La capacidad transformadora de las entidades financieras está fuera de duda. Al fin y al cabo, han sido sometidas a constantes virajes regulatorios. Muy especialmente, en la última década. La patronal bancaria AEB, BBVA y Banco Sabadell ofrecen sus perspectivas sobre el cambio de paradigma que toma cuerpo con el despegue de la actividad global.
Desde la Asociación Española de Banca (AEB) se hace hincapié en que “los riesgos climáticos están ganando mucho protagonismo tanto desde un punto de vista regulatorio como desde la perspectiva de la supervisión”. En este sentido -enfatizan- el BCE ha publicado unas expectativas supervisoras para la incorporación de estos riesgos en el marco de gestión y control de los riesgos y que las entidades deben implementar a lo largo de este año y el que viene. En principio, “parece que el incumplimiento de estas perspectivas no tendrá impacto en los requerimientos de capital este año, pero a partir del ejercicio próximo “podrían ser un componente más en los requerimientos de capital a que tienen que hacer frente las entidades”. Además, el BCE, entre otros supervisores, ya ha realizado un ejercicio de estrés sobre el impacto del cambio climático en los balances bancarios y el año que viene llevará a cabo otro. En opinión de la AEB, “nuestras entidades están totalmente involucradas en la incorporación de estos riesgos en la gestión diaria de sus negocios”. Fuentes de la institución bancaria precisan que, “poniendo en valor el esfuerzo regulatorio a nivel europeo que se está desarrollando, no debe obviarse que existen algunos obstáculos que deben superarse para que la regulación sea tan efectiva como se pretende para lograr la neutralidad climática y mitigar los riesgos adversos derivados del cambio climático, entre ellos, los financieros”. Esencialmente, destacan la ausencia de datos de calidad, la falta de estándares o el uso de los modelos que garanticen una correcta gestión del riesgo. Por ello, y aunque se desee cumplir con la regulación vigente, “si la información no existe o los datos no tienen la calidad necesaria de poco servirá profundizar en normas y reglas”. En consecuencia, a pesar de los obstáculos y de las indefiniciones, se necesita comenzar a generar impacto real mientras digerimos el complejo, pero fundamental marco regulatorio.
No obstante, lo preocupante es que las entidades están llevando a cabo inversiones importantes para adaptar sus sistemas de medición, control y gestión de riesgos con la escasa normativa que está en vigor. Una regulación que “aún no está madura y que puede evolucionar a lo largo del tiempo”. Esta evolución podría afectar la eficiencia de las inversiones realizadas hasta la fecha. Por tanto, “sería deseable un acompasamiento en el ritmo de las iniciativas regulatorias con las iniciativas supervisoras”.
La AEB insiste en que “si nos centramos ahora en la transformación digital, a lo largo de estos años, muchas han sido las autoridades y foros que han abordado el reto que supone remodelar la regulación y supervisión financiera actual para dar cabida a la diversidad de riesgos que genera la transformación digital del sector y el nuevo entorno competitivo y, en especial, la entrada de las grandes plataformas digitales en servicios financieros”. En la que preocupa que los servicios financieros migren a ecosistemas fragmentados, “con una notable variedad de proveedores de servicios financieros y una mayor dependencia de proveedores terceros de tecnología, que hace más complejo que los supervisores tengan una visión general de los riesgos”. Aunque también preocupan “los efectos indeseados en la capacidad de financiación a la economía real que podrían tener ciertos modelos innovadores de las grandes plataformas digitales, con escala suficiente, que no estén correctamente regulados y supervisados”, así como “el impacto que puede tener en las condiciones de competencia de los mercados su control de determinadas infraestructuras críticas para proporcionar servicios financieros de forma digital”.
La reciente Estrategia de Financiación Digital de la Comisión Europea y, en particular, sus dos propuestas regulatorias en materia de cripto-activos y resiliencia operativa son, sin duda, un paso importante para conseguir eliminar los obstáculos al uso de las nuevas tecnologías en el sector bancario, garantizar la resiliencia operativa digital de todos los actores relevantes del mercado y adaptar el marco regulatorio de la industria financiera al principio misma actividad, mismo riesgo, misma regulación y supervisión. Sin embargo, su futura implementación todavía está por concretar. A nuestro juicio, “la regulación y supervisión deben poner el foco en los riesgos que generan las diferentes actividades financieras y los diferentes tipos de entidades, valorando especialmente en el caso de las grandes plataformas digitales, su escala y posible control del mercado”. Porque “la aplicación de estos principios de forma coherente no solo permitirá identificar y controlar los riesgos que genera el nuevo entorno competitivo, sino garantizar un terreno de juego justo entre bancos y entidades no bancarias”.
