Así lo ha puesto de evidencia un reciente estudio llevado a cabo por la consultora Mercer, que aconseja tomar en consideración esta nueva variable a los gestores de fondos. Unos consejos que los minoristas también pueden tener en cuenta a la hora de proteger sus ahorros.
Aseguran en este informe que la industria tradicionalmente no suele tomar en cuenta este criterio a la hora de seleccionar activos para las carteras.
Algo que es muy importante, si se tiene en cuenta que el 90% de la variación de un portfolio se genera en ese proceso de selección, según estos expertos.
Explican que las nuevas fórmulas para elegir los activos que han de formar parte de un fondo tendrán que contar con ésta y otras variables. De hecho afirman que “la incertidumbre que rodea a las políticas del clima serán una gran parte de los riesgos que tendrán que asumir en la industria en los próximos 20 años.” Es más, apuntan que “el coste que tendrá que absorber el mercado por el cambio climático podría ascender a 8 trillones de dólares (8 billones europeos) a finales de 2030. Además, la inversión adicional en tecnología añadiría un riesgo a las carteras también que podría representar un 1% de valor de cada portfolio. En total las inversiones hasta en 15 años podrían suponer otros 4 trillones de dólares, algo que podría beneficiar a muchos inversores institucionales”, dicen en Mercer.
Para evitar los riesgos que suponen todos estos cambios, los expertos que han participado en este estudio recomiendan diversificación a través de todas las fuentes de riesgos. Dicen en la firma que requerirá una nueva aproximación al proceso de inversión. “El horizonte a corto plazo de ligado a acciones y bonos significa que será más difícil para los inversores poner en precio riesgos a largo plazo, sobre todo si se tienen en cuenta activos que son más sensibles a esta temática”, afirman en la consultora.
Por eso aseguran que la mejor forma de manejar el riesgo de una cartera asociado al cambio climático –mientras se buscan rentabilidad similares a las actuales-, estriba en incrementar la exposición a aquellos activos que son más sensibles al cambio climático. Explican que activos como las infraestructuras, algunas materias primas, el sector inmobiliario son activos muy sensibles.
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