Un desplome sin parangón. Lejos del 4% de la carga de profundidad registrada en el tránsito internacional que siguió al credit crunch, certificada en el ejercicio 2009. La industria, sin embargo, confía en que las vacunaciones masivas sean la catapulta de un despegue que sitúa a finales de 2021 -según las previsiones más optimistas- y que obligará a revestir las ofertas turísticas con destinos vacacionales de atractivo sostenible.
Las pérdidas económicas del turismo en 2020, a tenor de los cálculos de la Organización Mundial del Turismo, agencia adscrita a Naciones Unidas, que aparecen en su Barómetro Global, se cifra en más de 1,3 billones de dólares, tamaño similar al del PIB español, y cantidad que evalúa sólo el descenso de ingresos de la rúbrica de viajes transfronterizos. Es decir, sin tener en cuenta las mermas de valor del turismo nacional, también sometido a prohibiciones de desplazamientos por los cierres perimetrales decretados por cada país. Cuantitativamente, supone también más de once veces menos de la facturación compulsada, también en retroceso, del sector durante el ejercicio 2009. Con secuelas históricas en la vertiente socio-laboral. Porque los daños colaterales de la Gran Pandemia han puesto en escenario de máximo riesgo a entre 100 y 120 millones de puestos de trabajo directos y la amenaza de quiebra o suspensión de pagos de cientos de miles de pymes turísticas, asoladas por los problemas de liquidez y la ausencia de negocios durante su larga travesía por el desierto de 2020.
El horizonte inmediato, además, no hace presagiar todavía buenos augurios. A pesar de la seguridad impuesta con las pruebas de contagio y las cuarentenas en el tránsito internacional, la vuelta a la normalidad del negocio turístico está lejos de emerger, alerta la OMT. En esta tesitura, la eficiencia de las campañas de vacunación masivas que se han puesto en marcha es el único aliciente real para que se levantes las restricciones de viajes y se restablezca un cierto dinamismo en el sector; instante que será paulatino y que llevará al menos todo el ejercicio 2022. El secretario general de esta organización, Zurab Pololikashvili, fue muy explícito en sus palabras a la hora de situar el punto de inflexión en la industria turística: la crisis está lejos aún de superarse. Hasta entonces -precisó- las empresas deben prepararse para una recuperación que, a su juicio, operará bajo nuevos y más exigentes parámetros de digitalización y de sostenibilidad.
El Panel de Expertos de la OMT, respaldado por sondeos de opinión entre directivos del sector y análisis predictivos de su servicio de estudios, pone, sin embargo, varias fechas en el calendario para atisbar los primeros vestigios de reactivación. Casi la mitad de las firmas (un 45%) espera una mejoría de resultados en 2021, frente al 25% que pronostica un nivel de ingresos similar al de 2020 y un 30% que descuenta un empeoramiento de facturación. En medio de un clima nada optimista. La mitad de ellas dan por hecho que el rebote no se presenciará este año, sino a lo largo de 2022, cuando en el rastreo demoscópico de octubre esta percepción sólo la reflejaba el 21% de las empresas turísticas globales. También se puede ver la botella medio llena. Porque la otra mitad del macro-sondeo de opinión apuesta por una recuperación ya en 2021. Pero la visión de este 50% ha bajado ostensiblemente desde octubre, cuando apostaban por ello el 79% de las compañías del sector.
Una percepción sustentada en la aparición de los primeros test de vacunas con altos niveles de eficacia para combatir el Covid-19. De este trabajo de campo se extraer otra conclusión rotunda. Un aviso a navegantes -es decir, a operadores y a la multiplicidad de agentes que intervienen en esta industria- porque la escalada del turismo post-Covid elevará la demanda de viajes con actividades y experiencias vinculadas a escenarios con servicios de sostenibilidad medioambiental. En línea con la tendencia inversora hacia los criterios ESG y el viraje del patrón de crecimiento de las grandes economías hacia la neutralidad energética y los proyectos verdes. Los analistas de la OMT vislumbran el retorno a los niveles turísticos previos a la Gran Pandemia en el ecuador de 2023; es decir, que aún requerirá dos años y medio de recuperación, sin llegar a descartar que ocurra, incluso, en 2024.
Las directrices marcadas por la OMT tienen el respaldo de radiografías de situación como la de Angelina Villa-Clarke publicado en la revista Forbes, en la que dibuja un escenario “brillante” del sector por la toma de conciencia de “un cada vez mayor número de empresas” que han iniciado la reconstrucción de sus ofertas vacacionales con configuraciones de respeto medioambiental, ética social y una mentalidad clara de contribución al desarrollo urbanístico de los destinos que promocionan. “Están reseteando su catálogo de viajes” bajo la concepción de que “viajar es una aportación al impacto ecológico, a la modernización tecnológica y a la prosperidad” de las zonas geográficas en las que operan sus paquetes de actividades. “Fomentado los desplazamientos con experiencias vitales” y respaldando, directa o indirectamente, la generación de nuevas redes de infraestructuras, digitales o de tratamientos de aguas, regeneración urbanística respetuosas con el medio ambiente, y de utilities.