Los nuevos proveedores de servicios financieros deben estar dentro del perímetro regulatorio y de supervisión por los riesgos que pueden crear para la estabilidad financiera, la protección del consumidor y la integridad del mercado, siguiendo una combinación de regulación “basada en la entidad” y una “regulación basada en la actividad” que esencialmente persiga regular y vigilar los diferentes riesgos que generan los diferentes tipos de participantes; desde fintechs, hasta bigtechs, pasando por los proveedores de tecnología, entre otros.
Desde la Dirección de Estudios de Banco Sabadell se pone de manifiesto que “el sector bancario, en particular, se enfrenta a varios retos estructurales anteriores a la pandemia, pero que a raíz de este episodio se han visto acelerados y acuciados; entre ellos, destacaríamos la digitalización, los riesgos climáticos, la competencia de nuevos actores y la baja rentabilidad en un entorno de intereses negativos”. Muchos de estos retos -dicen desde su unidad de análisis- requieren de la construcción o el desarrollo de un marco regulatorio nuevo, que se añadirá a la regulación ya existente o supondrá una modificación de las normas actuales. Procesos como la digitalización o la transición ecológica son enormemente disruptivos para el sector bancario, por lo que van a exigir un marco regulatorio nuevo con el que ofrecer seguridad jurídica a la industria financiera y asegurar la igualdad de condiciones. En este sentido, el Comité de Basilea está analizando la posible incorporación de los riesgos climáticos en el marco regulatorio de Basilea y la UE está avanzando en la regulación para hacer frente a la competencia de las bigtechs para el sector financiero, siguiendo el principio de “misma actividad, misma regulación”.
Tras varios años de fortalecimiento de la regulación bancaria, el foco de las autoridades globales está rotando hacia una mayor regulación del sector no bancario (SFNB) debido a su crecimiento, las vulnerabilidades acumuladas (muchas veces ocultas debido a la ausencia de transparencia e información, como en los casos recientes de Greensill o Archegos) y a su interconexión con los bancos. “Las turbulencias experimentadas por los mercados financieros a principios de la crisis del Covid requieren un análisis detallado de lo sucedido y cambios normativos”, explican en el Banco Sabadell. De ahí que el objetivo sea el de ampliar el marco macroprudencial, contando con instrumentos específicos para abordar vulnerabilidades estructurales y los diversos riesgos emergentes del SFNB. De forma que se reduzca la necesidad de acciones extraordinarias de los bancos centrales para estabilizar los mercados financieros en momentos de estrés, al tiempo que se completa la política monetaria.
En opinión del Servicio de Estudios de Banco Sabadell, “la adaptación del marco de regulación y supervisión actual al nuevo y ampliado sector financiero digital, será clave para poder definir un ecosistema competitivo y ajustar la gestión de los riesgos en los próximos años”. De igual forma que también será necesario vigilar aspectos como que la aplicación de la regulación prudencial a nivel de grupo (así como aspectos vinculados a conducta, AML u otros) no penalice a entidades de crédito por imposibilitar la competencia y la innovación en igualdad de condiciones con los nuevos competidores no bancarios.
A principios de este año, el Comité de Basilea confirmó que el margen para flexibilizar el marco prudencial para los bancos está limitado por los riesgos que podrían suponer a la estabilidad financiera. En este contexto -enfatizan en la entidad- cobra especial relevancia el requerimiento lanzado por la Comisión a las ESA´s en su estrategia digital financiera respecto cinco cuestiones clave para garantizar el principio de misma actividad, mismo riesgo, misma regulación y que podría trasladarse a iniciativas regulatorias concretas.
Por otra parte, la propuesta por parte de la Comisión, esperada para mediados de 2022, sobre la posible expansión del concepto de PSD2/Open Banking hacia un modelo de Open Finance también
será de relevancia crítica para el entorno competitivo, ya que “podría llegar a agudizar la asimetría en el acceso a los datos entre la banca y los nuevos competidores tecnológicos”.
Por último, “es esencial que cualquier ampliación del marco regulatorio para captar a los nuevos competidores en el sector financiero incluya simultáneamente la aplicación de un nítido marco supervisor y de cumplimiento efectivo y proporcional al riesgo de la entidad y de la actividad ejercida”. Particularmente, en el caso de las bigtechs que, debido a su magnitud sistémica y a su dominio del mercado de servicios en la nube, podría ampliar la trasmisión de riesgos financieros y tecnológicos a una escala global.
