La renta variable será la mayor beneficiaria de la continuación del ciclo. Preferimos acciones de países emergentes y, en particular, las acciones con descuento, pero también en Estados Unidos y Europa.
La reducción en la liquidez de los bancos centrales tendrá menos impacto en los próximos meses, pero lo más probable es que los bonos corporativos y la deuda emergente se vean más afectados, ya que estos segmentos fueron los primeros en beneficiarse de la flexibilización cuantitativa.
Si la recesión se produjera antes de lo previsto debido a acontecimientos externos, tendríamos que empezar a examinar más de cerca el riesgo de liquidez de la cartera. Los mercados de bonos nunca han atravesado una crisis económica desde que se introdujeron las nuevas regulaciones bancarias, por lo que podrían reaccionar de forma diferente que en recesiones anteriores. Antes de que Lehman Brothers quebrara, los bancos de inversión podían utilizar sus balances para suministrar liquidez a los mercados en períodos de gran tensión. Hoy en día, esto es casi imposible y han sido sustituidos esencialmente por gestores de activos que se comportan de una manera mucho más cíclica, en línea con el comportamiento de sus clientes.
Activos en los que invertir
Históricamente, las rentabilidades ajustadas al riesgo de los bonos corporativos suelen ser inferiores a las de la renta variable cuando un ciclo está maduro. El apalancamiento de las empresas estadounidenses es históricamente alto. Sin embargo, la situación podría justificar tensiones en el rendimiento de los bonos corporativos de Estados Unidos, con la posibilidad de que el riesgo se extienda a otros mercados.
Sin embargo, tiene sentido mantener los bonos en una cartera. En primer lugar, a diferencia del año pasado, su perfil de riesgo/retorno es razonable. En segundo lugar, no deben verse afectados por los fundamentales. En tercer lugar, la exposición a la renta fija debería proporcionar una mejor diversificación del riesgo que en 2018. La postura mucho más pragmática de la Reserva Federal sobre el endurecimiento monetario significa que la duración tiene, una vez más, un atractivo anticíclico. Un shock económico o financiero haría que los mercados reajustaran sus expectativas respecto a los tipos de referencia de la Reserva Federal, lo que provocaría una caída de los rendimientos del Tesoro.
Los bonos indexados a la inflación en Estados Unidos han ganado mucho atractivo debido a los niveles actuales de tipos de interés reales. Mantenemos nuestra exposición a la deuda pública portuguesa y griega. Ambos mercados cuentan con factores de apoyo que justifican su inclusión en una asignación de bonos. La situación en ambos países está volviendo a la normalidad -los programas de ayuda europeos han finalizado y los fundamentales han mejorado notablemente-, lo que ha dado lugar a una flexibilización fuerte y sostenible de la rentabilidad de la deuda pública.
No tenemos convicciones firmes en todo el espectro de los bonos corporativos, sino que preferimos distinguir entre zonas geográficas. Preferimos Europa. Estamos convencidos de que la deuda subordinada financiera europea representa ahora una oportunidad de compra. Tras el bajo rendimiento de 2018, las valoraciones parecen atractivas ahora que la rentabilidad y los ratios de solvencia de los emisores han mejorado.
En los mercados emergentes los bonos corporativos se benefician de valoraciones atractivas y ofrecen diversificación a los inversores que buscan la exposición a un ciclo global que, en nuestra opinión, todavía tiene potencial. Nos centramos en empresas emergentes con exposición tanto nacional como global. Encontramos atractiva la deuda soberana de mercados emergentes, pero la selectividad de los emisores es esencial.
Benjamin Melman, CIO de asignación de activos y deuda soberana de Edmond de Rothschild Asset Management.