QIA tiene un patrimonio no específicamente declarado, que diversas fuentes lo sitúan en los 150.000 millones de dólares. Este fondo, creado en 2005, no es otra cosa que un instrumento para oficializar una parte de las inversiones del emirato. Porque, al igual que ocurre en los clubes estado, la transparencia no es una de las virtudes de estas inversiones. La página web de QIA es poco menos que un tríptico informativo.
QIA compró el PSG en 2011. Un movimiento curioso, aunque no es el único, ya que el Manchester City también está en manos del fondo Abu Dhabi United Group (ADUG), un fondo que compró el club en 2008 y que oficialmente dice que no tiene que ver con el gobierno del emirato, aunque numerosas informaciones demuestran justo lo contrario: que es un vehículo promovido y gestionado por Abu Dhabi. Por cierto, ADUG no tiene ni página web.
Hace poco, el Newcastle ha sido adquirido por el fondo público saudí Public Investment Fund (PIF), que tiene aproximadamente la friolera de 600.000 millones de dólares de patrimonio. Se rumoreó que PIF iba a seguir comprando clubes y que el Inter de Milan era otro de sus objetivos.
Y mención aparte merece el Chelsea, propiedad de Roman Abramovich, un oligarca ruso que presuntamente, acaba de vender el equipo a un consorcio liderado por el dueño del equipo de beisbol, Los Angeles Dodgers, Todd Boehly.
Los clubes estado, evidentemente, han mostrado una enorme potencia de fuego a la hora de fichar, sufriendo muchas pérdidas y superando el fair play financiero que en teoría obliga la UEFA. Han causado una terrible inflación diferida al resto de equipos tradicionales.
Lo cierto es que los estados dueños de los equipos se permiten financiar directamente muchas partidas relacionadas con los clubes que poseen, sin que esto conste en ningún balance registrado. Sí: ocurre, por ejemplo, con la práctica totalidad de grandes estrellas de clubs en manos de magnates de la energía, que tienen contratos y cobros aparte del perímetro del club y los contratos declarados. Esto todavía más imposible competir con ellos a los clubes tradicionales.
Semejante modo de actúa cuesta mucho dinero, claro, a pesar de que la rentabilidad de un club de fútbol es cuestionable. No es una casualidad que la cotización de los Futuros del petróleo Brent estén en un rango estratosférico, entre 110 y 120 dólares. Lo mismo vale para los Futuros del Gas Natural, en el entorno de los 9 dólares, cuando la pasada década pasaron la mayor parte por debajo de 3. Las acciones (¿caprichos?) de los emiratos deben financiarse.
Los costes de las materias primas energéticas inciden dramáticamente en el coste de la electricidad y los combustibles. Y si el futuro es el hidrógeno verde, el gas es su fuente de energía.
El emir de Qatar estuvo recientemente en España. Su país es el quinto proveedor de nuestra economía, pero prometieron incrementar un 60% la producción en los próximos 5 años, para mitigar la dependencia con Argelia y, en menor medida, Rusia.
Francia también tiene alianzas estratégicas con Qatar y las presiones políticas de Macron y Sarkozy para que Mbappé continuara en el PSG tienen origen en el gas.
Todo apunta a que los precios de la energía están en las cotas actuales para quedarse. La gasolina a dos euros el litro y el gas en zonas similares, a pesar de que el Gobierno topó su precio para la generación de electricidad. Veremos la eficacia de la medida.
Lo que paree claro es que si QIA, con la aprobación del propio emir, está dispuesto a pagar 450 millones de euros por Mbappé en sólo tres años, es que los precios de la energía no van a bajar.
La energía es la segunda cuestión más importante para la humanidad después de los alimentos. Sin comer y beber, el ser humano muere. Sin energía, para empezar, no hay fabricación de medicamentos, ni hospitales abiertos, ni ambulancias… Es más importante aún que la sanidad.
Sin energía barata no hay crecimiento económico. Si los grandes fondos de inversión especulativos entran la industria energética de manera casi desesperada, es porque identifican dónde está la rentabilidad y la generación de caja a espuertas.
Así, no es de extrañar que el emir pague los precios obscenos que paga por Mbappé. Como se le escapó a Pep Guardiola en su día, “con subir un poquito el precio del gas un solo día ya has pagado el fichaje”.
La sociedad debe ser consciente: Si se quiere crecimiento los próximos años, para que haya empleo y salarios decentes, los costes energéticos deben bajar. O sólo habrá precariedad y pobreza. Eso sí, con clubes estado financiando a la UEFA y pagando las cifras que sea preciso, entre el sorprendente clamor popular, será casi imposible que bajen los precios energéticos.