Sobre los cambios en materia de trabajo en remoto, en la entidad bancaria se recalca que “han supuesto un cambio en la forma de trabajar del sector bancario, en el que los riesgos operativos han aumentado su relevancia, debido al riesgo de ciberataques, a la actividad fraudulenta o a las incidencias en las plataformas de videoconferencias”. Desde el punto de vista del negocio, la crisis del Covid-19 ha supuesto una aceleración de la transformación digital del sector bancario, que en el contexto actual cobra todavía más protagonismo por su contribución a mejorar la productividad, la eficiencia y los costes en el sector.
Por tanto, el sector debe seguir atendiendo, por un lado, los riesgos derivados de los procesos de digitalización dentro de su organización, pero, al mismo tiempo, realizar una apuesta firme por las nuevas tecnologías para favorecer tres aspectos básicos. En primer término, la creación de nuevos productos y aplicaciones, con el fin de optimizar y simplificar la experiencia del cliente, así como reducir la brecha digital. En segundo lugar, la adopción de tecnologías digitales ágiles y escalables, como plataformas en la nube, inteligencia artificial o machine learning, con las que agilizar los procesos de toma de decisión. Y, finalmente, la existencia de garantías en la seguridad y privacidad de los datos, así como aprovechar las nuevas tecnologías para maximizar su explotación, uno de los grandes retos y al mismo tiempo una ventaja competitiva del sector bancario respecto a los nuevos competidores como las bigtechs.
En BBVA, Santiago Fernández de Lis, responsable de Regulación del banco, recuerda que “la crisis financiera global iniciada en 2007-2008 trajo consigo una revisión a fondo de la regulación financiera: se endurecieron los requisitos de capital, se mejoró el marco de gestión de las crisis bancarias, se reforzaron la transparencia y la protección del consumidor y se puso más énfasis en los riesgos sistémicos y en las políticas macroprudenciales”. Y que la crisis del Covid-19 “ha supuesto una revisión de algunas de estas tendencias”. En concreto, se ha demostrado que es necesario que las normas reaccionen de forma rápida a situaciones inesperadas, lo que exige márgenes de flexibilidad que no se habían tenido en cuenta en el diseño de ciertas regulaciones. La pro-ciclicidad de los requerimientos bancarios implica que, en el momento en que comienza una crisis y más tienen que apoyar los bancos a sus economías, los requisitos tiendan a hacerse más exigentes (por ejemplo, porque las perspectivas económicas son peores y eso implica más provisiones), y los bancos tengan menos capacidad para prestar. De ahí que el Comité de Basilea está estudiando cómo limitar estos efectos.
A juicio de Fernández de Lis, “la sostenibilidad debe ser una prioridad, y no sólo en su faceta climática, sino también en sus aspectos sociales y de gobierno (los principios ESG en inglés: Environmental, Social and Governance)”. La responsabilidad de los bancos está en acompañar a sus clientes en esa transición y la regulación “debe permitirnos llevarla a la práctica con los incentivos adecuados”. Los reguladores hace tiempo que se están adaptando a los cambios del mercado surgidos de la digitalización, que también es otra de las prioridades. Buen ejemplo son las divisas digitales que varios bancos centrales mundiales estudian emitir. Dependiendo de su diseño, pueden tener implicaciones en segmentos como los depósitos o los pagos, y por tanto afectar a la operativa de los bancos.
Pero también la transformación digital de los servicios financieros ha abierto el mercado a unos nuevos proveedores. En un primer momento -explica De Lis- startups (fintech) y posteriormente bigtechs, aumentando la presión competitiva sobre los bancos y poniendo algunos modelos de negocio tradicionales en riesgo”. Como respuesta, “los bancos han continuado invirtiendo en capacidades digitales, desarrollando propuestas de valor sobre su oferta de productos bancarios tradicionales y colaborando con otro tipo de proveedores”. Es una buena noticia -asegura- que las autoridades están prestando cada vez más atención a mantener un marco de competencia equilibrado, y también que se plantee desarrollar un marco de compartición de datos donde, siempre a iniciativa de los clientes, exista la posibilidad de combinar datos procedentes de diferentes empresas y sectores para enriquecer la oferta de productos y adaptarla al perfil de cada cliente. Si bien, la digitalización también ha traído una tendencia creciente de ciberataques, que han sido especialmente relevantes durante la pandemia. “Para protegernos, los bancos estamos redoblando nuestros esfuerzos en formación, mejorando nuestras capacidades de monitorear nuestros sistemas y reforzando nuestra capacidad de prevenir, detectar y responder a los incidentes mediante fuentes de información integradas y plataformas automáticas”. La regulación es fundamental para asegurar que todos los operadores tienen un nivel suficiente de protección contra estas prácticas, que suelen atacar al eslabón más débil de las cadenas, precisa a este respecto el responsable de Regulación de BBVA.