Ya en el siglo XXI el liderazgo buscado era transformacional, basado en valores y adaptativo como respuesta a los cambios socioeconómicos y las crisis reputacionales empresariales. Ahora, el apellido del liderazgo es auténtico.
Las compañías buscan líderes auténticos que conversen y se posicionen en las preocupaciones sociales pero que, además, lo hagan de forma transparente, creíble y con un alineamiento con su organización. Es importante destacar que esto último no implica convertir al CEO en una herramienta mecánica para difundir mensajes de la compañía, sino que su figura debe apoyar la construcción y protección de la reputación desde el convencimiento y ganándose la credibilidad de los stakeholders. Y ahí es donde entra la autenticidad.
El CEO no tiene una marca personal y otra profesional, así como no tiene comportamientos diferentes para la esfera digital o física. Su única marca o personal truth se adaptada a cada espacio, con los pesos de comunicación necesarios, y se construye desde una reflexión de quién quiero ser y cómo puedo aportar a mi audiencia. Su posicionamiento se trabaja desde una estrategia que combina tres territorios de conversación basados en el negocio -no necesariamente vinculados todos a la organización-, a la que se le suma la humanización de su perfil mostrando esa parte personal que permite conseguir la credibilidad de los grupos de interés, y que se acompaña con su contribución visibilizando su aporte a una causa social o, en definitiva, su legado a la sociedad. Será difícil contar con un liderazgo auténtico -y, por tanto, conseguir la licencia social de sus stakeholders - si su personal truth no cuenta con esa triple estrategia de territorios de conversación.
Partiendo de la asunción de que no hay dos liderazgos iguales, otra de las cualidades que se espera que los CEO tengan es un estilo transformacional: el nuevo líder tiene que destacar por su visión estratégica y capacidad para impulsar cambios que respondan a las necesidades de la organización y atiendan a las expectativas sociales. Y esto no es puntual sino que las compañías hoy en día están en procesos de transformación constantes al ocurrir cambios sociales en rangos temporales más cortos y con transformaciones cada vez más profundas. Se busca un CEO visionario que reinvente las propias reglas de juego para anticiparse a los futuros desafíos.
Hay, además, una decisión crucial que tiene que tomar a la hora de definir cuál es el posicionamiento que quiere tener como CEO y cuál es el nivel de exposición. En función de dónde partamos y el esfuerzo que quiera o pueda dedicar a su posicionamiento, le permitirá saber a qué nivel de liderazgo aspirará. El producto mínimo viable corresponde con el nivel de protección: un perfil mediático bajo, que normalmente es reactivo, y con baja actividad en redes sociales aunque con activos digitales cuidados. Nos aportará una presencia meramente higiénica.
Si aspiramos al segundo nivel de promoción, que es donde deberían estar al menos los CEO, estaríamos difundiendo contenidos y buscando conexiones y relacionamiento de forma recurrente, además de contar con una buena amplificación a través de activos digitales. Este nivel nos permite construir engagement entre los círculos de influencia deseados.
Por último, la joya de la corona sería el nivel de influencia. Los perfiles que están en este nivel llevan tiempo trabajando su posicionamiento y difunden contenidos de Thought Leadership. Suelen contar, además, con reconocimientos, premios y buenas posiciones en rankings sectoriales. Tienen un perfil auténtico que consigue conectar con las masas y, por tanto, se convierten en un referente y un asset esencial de la estrategia de la organización. No muchos líderes llegan a este nivel y sorprende encontrarnos todavía de forma muy habitual con CEO y directivos que optan por un perfil bajo en las organizaciones limitando su exposición pública.
No hay lugar a dudas. El liderazgo del CEO contemporáneo va mucho más allá de ser un mero gestor: impulsa la atracción de talento e inversores, mejora el posicionamiento y reputación de su compañía y la protege en situaciones de crisis gracias a su credibilidad que le otorga su liderazgo auténtico. Hoy el apellido del liderazgo es auténtico.