Desde hace años, los agentes del mercado de capitales nacional echan de menos la presencia de inversores estadounidenses. Se han apuntado varias razones para ese aparente desinterés. Los mercados europeos, especialmente el español, tienen tamaños más reducidos. Han desaparecido los tramos retail y la escasa liquidez hace que las posibles ventanas de salida en el medio / largo plazo puedan ser un problema. Tanto recelo ha prevalecido, y explica la marcha atrás de algunas operaciones recientes. Hay dos fórmulas obvias para revertirlo. La primera, volver a despertar su interés en empresas que cotizan o tengan intención de hacerlo en España. La segunda, llevar las empresas españolas a su propio mercado y hacer que coticen en Estados Unidos. No son opciones tan antagónicas ni tan difíciles.
Es evidente que el panorama de las ofertas públicas de suscripción ha cambiado sustancialmente en los últimos años. Coinciden hitos normativos, la desconfianza entre unos inversores impactados por la inestabilidad geopolítica y el creciente atractivo de destinos alternativos. Tantas novedades han traído una noticia mala y una buena. La mala es la mayor complejidad. La buena es que la influencia combinada de comunicación, relacionamiento público y marketing ha conseguido volverse decisiva para llegar a puerto con cierta tranquilidad.
Son muchas las razones que llevan a las empresas a fijar su atención en inversores de Estados Unidos. De entrada, están más habituados a un mercado estable, con mayor potencial de crecimiento y resistencia frente a la volatilidad. Dan mayor peso a la tecnología y la innovación; allá donde van aseguran mayor base de inversores y valoraciones más elevadas. De hecho, cuando aparecen las cosas también son más fáciles después de la salida. Por eso se les busca con tanto ahínco en el mercado español.
No hay fórmulas magistrales, pero cualquier estrategia eficaz requiere que esos inversores se sientan como en casa. Se opte por la salida española o por la estadounidense, una preparación financiera ‘a su estilo’ es crucial.
También tender alianzas con las partes interesadas, resolver el diálogo con los reguladores y asegurar un posicionamiento y un racional óptimos ante inversores y el conjunto del mercado. Disponer de comparables en el mercado, proporcionar información constante de la competencia y de las tendencias del mercado allá o acá resulta también indispensable.
Los detalles suelen resultar aún más arduos. Conviene contar con un asesoramiento específico e independiente; proporciona retornos inmediatos. Lo es también sincronizarse con los underwriters (suscriptores) adecuados. Suponen la mejor conexión hacia inversores norteamericanos interesados en retornos a largo plazo, lo que conduce a un estimulante suplemento de las valoraciones.
La capitalización esperable en el mercado y el precio final son también cuestiones decisivas. Estar atentos a la capitalización y sentar las bases de fidelización a largo plazo de los accionistas son estrategias laboriosas, pero sus resultados suelen merecer la pena. Un consejo útil es llevar el free float de la operación al máximo razonable, y valorar de antemano qué repercusiones tendrá cada decisión ante el regulador, incluidos los requerimientos que tocará resolver.
Asimismo, las relaciones con inversores requerirán principios de comunicación y de transparencia extrema. Se espera un trato directo y recurrente con los consejeros delegados y directores financieros de las empresas españolas. Estamos ante un trabajo exhaustivo donde asesoramiento, proximidad y comunicación harán más fácil las relaciones bidireccionales fluidas y sostenibles en el tiempo. Un camino imprescindible para asegurar el éxito de una salida a Bolsa a este o al otro lado del Atlántico.