“China no puede convertirse en un gigante industrial en el siglo XXI. Su población es demasiado grande y su producto interior bruto demasiado pequeño”. Así de tajante se mostraba la revista Time en su número especial Beyond 2000. Dos décadas después, estas palabras han demostrado estar completamente equivocadas, obligando a EEUU a ‘ponerse las pilas’ para no perder su liderazgo.
Por lo pronto, China ya ha desplazado a EEUU como principal fabricante de alta tecnología del mundo, produciendo 250 millones de ordenadores, 25 millones de automóviles y 1.500 millones de smartphones en 2020. Pero más allá de convertirse en una potencia manufacturera, “China se ha convertido en un serio competidor en las tecnologías fundamentales del siglo XXI: inteligencia artificial (IA), 5G, ciencia de la información cuántica (QIS), semiconductores, biotecnología y energía verde. En algunas carreras, ya se ha convertido en el número 1. En otras, según la trayectoria actual, superará a EEUU en la próxima década”, de acuerdo con un informe del Centro Belfer, vinculado a la Universidad de Harvard.
“Es difícil saber si EEUU será capaz de revertir esta tendencia”, señala Jaime Gea, relationship manager de Invesco, si bien “sí parece claro es que al menos el ritmo de reducción de la diferencia entre ellos se ha moderado”. “Las medidas introducidas por la Administración Trump e imitadas después por otros países como Reino Unido, Japón o Australia, que limitan las transferencias tecnológicas hacia empresas chinas, han conseguido dificultar el avance del gigante asiático”. Además, “China se enfrenta también a un nuevo escenario de menor crecimiento, lo que puede provocar una mayor atención estatal hacia otros sectores económicos”.
La IA y el 5G, principales campos de batalla
Uno de los campos en los que China ya aventaja a EEUU es la inteligencia artificial (IA). “China lleva invirtiendo fuertemente en el desarrollo de aplicaciones de esta tecnología desde 2017, cuando puso en marcha un plan nacional, que consiste fundamentalmente en invertir miles de millones en las universidades punteras de China”, destaca el experto de Invesco. Según la Universidad de Stanford, en la última década en China se han publicado unos 240.000 trabajos de investigación sobre inteligencia artificial, un 60% más que en EEUU.
La IA promete convertirse en uno de los principales campos de batalla entre las dos potencias. Tal y como detalla Gea, “se trata de una tecnología que puede cambiar el mundo como lo conocemos y podemos estar seguros de que EEUU pondrá toda la carne en el asador para intentar superar a China”.
Otro buen ejemplo es el desarrollo del 5G, la tecnología que está llamada a revolucionar las telecomunicaciones, con aumentos de hasta cien veces en la velocidad, cincuenta veces en la fiabilidad y diez veces en las conexiones de los dispositivos.
A finales de 2020, China tenía 150 millones de usuarios de 5G, frente a los 6 millones de EEUU; 700.000 estaciones base de 5G, frente a las 50.000 de EEUU; 460 MHz de espectro de banda media con licencia, frente a 70 MHz; y 300 Mbps de velocidad media de 5G, frente a 60 Mbps. De los cinco principales proveedores de equipos de 5G, dos son chinos y ninguno es estadounidense. En las dos últimas décadas, el campeón nacional chino Huawei ha pasado de tener un 0% de cuota de mercado en infraestructuras de telecomunicaciones a convertirse en el principal proveedor mundial de equipos 5G, con un 28% de cuota de mercado, al tiempo que los antiguos campeones nacionales estadounidenses Lucent y Motorola se han desplomado del 25% en el año 2000 al 0% en la actualidad.
“China tiene todos los ingredientes para crear redes 5G a nivel nacional que permitirán que la IA y el Internet de las Cosas lleguen más lejos en la vida cotidiana”, resume el Centro Belfer. “Mientras que en la era del 4G los iPhones de Apple, el sistema operativo Android de Google y las HoloLens de Microsoft conectaban a los usuarios con el ecosistema tecnológico, el 5G está preparado para ser dominado por las redes de Huawei que ofrecen una conectividad omnipresente para los smartphones de Xiaomi, las soluciones de ciudad inteligente de Tencent y los robotaxis de Baidu”.
La computación cuántica pone en jaque la seguridad mundial
En el ámbito de la informática cuántica, la comunicación cuántica y la detección cuántica -tres subcampos importantes de la ciencia de la información cuántica (QIS, por sus siglas en inglés), tradicionalmente liderados por investigadores estadounidenses-, China se está poniendo al día y, en algunos casos, líder.
