La medida ha sido materializada mediante un decreto presidencial firmado esta semana, permitiendo al fondo armenio adquirir acciones en sectores clave de la economía rusa.

Este paso se produce en el marco de las severas restricciones impuestas por Moscú a los inversores procedentes de países considerados "hostiles", entre ellos Estados Unidos y gran parte de Europa occidental, tras el estallido del conflicto en Ucrania en 2022.

La aprobación personal de Putin es desde entonces un requisito indispensable para realizar operaciones financieras en áreas estratégicas como la energía, la banca o las telecomunicaciones.

Balchug Capital y el abandono de Goldman Sachs

La retirada de Goldman Sachs del mercado ruso fue una de las decisiones más simbólicas adoptadas por el sector financiero internacional tras la invasión de Ucrania. La firma estadounidense, presente en Rusia desde 2009, fue uno de los primeros bancos en anunciar el cese de sus actividades en el país. Sin embargo, el proceso de liquidación de sus activos no ha sido rápido ni sencillo, dada la complejidad legal derivada de las sanciones internacionales y la reacción legislativa rusa.

En enero de este año, Putin ya había autorizado a Balchug Capital la compra de la unidad rusa de Goldman Sachs. Ahora, con este nuevo decreto, se da un paso más al permitir la adquisición de las acciones que Goldman Sachs International aún posee en importantes empresas rusas, como Gazprom, Rosneft, Lukoil, la compañía de telecomunicaciones Rostelecom y la planta metalúrgica Novolipetsk.

Un entorno controlado para la inversión extranjera

Desde agosto de 2022, cualquier movimiento financiero relacionado con sectores estratégicos debe contar con el visto bueno directo del presidente ruso. Esto incluye no solo operaciones de compra y venta de valores, sino también transferencias de fondos, fusiones, adquisiciones y reestructuraciones de deuda. La regulación no solo tiene un carácter económico, sino también geopolítico, como instrumento para contrarrestar el impacto de las sanciones occidentales.

Putin ha recurrido a esta fórmula también con inversores de otros países. En marzo, firmó un decreto que permitía al fondo de cobertura estadounidense 683 Capital Partners LP adquirir valores rusos pertenecientes a fondos de inversión de Estados Unidos, Reino Unido y Singapur. En paralelo, dos compañías rusas fueron autorizadas a comprar activos del mismo fondo, lo que fue interpretado por algunos analistas como un posible intercambio de activos que facilitaría la liberación de fondos congelados a causa de las sanciones internacionales.

Goldman Sachs, de actor clave a presencia residual

La posición de Goldman Sachs en Rusia ha pasado de ser estratégica a marginal en un corto periodo de tiempo. En 2023, un tribunal de Moscú congeló temporalmente 36 millones de dólares en activos de la firma estadounidense, como parte de un litigio relacionado con el impago de una deuda de 6.300 millones de dólares con el banco ruso Otkritie, nacionalizado tras el inicio del conflicto.

En 2024, el Banco Central de Rusia revocó las licencias de corretaje y distribución de la firma, poniendo fin a cualquier posible operativa dentro del país.

El vacío dejado por Goldman Sachs está siendo ocupado por fondos como Balchug Capital, que actúan como intermediarios entre los intereses rusos y los recursos financieros que aún se encuentran fuera del alcance de las sanciones internacionales.

Este proceso no solo representa una reestructuración financiera, sino también una redistribución del control económico, donde el Kremlin puede seleccionar cuidadosamente a los nuevos actores del escenario inversor ruso.

Estrategia del Kremlin ante el aislamiento financiero

La política rusa de autorizar selectivamente la entrada y salida de capital extranjero forma parte de un esquema más amplio para sostener la economía nacional frente a las presiones externas. En lugar de abrir completamente sus mercados, Rusia opta por una gestión controlada del flujo de inversiones, priorizando aquellos socios considerados neutrales o afines, como ocurre en este caso con Armenia.

Balchug Capital, al recibir esta aprobación directa, se posiciona como un actor clave en el reordenamiento de las relaciones financieras entre Rusia y el exterior. El proceso continúa marcado por el intervencionismo estatal, pero también por la necesidad de generar confianza entre los pocos inversores que aún están dispuestos a operar dentro de un sistema cada vez más cerrado.