El organismo que preside el italiano Mario Draghi se enfrenta, sin embargo, a un escenario hasta ahora desconocido como es la desaceleración económica que anticipan todos los bancos de inversión, el propio BCE y las instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). De hecho, el banco central rebajó sus previsiones de crecimiento económico en la eurozona para 2018 hasta el 1,9%, una décima menos de lo esperado en septiembre, y en 2019 del 1,8% pasó a ver un alza del PIB del 1,7%.
“La normalización gradual de la política monetaria del Banco Central Europeo debería continuar, pero la desaceleración económica en la zona euro probablemente retrasará la subida de tipos, y la ventana de oportunidad se está volviendo cada vez más pequeña”, señala Franck Dixmier, director global de renta fija de la gestora Allianz Global Investors.
El BCE está en la encrucijada, ya que se enfrenta a una economía que se frena con un balance de 4,67 billones de euros, el 42% del PIB de la zona euro. Los estímulos han reanimado a la economía europea que crece a ritmos cercanos al 2% desde la puesta en marcha de su plan de compra de activos en marzo de 2015, sin embargo los países del euro empiezan a presentar debilidades y puede que necesiten todavía mayores dosis de de liquidez, como empieza a barajar el mercado, para hacer frente a los vientos en contra que frenan el crecimiento.
De hecho, Draghi explicó en la rueda de prensa de diciembre que el crecimiento económico de la eurozona ha sido más débil durante los últimos meses, lo que refleja “una demanda externa más débil pero también algunos factores específicos de países y sectores”. Además de la debilidad de la demanda externa es más débil, la amenaza del proteccionismo no ayuda a sectores ligados al ciclo como la automoción, el turismo o la construcción y el Brexit también representa un riesgo para la economía de la región.
La desaceleración afecta a las cuatro economías principales de la región: Alemania, Francia, Italia y España. Cada país enfrenta dificultades específicas, pero los cuatro han registrado una caída sincronizada en sus indicadores de actividad, incluidos los datos del índice de gerentes de compras (PMI). Además, la inflación subyacente, un indicador clave para el BCE, se está estancando en alrededor del 1% tras las caídas de las materias primas como el petróleo y el gas natural, lejos del objetivo del banco central que es el en torno del 2%.
En este contexto, ¿podrá normalizar su política monetaria el BCE en el medio plazo como hasta ahora ha mantenido? Los inversores dudan de que vaya a ser posible y el mercado descuenta que la primera subidas en el tipo de depósito no llegará hasta la segunda mitad de 2020. “El BCE difícilmente puede actuar en un contexto de desaceleración económica, pero al esperar demasiado, podría enfrentarse a otros vientos en contra: la Reserva Federal podría bajar tipos en 2020, tal como lo anticiparon los mercados hace unos días”, apunta Dixmier.
En los mercados el impacto de este escenario de complejidad para el BCE, de momento, sólo se está notando de forma ligera en los bonos. “No esperamos en el corto plazo repuntes de tipos en los países más vulnerables de la zona euro, como pueden ser Italia o incluso España. Desde el 1 de enero hasta la fecha los tipos se han mantenido prácticamente sin cambios, o incluso registrando tímidos avances. La referencia a diez años del Estado español se encuentra en el 1,34%, siete puntos básicos por debajo de su cierre de diciembre, lo que representa una ligera apreciación en precio”, explica Juan Ramón Casanovas, director de gestión de la cartera privada de Bank Degroof Petercam.
Por su parte, el euro se deprecia un 8,22% en los últimos doce meses frente al dólar estadounidense hasta los 1,1388 ‘billetes verdes'.