A día de hoy, el gigante asiático gasta cuatro veces más que EEUU en QIS. No es un tema menor; la ciencia de la información cuántica es un campo que la comunidad científica considera desde hace mucho tiempo como un catalizador potencial de avances revolucionarios que implican grandes cálculos, una comunicación mucho más rápida y mediciones de precisión.
Y también puede suponer un cambio de juego en la seguridad nacional. Amenazas antes consideradas hipotéticas se están haciendo posibles: la capacidad de descifrar la encriptación existente para robar secretos de Estado, la creación de líneas de comunicación totalmente seguras y de sensores tan precisos que podrían liberar a las plataformas operativas de su dependencia de los sistemas de posicionamiento basados en el espacio podrían no estar tan lejos como se pensaba.
No es de extrañar que el rápido ascenso de China haya captado la atención de EEUU. La rivalidad en el ámbito tecnológico entre ambos países es tan patente que incluso el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Bill Burns, reconoce que es “el principal escenario de competencia y rivalidad con China”.
De hecho, por mandato del Congreso se ha puesto en marcha The Special Competitive Studies Project (SCSP), surgido de la Comisión de Seguridad Nacional sobre Inteligencia Artificial (NSCAI). Y el resultado de su primer informe es demoledor: “La República Popular China es el principal oponente ideológico de EEUU, su mayor competidor económico, su par tecnológico más capaz y su rival militar más amenazante. La tecnología es fundamental en todos los aspectos de la competición”, avisa Nadia Schadlow, consejera de la SCSP.
“EEUU necesita una estrategia de centro tecnológico”, añade Ylli Bajraktari, director general del SCSP. “No podemos seguir jugando a ponernos al día como hemos hecho con el 5G y las cadenas de suministro de microelectrónica. EEUU necesita organizarse, hacer apuestas tecnológicas estratégicas, ayudar a dotar de recursos a los sectores y aplicaciones tecnológicas y adaptar nuestras herramientas de seguridad nacional”.
Taiwán: en el centro de la batalla por los semiconductores
Como elemento central de muchas tecnologías cotidianas, incluyendo la IA, los ordenadores o incluso los automóviles, los semiconductores son otro frente de la competencia entre EEUU y China. EEUU conserva el dominio de la industria que ha tenido durante casi medio siglo, pero esta posición se ha visto gradualmente erosionada por la falta de inversión nacional y la creciente competencia extranjera. Así, su cuota de fabricación de semiconductores ha descendido del 37% en 1990 al 12% en la actualidad, mientras que en el mismo período China ha pasado del 1% al 15%.
Pero en el caso de los semiconductores, además, la geopolítica juega un papel más esencial si cabe debido al papel de Taiwán, territorio que reclama China como propio. La isla domina la producción de los chips que alimentan casi todas las tecnologías civiles y militares avanzadas. Eso deja a las economías de EEUU y China extremadamente dependientes de unas fábricas que estarían en primera línea de fuego si finalmente estallase un conflicto bélico. En el centro de todo, Taiwan Semiconductor Manufacturing Company, que lidera la producción mundial de estos chips.
Tanto EEUU como China intentan romper esta dependencia. Washington ha persuadido a TSMC para que abra una fundición en EEUU que fabricará semiconductores avanzados y se está preparando para gastar miles de millones en la reconstrucción de su industria nacional. Beijing también ha incrementado fuertemente la inversión, pero se estima que en este campo va casi una década atrasado respeto a Taiwán.
Europa, un mero espectador
Quién ni está ni se le espera en la batalla por el futuro tecnológico es Europa. “Nos gustaría mucho decir algo diferente, pero lamentablemente somos más un espectador que un jugador activo en el tablero”, reflexiona Jaime Gea sobre el papel que juega el Viejo Continente en la batalla por la innovación. “Persiste el retraso tecnológico de nuestra región; todo el mundo en Europa cree saber cuál es el problema, pero no se aplican las medidas necesarias para resolverlo”.
“Tenemos un verdadero retraso en el desarrollo de las tecnologías de la información, en el que dependemos de otros países. El ejemplo más claro de este retraso es la diferencia que existe entre la oferta de empleo en las TIC y la falta de profesionales cualificados en la mayoría de los estados europeos o la diferencia de inversión en I+D con las naciones punteras en este segmento”.
Y eso que la irrupción del Covid-19 ha supuesto un auténtico cambio de paradigma. “Creemos que a largo plazo la pandemia puede tener un impacto incluso positivo para el sector, ya que muchos países han sido verdaderamente conscientes de lo que significa ser dependiente en una industria clave como la tecnológica”, apunta el experto de Invesco. De hecho, “muchos países han avanzado sus planes de impulsar la producción tecnológica local para reducir su dependencia, lo que puede impulsar las inversiones”.