En los últimos doce meses, el volumen de importación de petróleo se contrajo y pasó de aproximadamente 20.000 millones a 10.000 millones de dólares al mes, si bien las importaciones distintas del oro negro aumentaron de 10.000 millones a 220.000 millones de dólares al mes. El ahorro de petróleo se ha gastado en otras partidas. En cuanto a las exportaciones, el descenso ronda los 5.000 millones de dólares mensuales y refleja principalmente la apreciación del dólar. Si echamos un vistazo a los sectores económicos, el pequeño bache experimentado a principios de este año afectó a los sectores de producción, en contraste con los servicios, que manifestaron un buen comportamiento.
Desde inicios de año, la creación de empleos netos totales acumulados se sitúa en torno a 1,1 millones. Entre ellos, apenas unos 34.000 puestos fueron creados en los sectores de producción, frente a 970.000 en el sector de los servicios privados. La industria minera, que se ve afectada directamente por los precios bajos del petróleo, ha sufrido de forma masiva, seguida de las empresas manufactureras con mayor exposición internacional que el sector de los servicios. La construcción es un sector muy enfocado hacia el mercado interno sobre el que no incide el precio del petróleo, y que sigue creando puestos de trabajo a un ritmo bastante rápido. La misma lógica se aplica al sector de los servicios, que aporta un 90% de los nuevos empleos creados este año.
Los indicadores adelantados cuentan con un argumento similar. Podemos comenzar con el ISM. El índice manufacturero es mucho menor que el no manufacturero, a pesar de que ambos dejan entrever un crecimiento futuro. Los subíndices del ISM también muestran que, en la esfera empresarial, las importaciones están revelando un mejor comportamiento que las exportaciones. Las inversiones también han acusado una enorme distorsión debido al desplome de los precios del petróleo. La inversión es un agregado amplio compuesto de dos tipos: la construcción residencial y la no residencial. En el primer trimestre, la inversión en bienes no residenciales se contrajo en un 2,1% anualizado, debido a que la inversión en la exploración y los pozos del sector minero se redujo en un 55,2%. Sin la inversión en el sector petrolero, la inversión en la construcción no residencial habría crecido un 3,2% anual. Insistimos, una vez más, en que el petróleo es el culpable, en gran parte, de esta contracción.
El consumo del sector privado, la parte más importante del PIB, mejora gracias a la robustez del mercado laboral. El confuso panorama de los ahorros, que ha menoscabado el consumo en los últimos meses, parece haberse despejado y el consumo vuelve a escena, si atendemos al volumen de ventas minoristas y el gasto personal mensual. Según esta última magnitud, el consumo crecerá en un 3,5% anual durante el segundo trimestre. En lo referente a la inflación, mencionamos anteriormente que los precios del petróleo también desempeñan una función importante y aunque permanezcan en los 60 dólares por barril, la inflación aumentaría en torno al 1,3%. La inflación subyacente, la magnitud que sigue de cerca la Fed, no engloba los precios de la alimentación, ni de la energía. Por este motivo, la Fed muestra un gran interés por la subida de los salarios, ya que se considera un requisito previo al aumento de la inflación subyacente. Los datos muestran que los salarios están aumentando a un mayor ritmo que hace un año, lo que también sugiere que los mercados laborales se están acercando al equilibrio.
Estimamos que la Fed contará con indicios suficientes para sustentar la inflación y el crecimiento en septiembre, y poder abrir la puerta a un ciclo alcista de tipos de interés. El impulso de la economía estadounidense muestra solidez, a pesar de las distorsiones que emanan de los precios del petróleo y del billete verde. Sin embargo, cuanto más tiempo se mantengan los precios del petróleo en cotas bajas y el dólar en niveles altos, más dilatada en el tiempo será la expansión de estas distorsiones en el resto de la economía, lo que supondrá una rémora para el crecimiento y la inflación. De igual manera para EEUU, nuestra previsión se mantiene optimista y una devaluación del dólar o un encarecimiento del petróleo espolearán el crecimiento. El principal riesgo estriba en una deceleración real de la economía asiática, lo que traería consigo una endeble actividad manufacturera mundial.