¿Es esto una inconsistencia en un entorno donde el desarrollo sostenible está en los titulares de cualquier tertulia? Al ser una herramienta política, correspondería a la Unión Europea tomar medidas.
¿Qué significa poner precio al carbono?
Los gobiernos pueden tomar varios caminos para fijar el precio del carbono. Normalmente comienzan a captar lo que se conoce como los costes externos de las emisiones de carbono, costes que el público paga de otras formas, como los daños a los cultivos y los costes de atención médica por las olas de calor y las sequías o a la propiedad por inundaciones y aumento del nivel del mar.
El precio del carbono ayuda trasladar la carga del daño a aquellos que son responsables y que pueden reducirlo. El precio da una señal económica y los contaminadores deciden por sí mismos si suspender su actividad contaminante, reducir las emisiones o continuar contaminando y pagan por ello.
Existen dos tipos principales de fijación de precios de carbono: el de comercio de emisiones (emissions trading systems ETS) y los impuestos al carbono.
Hay dos tipos principales de fijación de precios del carbono: los sistemas de comercio de emisiones (ETS) y los impuestos al carbono.
Un ETS limita el nivel total de emisiones de gases de efecto invernadero y permite que las industrias con bajas emisiones vendan sus asignaciones adicionales a emisores más grandes. Al crear oferta y demanda de derechos de emisión, un ETS establece un precio de mercado para las emisiones de gases de efecto invernadero. El límite ayuda a garantizar que se produzcan las reducciones de emisiones necesarias para mantener a los emisores (en conjunto) dentro de su presupuesto de carbono preasignado. Cada año, la Unión Europea asigna gratuitamente derechos de emisión a las empresas afectadas (industria, energía, transporte aéreo).
Según apunta Régis Bégué, director de gestión de renta variable de Lazard Fréres, en los países europeos en los que la electricidad se produce en centrales de carbón, el precio por tonelada de CO2 también influye en el coste por kilovatio-hora. Por eso, cuando el mercado del carbono es escaso, algunas empresas prefieren cambiar a una energía más limpia. Pero a partir de cierto nivel, pueden acabar repercutiendo este coste adicional en sus precios, con el riesgo de perder parte de sus clientes.
Mercado con más de 15 años de antiguedad y que atrae a los hedge funds
Este mercado fue creado en 2005, y lo que se cotiza son derechos de emisión de CO2. Desde el segundo trimestre de 2020 cuando cayó hasta casi los 15 dólares, ha estado repuntado el precio por tonelada hasta alcanza los 47,55 euros. Según Bébué, por encima de los 50 euros sectores como el del cemento y acero podrían empezar a sufrir seriamente, mientras que las empresas más "verdes" de las 11 mil afectadas encontrarían una poderosa ventaja competitiva.
"En teoría, el precio del carbono no tiene límite. Un mercado en el que la oferta empieza a escasear se puede ver cómo sus precios se disparan hasta niveles irracionales" puntializa Bégué. Es un mercado que atre a a los hedge funds, que ven en los precios del CO2 un nuevo activo con tendencia y potencial al alza. Solo en lo que va del año ha subido más de un 40%.