La crisis del coronavirus ha provocado la aceleración o el cambio de algunos de los paradigmas más importantes que reinan en nuestra sociedad. Una de las tendencias que ha acelerado la pandemia ha sido la de la preocupación por el cambio climático. Organizaciones internacionales, gobiernos y empresas apuestan más que nunca por el respeto al medio ambiente. En esa nueva preocupación por el entorno, el uso de la energía juega un papel crucial. O, más concretamente, los numerosos cambios que se deben realizar a lo largo de toda la cadena energética para cumplir con los objetivos “verdes” propuestos. Y todo cambio conlleva una oportunidad de inversión. También en este caso.
La vitoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales de EEUU también ha supuesto un impulso de esta tendencia. Una de las primeras medidas que el demócrata ha tomado tras la ocupación de su cargo ha sido la reincorporación de su país al Acuerdo de París. El pacto, firmado en 2015 en la capital francesa, es el mayor compromiso internacional acordado hasta la fecha para luchar contra los efectos del cambio climático. El objetivo del plan es el de mantener para finales de siglo el aumento de temperatura por debajo de los 2 grados centígrados, incluso a los 1,5 grados. Su importancia radica, de forma especial, en el que cada país debe comprometerse a establecer sus propios objetivos en materia de regulación de emisiones de gases de efecto invernadero, así como adoptar las estrategias para alcanzarlos. En la campaña electoral, el actual presidente de Estados Unidos presentó un nuevo plan medioambiental que contempla una inversión de hasta 2 billones de dólares a lo largo de 10 años, con el objetivo de conseguir cero emisiones netas de carbono para el año 2050. Y es que EEUU, junto a la Unión Europea, Japón y más de 110 países se han comprometido con ese objetivo. La meta de China es hacerlo antes de 2060. La Unión Europea también otorga un papel preponderante a las energías limpias en la recuperación tras el coronavirus. El presupuesto a largo plazo de la región, junto con NextGenerationEU, instrumento temporal concebido para impulsar la reconstrucción, será el mayor paquete de estímulo jamás financiado a través del presupuesto de la UE. Un total de 1,8 billones de euros ayudará a reconstruir la Europa posterior al covid-19, que será más ecológica, digital y resiliente. A la lucha contra el cambio climático, la UE destinará el 30% de sus fondos, el mayor porcentaje en la historia del presupuesto europeo.
Así las cosas, muchos países se han fijado objetivos verdes para las próximas décadas y, aunque estos varían en cuanto a su ambición, todos van acompañados de cambios en los sistemas energéticos y en las infraestructuras para garantizar unas cadenas de suministro bajas en carbono. Martina Macpherson, head of ESG Strategy de Oddo BHF, subraya que “el objetivo de carbono cero para 2050 fijado por la Unión Europea en el contexto del Green Deal implicaría el abandono de fuentes de energías intensivas en emisiones como el carbón, el petróleo y el gas, mientras que las energías renovables como la solar o la eólica seguirán aumentando”.
En la misma línea, Craig Mackenzie, head of SAA Research – Multi-Asset Solutions de Aberdeen Standard Investments, explica que “unas políticas gubernamentales más fuertes y la mejora de las tecnologías de bajo carbono significan que es muy probable que se produzcan cambios a gran escala en varios sectores comerciales importantes”. Entre ellos se encuentran la energía, el transporte, la industria pesada, la minería, el sector inmobiliario, la infraestructura, la agricultura y los bosques. Las tendencias previstas se traducen en unas tasas muy elevadas de crecimiento de los beneficios de las empresas de esos sectores. Los analistas han estimado que los beneficios agregados del sector de generación de energía renovable aumentarán desde los 50.000 millones de dólares hasta el billón de dólares en 2050. Por el contrario, la demanda de carbón y gas comenzará a disminuir, lo que sugiere un crecimiento bajo, o incluso caídas, de los ingresos de estos sectores.
