El mercado y sus agentes tienen cada vez más visión, tanto en las entidades inversoras como en las empresas participadas, sino que también genera mayor demanda de conocimiento. El engagement es cada vez más frecuente y ya es una herramienta habitual para facilitar a las gestoras la supervisión del desempeño ESG en las empresas donde invierten.

Según el estudio publicado por LLYC en marzo de 2024 sobre la inversión sostenible en small caps, con la participación de gestoras de fondos españolas o que invierten en España, la mayor parte de la financiación ESG se focaliza en grandes empresas. No obstante, el 83,5% de las empresas que cotizan en España son pequeñas o muy pequeñas. Para acceder a este selecto club de inversores que deciden con criterios de largo plazo, estas empresas deben trabajar activamente el engagement con gestoras y ratings y la comunicación eficaz de su desempeño.

Factores como la calidad del gobierno corporativo, el hecho de que la compañía cuente con una estrategia de ESG clara y consistente referenciada a estándares reconocibles y, por supuesto, ser capaz de contarla y detallar sus resultados a través de un reporting de sostenibilidad completo y atractivo aparecen como elementos clave para las gestoras: el 50% de las entidades que participaron en el estudio reconocen que la estrategia es el factor más importante a la hora de valorar el desempeño ESG en una small cap; y otro 50% considera que una memoria de sostenibilidad completa y visual es un elemento primordial para darse a conocer entre los inversores. Es imprescindible, además, que la información esté bien integrada en los diferentes proveedores de información y benchmark para inversores.

La CSRD y el esquema de pensamiento que nos trae va a generalizar un diseño de estrategias y un reporte basado en datos que nos darán información acerca de impactos, riesgos y oportunidades (los famosos IROs), muy a la medida del mercado de capitales, que ponga de manifiesto la eficiencia en la gestión de recursos y la utilidad -micro y macro- generada por las decisiones.

Un compendio de exigencias tan variado demanda una transformación de los formatos y de los procesos que permita a las compañías no solo responder a los requerimientos legales, sino seguir dando satisfacción a los de sus grupos de interés, entre ellos los inversores.

Por ejemplo, contamos hoy con herramientas de IA generativa y tecnologías de gestión de datos que nos permiten abordar los procesos con mayor eficiencia y eficacia, llegar a más grupos de interés, afinar los análisis y detectar más expectativas y más precisas, encontrando tendencias y territorios donde actuar. También facilitan la visualización de la información, lo que nos permite una mejor gestión del valor al ayudarnos a entender los impactos y priorizar actuaciones y, por supuesto, facilitar la verificación y la transparencia. Las normativas más recientes van a suponer una gran generación de datos, y ya que los tenemos, es bueno preguntarse para qué nos sirven; qué podemos hacer con ellos; o si habrá diferencia entre tenerlos o no.

Y es que es fundamental contar con información de valor para tomar decisiones de acción e inversión que generan impactos sociales, ambientales, económicos y financieros, junto con oportunidades que será difícil aprovechar si nos limitamos a una acción de box-ticking. Necesitamos pues abordar su planteamiento y análisis con visión a medio y largo plazo, más allá del mero cumplimiento, y reflejarlo también en la comunicación de la compañía.

La normativa vigente es exhaustiva y nos deja posibilidades de excelencia casi asintóticas. En este contexto, marcarán la diferencia aquellas empresas que sean no solo eficaces a la hora de alcanzar los objetivos, sino también eficientes en el uso de recursos y certeras a la hora de explicarlo a todos sus grupos de interés.