube, dando paso a empresas con modelos innovadores, preparados para liderar el futuro. Para muchos inversores, este ámbito se perfila como uno de los pilares de crecimiento y resiliencia a largo plazo.

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