Hasta el punto de que esta incertidumbre geopolítica alimenta las “valoraciones a la baja” y el “incremento de costes” en el circuito inversor y producirán “un deterioro de las rentabilidades” de las carteras de capital. Palabra del influyente Departamento de Estabilidad Financiera del FMI

La invasión de Ucrania impulsa los riesgos a una “valoración de los activos a la baja”, según el FMI
“Las condiciones financieras globales se han endurecido notablemente al tiempo que los riesgos se han disparado como resultado de la invasión de Ucrania”. La cita es de Tobias Adrian, director del poderoso Departamento de Estabilidad Financiera del FMI, para quien esta doble pinza será más pronunciada en los países de Europa del Este y del Próximo Oriente por su proximidad a Rusia y que reflejarán “unas valoraciones de activos más a la baja y con mayores costes” sobre la gestión de fondos. Un fenómeno que “sólo ha ocurrido” durante la fase más dura del Covid-19 con los confinamientos sociales en liza y las economías globales en hibernación. Pero que ya parecía bajo control antes de que se desencadenara la guerra en Ucrania.

“Los peligros sobre la estabilidad financiera se han disparado en varios frentes”, explica Adrian. “Incluso con mayor fogosidad de lo previsto”, si bien, hasta ahora, los mercados no se han visto afectado por “ningún peligro sistémico”. Aun así, “el repentino replanteamiento de los precios de las acciones se ha intensificado de tal forma desde el inicio de las hostilidades armadas y la aplicación de las sanciones occidentales hacia Rusia, que las vulnerabilidades sobre los parqués bursátiles han arreciado hasta un estadio en el que no se puede descartar un drástico descenso del precio de los activos”. 


  
La catapulta de revalorización de las materias primas ha añadido presiones a la inflación alcista previa a la guerra de Ucrania, admitían sin ambages los expertos en mercados de capitales del FMI en su dictamen de la reciente cumbre de primavera, lo que ha precipitado el encarecimiento del dinero en algunos bancos centrales -la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra pero también otros de la órbita anglosajona y de América Latina y Asia- para salvaguardar el ciclo de negocios post-Covid de unos precios descontrolados. Todo ello ha generado “más incertidumbre” sobre la economía mundial e impulsado el mercado de bonos, que se han disparado desde la invasión de Ucrania, con altos índices de volatilidad. 

El contagio inflacionista ha sido fulgurante. Los precios energéticos -primero, del gas y, luego, del petróleo- se trasladaron con posterioridad a los alimentos y, con ellos -y desde la incursión bélica rusa-, hacia las materias primas metálicas, deteriorando las rentabilidades previstas para los inversores. Por si fuera poco, las represalias económicas impuestas al Kremlin por parte de las potencias occidentales “están reverberando sobre el comercio, generando disrupciones -otra vez- en las cadenas de valor y cuellos de botella logísticos y poniendo a prueba la resistencia de los mercados de capitales”. 

La resiliencia del sistema financiero se produce por la amplificación de todos estos canales. E incluyen una mayor exposición, directa e indirecta, de bancos y firmas empresariales. En medio de un panorama de restricción de liquidez, mayor contracción del crédito y de la financiación internacional, de aceleración de la criptoización de los activos, en especial, entre los mercados emergentes, y de mayores riesgos de ciberataques. “Estas severas disrupciones se han dejado sentir en los principales centros de cotización de las materias primas”, donde han dominado las escenas de efervescencia y de volatilidad, lo que se ha trasladado a las carteras de inversión que han vuelto a la valoración de activos fósiles y de la Vieja Economía, y a los portfolios de productos derivados.  

Entre los efectos colaterales a medio plazo, el Fondo menciona las estrategias en curso hacia las transiciones energéticas por la restauración de subsidios a los combustibles fósiles en respaldo a empresas y hogares para contener la escalada de la luz y los carburantes. Así como un volumen notable de criptoactivos que actúan contra monedas de mercados emergentes por las sanciones occidentales contra el rublo y su rechazo a utilizar sistemas de transferencias internacionales y que podría propiciar fugas masivas de capitales. Como tercer punto de colisión, el FMI señala al proceso de digitalización: las fintechs pueden facilitar la competitividad en innovación y crear dinamismo inclusivo, a pesar de los crecientes riesgos sobre algunos segmentos de negocios por el avance de unas firmas sujetas a unos menores requerimientos regulatorios. 

Trasladado a la economía, el ambiente financiero global, según Goldman Sachs, puede precipitar al PIB de EEUU a una recesión en los próximos dos años. Hecho al que concede hasta un 35% de probabilidades Jan Hatzius, su economista jefe. En una reciente nota a inversores duda de las predicciones del World Economic Outlook (WEO) del FMI, en el que deja entrever un escenario próximo a la estanflación este año. Al menos, entre las potencias industrializadas. 
Según el WEO, el PIB global crecerá un 3,6% este año, ocho décimas por debajo de su predicción de enero -achacable a los daños colaterales de la invasión rusa- y 1,3 puntos menos que en sus perspectivas de otoño, cuando emergieron nuevas disrupciones en el comercio global, la crisis logística y, sobre todo, la escalada de los precios energéticos con el gas como su activo de más intensidad alcista. Y a pesar de que la inflación en el conjunto de Europa -la UE, Reino Unido, Suiza, Noruega e Islandia- vaya a repuntar en un 12,6% este año -desde el 4,9% de 2021- y otro 7,5% en 2023 -con el IPC de la zona del euro subiendo otro 5,3% en este ejercicio y un 2,3% el próximo año-, y Norteamérica se coloque a su rebufo -el FMI presagia un incremento del 7,4% para los tres socios del antiguo Nafta-, catapultada por la estadounidense, tres décimas más alta que la de su bloque aduanero.

“La historia sugiere que la Reserva Federal tendrá serias dificultades en endurecer la política de tipos lo suficiente como para enfriar la inflación sin causar una recesión” avisa Hatzius, igual que para suturar la brecha entre oferta de puestos laborales y demanda de trabajadores con un incremento salarial del 2%, muy por debajo del 8,5% que marcó el IPC americano en marzo. 

Olivier de Berranger, director de inversiones y gestión de activos en La Financière de l'Echiquier, considera “poco probable que las presiones inflacionistas se vayan a moderar con fuerza”, por lo que “el contexto de espiral de precios con subidas de tipos se mantendrá varios meses”. Para Berranger, “tras el último dato de inflación en EEUU, algunas voces del mercado apuntan que el IPC podría haber tocado techo”. Pero, a su juicio, el retorno del adjetivo “transitoriedad” a la hora de hablar de inflación en la primera economía mundial parece demasiado exagerado. Pese a que la subyacente, que apenas repuntó una décima, al 6,5%, “parece aflojar”. 

En su opinión, “es probable que la inflación suba menos durante los próximos meses”, lo que no significa que “pueda ralentizarse de forma clara”. Es cierto que ciertos componentes que habían contribuido con fuerza a la inflación hace un año van a experimentar una moderación en sus precios; incluso un descenso, resalta, en alusión a los vehículos de ocasión. Sin embargo, las tensiones en las cadenas internacionales de producción y de abastecimiento “están agravándose de nuevo”. Motivo por el que “no conviene exagerar la relevancia de la relajación de la inflación estadounidense”. Como tampoco la europea, dado que el BCE se está incorporando a la gestión de vuelta a la normalización de las estrategias monetarias. O la China, que no invita al optimismo precisamente, y a pesar del sorprendente dato de crecimiento, del 4,8%, en el primer trimestre, bajo duros confinamientos en Shenzhen y Shanghái.