Los ciudadanos estadounidenses han sufrido en su piel, durante los últimos años, una elevada inflación, un descenso de su nivel de ingresos, una reducción del empleo (incluso en el sector manufacturero) y un descenso importante de la producción neta. La seguridad y los beneficios de los productores protegidos no han acabado beneficiando al conjunto de la población.

Un arma de doble filo para la economía

Si se imponen aranceles, se acaba generando un aumento de impuestos que acaban pagando los ciudadanos. La propia economista sénior y directora de investigación del Centro de Política Fiscal Federal de la Tax Foundation, Erika York, ha asegurado que los aranceles como herramientas políticas son muy atractivos, pero desde la parcela económica no.

La guerra comercial de Trump contra los aranceles supuso una recaudación de 233.000 millones de dólares por las Aduanas de EEUU hasta marzo de 2024. No obstante, los consumidores estadounidenses pagaron miles de millones extra con precios más altos.

Pese a lo que digan los políticos en sus discursos electoralistas, China no paga los aranceles, sino las empresas de EEUU que importan productos chinos. Eso provoca que trasladen el elevado coste a los productos, es decir, al consumidor final.

Así es como un estudio formulado por el Banco de la Reserva Federal de Nueva York ha concluido que los aranceles impuestos por Trump en 2018 cuestan al hogar medio estadounidense 419 dólares adicionales al año.

¿Qué pasará si gana Trump?

Con las elecciones presidenciales de noviembre a la vuelta de la esquina, los aranceles vuelven a estar en la agenda política de los candidatos. Trump sigue planteando ideas arancelarias, como un arancel universal del 10% sobre todas las importaciones estadounidenses. Además, fija un arancel del 100% sobre automóviles importados.

Otra propuesta de Donald Trump ha sido reemplazar el impuesto federal sobre la renta, implantando aranceles sobre países que poseen ciudadanos que apoyan a la inmigración ilegal. 

No hay que olvidar que fue, precisamente Donald Trump, quien comenzó la guerra comercial arancelaria con China. Impuso aranceles del 25% en determinados productos. Ahora, si es elegido, aumentará los aranceles al 60%.

De vencer Trump en noviembre, se podría implantar una escalada de políticas proteccionistas, dañando a la cooperación y el libre comercio.

¿Qué pasará si gana Biden?

El demócrata y actual presidente de EEUU confía en aranceles más específicos. Así es cómo señala a nuevas tasas arancelarias sobre importaciones chinas con un valor concreto de 18.000 millones de dólares.

Coincide con los republicanos en la idea de un arancel al 100% para vehículos eléctricos, un arancel del 50% sobre células solares y un arancel del 25% sobre el aluminio y el acero. Además, desde 2025, los aranceles a semiconductores chinos alcanzarán el 50% (se duplicarán considerablemente).

La campaña de los dos candidatos, pese a lo que dijese Biden cuando se postuló para la presidencia en 2020, es proclive a mantener medidas arancelarias y, por consiguiente, a aumentar los impuestos a los ciudadanos.

Consecuencias directas

Fuera cual fuese el resultado, el aumento de los aranceles provocará una nueva subida de los precios de los insumos para las empresas de EEUU, en concreto, para las industrias manufactureras. Los consumidores percibirán un incremento de la inflación y la pérdida de ventas para los exportadores estadounidenses.

En el caso de los productores agrícolas estadounidenses, éstos se han visto muy afectados por las represalias y han padecido pérdidas directas de exportación millonarias. 

Es cierto que EEUU confía en nuevas rutas comerciales, como las instauradas con México, aunque esto no ha derivado en mejores prácticas comerciales o en una reducción de las subvenciones estatales de China.

Los aranceles sobre el acero y el aluminio por motivos de seguridad nacional se aplicaron a las importaciones del metal procedentes de la Unión Europea y otros países amigos, en particular Japón, Reino Unido, Canadá y México. Por tanto, se han aumentado las tensiones trasatlánticas. 

El futuro es incierto. De hecho, Tax Foundation señala que los aranceles restantes podrían reducir la producción de EEUU en un 0,21%. Además, los salarios se verían afectados, perdiendo un 0,14% y el empleo en unos 166.000 ocupados.

Un escenario complejo para EEUU. Si se multiplican por cinco los impuestos al 60%, se provocaría un choque negativo en las cadenas de suministro de las empresas y se verían afectados: los precios de consumo, la producción empresarial y el bienestar general.

A esto hay que sumarle que las relaciones empresariales con sus proveedores se verían mermadas, pues se desviarían más los flujos comerciales para eludir aranceles y se traduciría en unos elevados costes a las poblaciones de ambos países, especialmente, para el sector agrícola. 

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