Hedge funds y lucha contra el cambio climático son términos que nos suelen asociarse en los mercados. Más bien al contrario, su correlación dialéctica suele ser sinónimo de antagonismo. Pero algo está cambiando en las plazas financieras. Y, quizás, uno de los botones de muestra más visibles sea el viraje estratégico del que ha sido considerado el fondo de inversión de alto riesgo más rentable de 2019. TCI Fund Management, la firma del magnate británico Chris Hohn, ha decidido colocar sus 30.000 millones de dólares de activos en carteras de capital de empresas con planes estratégicos contundentes en el combate contra la catástrofe climática. O, lo que es lo mismo, radicales y comprometidas al máximo en su alineación con la neutralidad energética y la fidelización hacia proyectos ecológicos que permitan acabar con las emisiones de CO2 a la atmósfera. Hohn ha impuesto el criterio de permisividad cero contra la polución. Una táctica que, en contra de las leyes de rentabilidad, ha otorgado a TCI pingües beneficios. Hasta 8.400 millones de dólares de ingresos el pasado ejercicio.

Hohn, además, parece predicar con el ejemplo. Después de dejar una estela de duros procesos de reestructuración de empresas, de remover a directivos de las compañías adquiridas por su fondo de inversión, sobre todo tras la crisis de 2008, de alcanzar dolorosos acuerdos de fusiones y adquisiciones y de acometer litigios judiciales por gran parte de las latitudes del planeta en las que ha operado su trayectoria inversora. Pero, ahora, alerta a las firmas en las que coloca sus carteras de capital que o asumen activos verdes y emprenden proyectos favorables al combate contra el cambio climático, o abandona sus consejos de administración y cancela sus paquetes accionariales. Hohn se siente partícipe de esta cruzada y ha donado 260.000 dólares a Extinction Rebellion, un movimiento que ha bloqueado las arterias de acceso a Londres en varias ocasiones y que hacen bandera contra las aerolíneas y su alto componente contaminante por el uso del queroseno en los vuelos regulares comerciales. “En la guerra contra los combustibles fósiles, no puedes seleccionar a tus propios aliados”, escribe Jeremy Grantham, cofundador de GMU, una gestora de fondos con sede en Boston y un legendario combatiente contra las inversiones de compañías que eluden la economía verde. Y Hohn “ha mostrado que puede tener un impacto de alto voltaje sobre las empresas con múltiples armas de persuasión inversora”, explica en una información en Business Insider.


En defensa de las inversiones sostenibles

Hohn, de 53 años, y más de 2.000 millones de dólares de patrimonio personal, reconoce que su nuevo posicionamiento inversor ha convulsionado el mercado, pero que es una estrategia sin marcha atrás porque él mismo ha ignorado “durante demasiado tiempo” una crisis de dimensión planetaria. De ahí que haya hecho un llamamiento sin paliativos a que accionistas e inversores eludan a los gestores de activos que no presionen a las compañías para que reduzcan, primero, y anulen, después, sus huellas de carbonización. También a los bancos, a los que insta a frenar tajantemente sus líneas crediticias a las empresas negacionistas del cambio climático.  

Hedge Fund activistas con el cambio climático

El salto hacia la economía verde de TCI ha sido emblemático. No sólo por la crudeza de la línea argumental de sus inversiones -y del propio Hohn-, sino por el contraste respecto a sus carteras recientes. Ha situado sus activos en productores de carbón en India e, incluso, en la actualidad, mantiene aún acciones en varias líneas ferroviarias que emplean -y queman- toneladas de diesel y en petroleras que transportan oro negro -también petróleo sucio o oil sands- una de las fuentes más contaminantes. Motivo que lleva a Jacob Schmidt, CEO de Schmidt Research Partners, a poner su estrategia en una difícil balanza: “En un lado, están sus inversiones verdes, pero en el otro plato de la misma no acaba de sacar todo su capital de empresas emisora de gases de efecto invernadero”. “La cuestión -matiza- es hasta qué punto su compromiso sigue en realidad a sus principios”. Hohn admite que es más productivo aún seguir al lado de compañías que mantienen sus negocios en combustibles fósiles que ignorarlas. Pero en su debe conviene señalar que envió una carta a los responsables de 17 de las empresas en las que TCI tiene intereses accionariales con instrucciones precisas para acabar con sus divisiones contaminantes. Y les advirtió de que votarán en contra de cualquier iniciativa directiva que no persiga la causa de preservación del medio ambiente. Al igual que se opondría a la labor auditora que no recoja informes críticos con las empresas sobre los “riesgos materiales” que comporta las emisiones en el clima.

Una de estas misivas fue dirigida a Ferrovial, el grupo de infraestructuras que gestiona, entre otras actividades, aeropuertos, como el londinense de Heathrow. En la que valoraba de manera positiva los avances hacia la descarbonización del conglomerado español y, en concreto, su meta de reducir a casi la tercera parte sus emisiones para 2030, pero en la que también alertaba a los ejecutivos de la compañía de que este objetivo podría ser más ambicioso y les instaba a apoyar medidas como un impuesto al carbón y un mandato claro para fomentar entre las líneas aéreas la utilización de combustibles verdes en un futuro próximo. También espetó a la Canadian Pacific Railway, donde es el accionista mayoritario con el 8% de las participaciones, a que ideen un plan estratégico “creíble y público” para reducir sus emisiones y adherirse a los objetivos de energía eficiente.   

La visión inversora de Hohn empieza a ampliar su mira telescópica. Porque Larry Fink, CEO de BlackRock, la mayor firma de inversión del mundo, con 7,4 billones de dólares en activos, se ha unido a la cruzada climática. Al menos, sobre el papel. Fink acaba de definir el cambio climático como el “factor más decisivo y determinante” de las perspectivas de capital a largo plazo en las compañías de todo el mundo y ha dado orden de que BalckRock tenga en cuenta los altos riesgos contra la sostenibilidad de los planes empresariales que apuesten por energías contaminantes.