Sea como sea, parece inevitable que el primer semestre de 2023 concluya como uno de los periodos de menor actividad inversora de los últimos años. Bancos y fondos se han rendido al embrujo del ‘esperar y ver’. Entre enero y marzo de este año las entidades financieras han sido especialmente cautelosas a la hora de financiar a los fondos. Tienen liquidez más que suficiente, la subida de tipos ha mejorado sus márgenes y hasta que no vislumbren el final del ascenso de la curva de tipos preferirán mantenerse a la expectativa.
La ebullición de la Bolsa ha activado ese proceso. Además, hay buenas noticias en EEUU, donde el cambio de tendencia en la inflación parece consolidarse. Si ese enfriamiento de los precios alcanza también a Europa, el interés inversor subiría otro par de peldaños. La situación en España sería especialmente propicia, porque ha habido un elevado interés inversor incluso en los meses de mayor sequía. Nuestra economía ha seguido especialmente abierta, con sectores tan dinámicos como la transición energética o las infraestructuras. El segmento del middle market mantiene una competencia elevada, muchos fondos han puesto en valor sus participadas y, en general, todos parecen estar esperando a que se dé el pistoletazo de salida.
Parte de ese parón inversor puede haberse debido a que en los últimos doce meses las previsiones han sido bastante más pesimistas que la realidad. Si hablamos del último medio año, el crecimiento de la mayoría de países europeos ha sido bastante mayor del esperado y los precios de la energía han mejorado de forma destacada. Se extiende la sensación de que la economía empieza a acercarse al último cambio de rasante, detrás del que no habrá otra subida más, sino una amplia perspectiva donde cada fondo podrá buscar sus mejores oportunidades. La mayoría de los Private Equity ya reconocen haber entrado en ese nuevo escenario, aunque también coinciden en que, al menos en lo que queda de año, les tocará seguir siendo extremadamente selectivos.
Todo apunta a que el preparados y listos va a cantarse muy deprisa. Mientras se da la voz de ya y empieza la carrera, casi todos los fondos tienen en mente un pipeline sumamente similar. Interesan en especial aquellas compañías capaces de crecer sin necesidad de fuertes inversiones en capex, y que además sean líderes en su sector bien sea por producto, bien por coste. Es probable que en adelante se invierta menos por sectores determinados y más por oportunidades concretas, lo que permitiría seleccionar mejor y reducir riesgos. Serán factores positivos adicionales que las ventas corporativas estén suficientemente diversificadas, que se use la tecnología de forma diferencial respecto a los clientes finales o a los competidores, y que exista un acreditado potencial para generar nuevas líneas de negocio a través de la innovación.
Parece claro que las recientes buenas sensaciones de la Bolsa han ayudado a consolidar el optimismo. Sin embargo, hay poca confianza en que a medio plazo puedan surgir ventanas de oportunidad y se concrete alguna gran salida a Bolsa. De hecho, el sector parece más inclinado a apurar alguna exclusión más. Puede sonar desalentador, pero desde el propio mercado se reconoce que las ofertas públicas de venta necesitan al menos medio año de maduración, y que al cabo de ese periodo debe existir la convicción de estar en un momento óptimo para cristalizarla. La última semana ha sido, es y seguirá siendo clave para cerrar con éxito una salida a Bolsa. Hasta que no aumente la visibilidad, no parece que nadie esté dispuesto a dar el paso. En el sector se suele decir que ahora mismo solo los demasiado valientes o los demasiado necesitados están en condiciones de darlo
Claro que, al margen de las salidas al parqué, a estas alturas del año la única duda parece ser cuándo será un hecho la reactivación del Private Equity. Los más escépticos parecen dispuestos a seguir esperando pacientemente al menos hasta el primer semestre de 2024. Hay expertos más optimistas, persuadidos de que las buenas noticias podrían acelerarse a partir de septiembre de este año. Hace pocos días tuve ocasión de escuchar al máximo directivo de un banco internacional de inversión. Aseguraba que los septiembres siempre son nuevos, y se mostraba convencido de que el de 2023 va a ser uno de los mejores. Para quienes la imagen de “Septiembre” estaba asociada a la tan memorable como triste canción de Los Enemigos, y ese es mi caso, el vaticinio de ese directivo es especialmente interesante. A día de hoy, casi todo indica que tiene muchas posibilidades de acertar. Ojalá tenga razón.