Ante la incertidumbre sobre cuánto durará esta situación, desafortunadamente no tengo la respuesta. Si nos fijamos en lo que ocurrió en Japón, podría durar más de 10 años, sin embargo nosotros esperamos que el quantitative easing de EEUU y quizás otro tipo de medidas impulsadas por el BCE saquen a Europa de esta situación de “japonización” no en diez años sino a lo mejor en uno o dos ejercicios.
Habida cuenta de esta realidad, no cabe duda de que el próximo movimiento del BCE será reducir los tipos, cortando con la tendencia que adoptó hace muy poco. La razón para este viraje en sus decisiones radica en que estamos más cerca de la recesión que de tener algo de inflación. En Europa con la situación de Grecia y la de todos los países periféricos, incluido Francia, estamos en una situación en la que el BCE tiene que tomar más medidas y no solo centrarse en aquellas relacionadas con la inflación.
Dentro de la situación actual hay asuntos más importantes que preocuparse sólo por la inflación. El BCE tiene que ayudar a los gobiernos y a los mercados a salir de la crisis. Para conseguirlo tiene que proveer liquidez al mercado, al mismo tiempo que pone en marcha otras herramientas a su alcance como la tan sonada emisión de eurobonos.
Con vistas a la cercana oleada electoral, en los próximos meses nos enfrentaremos a una situación política complicada en Europa. Va a ser muy difícil para los candidatos ser reelegidos con las medidas que deben tomarse, ya que pueden crear descontento y ser poco aceptadas socialmente. El BCE podría ser, y debería convertirse en, la clave de todos los gobiernos para salir de esta crisis en un futuro próximo. Tenemos que salir de esta crisis y el BCE juega el papel más importante para conseguirlo.