Las comisiones juegan un papel clave en la rentabilidad final de un fondo, y conocerlas en profundidad es esencial para tomar decisiones informadas.
Muchos inversores novatos se enfocan únicamente en la rentabilidad potencial sin prestar atención al coste real de estar invertido. Sin embargo, las comisiones, aunque a veces parezcan pequeñas, pueden tener un impacto significativo con el paso del tiempo, especialmente si se acumulan o se aplican de forma periódica.
¿Por qué existen comisiones en los fondos de inversión?
Los fondos de inversión son gestionados por entidades especializadas que se encargan de tomar decisiones sobre cómo invertir el dinero de los partícipes. Esa gestión implica una serie de servicios: análisis de mercado, operativa financiera, administración del fondo, distribución, asesoramiento, entre otros. Las comisiones son la forma en la que estas entidades obtienen una retribución por su trabajo.
Al contratar un fondo, estás delegando la gestión de tu dinero en profesionales. Esto conlleva beneficios evidentes, sobre todo si no tienes tiempo, conocimientos o interés en gestionar tu propia cartera. No obstante, como cualquier servicio profesional, tiene un coste asociado, y es importante conocer de antemano cuánto pagarás y en qué condiciones.
Comisión de gestión
La comisión de gestión es probablemente la más conocida de todas. Se trata de un porcentaje anual que cobra la gestora del fondo por administrar los activos. Esta comisión se deduce directamente del patrimonio del fondo, lo que significa que no la ves reflejada como un cargo directo en tu cuenta, pero afecta a la rentabilidad final del producto.
La cuantía de esta comisión varía según el tipo de fondo. Por ejemplo, los fondos de renta variable suelen tener comisiones más altas que los de renta fija debido al mayor nivel de análisis y gestión activa que requieren.
También hay diferencias entre fondos gestionados activamente y fondos indexados, donde estos últimos tienden a tener comisiones más bajas al replicar índices de forma pasiva.
Comisión de depósito
Otra comisión habitual es la comisión de depósito. Esta se paga a la entidad depositaria, que es la encargada de custodiar los activos del fondo y supervisar la actuación de la gestora. Su papel es garantizar que la operativa se realiza conforme a la normativa vigente y en beneficio de los partícipes.
Aunque su cuantía es generalmente reducida, suele estar presente en la mayoría de fondos. También se descuenta del patrimonio del fondo, por lo que su impacto es indirecto, pero forma parte del total de comisiones que influyen en la rentabilidad.
Comisiones de suscripción y reembolso
En algunos fondos, especialmente en los de comercialización más tradicional, existen comisiones de suscripción y/o reembolso. La de suscripción se aplica al entrar en el fondo, y la de reembolso al salir. Son porcentajes que se calculan sobre el importe invertido o retirado, y que pueden disminuir el capital disponible del inversor en ambos casos.
Estas comisiones no siempre están presentes, y en los últimos años muchas gestoras han optado por eliminarlas para hacer sus productos más competitivos. Aun así, conviene revisar siempre el folleto informativo del fondo antes de invertir.
Otros gastos asociados a los fondos
Además de las comisiones explícitas, hay otros gastos implícitos que también conviene considerar. Algunos fondos pueden incluir comisiones de éxito o rendimiento, que se cobran si el fondo supera un determinado objetivo de rentabilidad. Aunque pueden parecer justas al premiar la buena gestión, también encarecen el producto si no están bien estructuradas.
También existen costes derivados de la operativa del fondo, como los gastos de intermediación, auditoría o servicios legales, que aunque no se consideren "comisiones" en sentido estricto, se restan del patrimonio total y afectan al valor liquidativo.
Cómo comparar fondos en función de las comisiones
La forma más sencilla de conocer el coste total de un fondo es consultar el TER (Total Expense Ratio) o el ratio de gastos totales, que resume en un solo número todos los costes anuales aplicados al fondo. Este indicador permite comparar diferentes productos con criterios objetivos y valorar si el rendimiento ofrecido compensa lo que se paga.
En el caso de los fondos indexados, por ejemplo, uno de sus principales atractivos es precisamente que tienen TER muy bajos, lo que los convierte en una opción interesante para estrategias de largo plazo.