Por mercados, Marouane Bouchriha, gestor del fondo Edmond de Rothshild SICAV Green New Deal, destaca el potencial que EEUU tiene tras la victoria de los demócratas, mientras que “Europa es pionera en energías limpias y tiene el mercado más maduro”. Y añade que “en China, la energía solar ha superado la paridad de red con el carbón; mientras que la eólica se está acercando. En el resto de los mercados emergentes, la energía solar debería experimentar un fuerte impulso, ya que es la fuente de energía más barata”. Aunque la adaptación a los nuevos criterios energéticos afecta a todos los sectores económicos, no lo hace por igual. Evidentemente, para algunos de ellos como el financiero, el sanitario o el de las comunicaciones la transición climática tiene poco impacto en las valoraciones. Para el sector de la energía (petróleo y gas) el impacto es mucho más importante, y principalmente negativo. Para los sectores industriales, el impacto es preponderantemente positivo, ya que muchas empresas se beneficiarán del crecimiento de las nuevas tecnologías, como las turbinas eólicas, panales solares, baterías o motores eléctricos. En los sectores de servicios y materiales hay ganadores y perdedores. Pierden la minería del carbón y los generadores que funcionan con esta materia prima, y ganan la minería de cobre y el litio, así como los generadores de energía renovable. En opinión de Bourchriha, el sector de la energía solar y de eólica son algunos de los que presentan las mayores oportunidades. El primero, se beneficia de la concentración que se está produciendo en algunos subsectores como el del vidrio fotovoltaico y las placas, lo que podría provocar una mejora de los márgenes. Aunque la energía eólica registra menores niveles de crecimiento debido a su menor potencial de reducción de costes, también se está produciendo una consolidación entre los fabricantes de turbinas. Bouchriha también apunta al del hidrógeno como uno de los sectores más prometedores. “Es un segmento bastante nuevo y las tasas de crecimiento serán impresionantes”, subraya; aunque advierte de que “los inversores tienen que ser conscientes de la incertidumbre que rodea este potencial mercado y el entorno altamente competitivo”. Con todo, a nivel de índices bursátiles, los ganadores y perdedores se compensan y el efecto neto es muy pequeño. Según Aberdeen, esto significa que, cuando se pronostican los rendimientos esperados para los índices bursátiles estándar, hay muy poco impacto, al sumarse o restarse entre 10 y 30 puntos básicos por año. Algunas regiones, por ejemplo Europa y Japón, tienen más ganadores que perdedores, por lo que podrían tener un rendimiento superior. Otras, como los mercados emergentes, tienen más perdedores que ganadores. Sin embargo, las repercusiones de rentabilidad son mucho más dispersas a nivel de sectores y compañías, lo que crea oportunidades para los inversores activos que están dispuestos a hacer asignaciones estratégicas a carteras temáticas de soluciones climáticas.
A pesar de las prometedoras perspectivas de las energías limpias, los expertos hacen hincapié en que los niveles de crecimiento que presenta todo lo relacionado con el respeto al medio ambiente no están asentados. De hecho, se enfrentan a varios riesgos. El primero de ellos, la posibilidad de que los gobiernos retrocedan en sus compromisos climáticos ya declarados. En ese caso, los crecimientos serían significativamente menores. También lo serían si los tipos de interés no se mantienen en los niveles actuales, históricamente bajos. Podrían elevarse en una recuperación económica que provocase un incremento de la inflación, lo que afectaría en mayor medida a las compañías de alto crecimiento. Otro de los riesgos es que, con el tiempo, surja una “burbuja verde”, en la que los precios del mercado se eleven por encima de los múltiplos de valoración, en algunos casos ya bastante elevados, aunque en parte justificados precisamente por el alto crecimiento y los bajos tipos de interés. “Mientras que las burbujas ofrecen altas rentabilidades a los inversores, los que compran cerca de máximos no tendrán las mismas sensaciones”, considera Craig MacKenzie. En cualquier caso, los gestores hacen hincapié en la importancia de mantener en el largo plazo el horizonte de inversión, ya que el comportamiento de las inversiones “limpias” puede diferir en el corto.