Desde la Coalición para el Futuro del Turismo, foro del que forman parte organizaciones sin ánimo de lucro de la industria y think-tanks del sector, se incide en la necesidad de que el ciclo de negocios post-Covid “engendre un nuevo turismo”. Objetivo al que se han adherido medio centenar de multinacionales turísticas partidarias de establecer un código de principios que velen por “la mitigación del cambio climático” e instaure proyectos vacacionales que promueven “una distribución más justa de la riqueza” o compromisos sociales y administrativos de neutralidad energética y fomento de las fuentes renovables. Experiencias que ya han tomado cuerpo, por ejemplo, en Adelaida, la ciudad australiana que exige a agentes turísticos, a través de la comisión turística de su gobierno municipal, actividades de preservación de sus espacios naturales, la promoción de su herencia cultural, la involucración de pymes y de negocios de su población aborigen, la utilización obligatoria de sus canales de reciclaje o el uso de su capacidad eólica, donde el estado de Adelaida es uno de los que mayores contribuyentes al mix energético australiano. Con fondos específicos de promoción, con cargo a las arcas de la localidad, destinados a cada una de estas prioridades, marcadas como estratégicas para el sector turístico.
Año para impulsar la reestructuración de las ofertas turísticas
La creciente concienciación social también invita a seguir este itinerario. “El 53% de los turistas que tienen en mente reanudar sus viajes esperan acudir a destinos más sostenibles”. Vestigio que surge del estudio The Essential Travel Forecast 2021 y que constata que la crisis sanitaria ha intensificado las preferencias por un turismo alternativo y catalizador del progreso ecológico y social. Más del 69% de los potenciales turistas esperan que la industria ofrezca opciones con un mayor atractivo sostenible, que eviten etapa de alta masificación y que incorporen alternativas de especial interés. Y otro 63% considera que las empresas turísticas deben adaptarse a ofertas renovadas que capten la atención del país en el que van a desarrollar su actividad con “medidas inteligentes de exclusividad de sus servicios y con finalidad de prosperidad social”. O, dicho de otro modo, que el negocio turístico revierta parte de sus ingresos en las comunidades locales en las que sitúan sus ofertas. Un aspecto que también evalúan las líneas áreas, que se encuentran también en plena reestructuración de sus vuelos directos.
Virgin Atlantic, por ejemplo, acaba de anunciar una nueva ruta desde el aeropuerto londinense de Heathrow a la Isla caribeña de San Vicente y Granadinas desde el pasado enero. En busca de los escasos espacios de cielos abiertos que se localizan preferentemente en esta área de sol y playa -como Barbados, La Antigua, Cuba o Jamaica, entre otros destinos- pero también por las experiencias vacacionales que han creado tour-operadores y firmas locales, que combinan aventura con ofertas gastronómicas, de ocio nocturno y actividades deportivas gestionadas por empresas nacionales, visitas a museos, actos culturales o monumentos de interés histórico. Alicientes muy enfocados al 93% de los jóvenes que reconoce haber incrementado su deseo de viajar tras la pandemia. El 75% de los millennials y de la llamada Generación Z aspira a planificar viajes largos con altos contenidos de actividades que les lleve a involucrarse en la sociedad del país de destino, mientras el 81% de ellos espera cambios en los estándares ofrecidos por las empresas del sector en sus vacaciones de verano, asegura un estudio de McKinsey.
Un compás de espera idóneo para recomponer ofertas. Porque entre el 35% y el 45% de posibles viajeros no reanudarán sus desplazamientos hasta que el coronavirus no esté bajo control. “Es el momento de repensar el cliente-objetivo, de escuchar las preferencias de los consumidores y de diseñar campañas de promoción que coincidan con las reivindicaciones de la sociedad civil para modernizar las estructuras económicas de sus localidades. Un desafío que cobra mayores opciones de éxito por la digitalización y las preferencias telemáticas de los consumidores hacia los ecosistemas y las plataformas de compra online y la mayor flexibilidad laboral del teletrabajo, que deja resquicios a las decisiones de viaje en etapas ajenas a los periodos vacacionales clásicos como recuerda la firma de consultoría, que define a este fenómeno como “el incremento de los nómadas digitales”. Y que, al mismo tiempo, tiene un factor catalizador de primer orden, porque como recuerda la OMT “el turismo es el mayor generador de riqueza y empleo en los países que reciben a los consumidores de servicios de esta industria que, hasta la irrupción del Covid-19 ganaba peso entre las economías avanzadas y en desarrollo”.
Hasta suponer el 10,4% del PIB del planeta, con 8,8 billones de dólares. Algo más de la suma de las economías de Japón y Alemania, tercera y cuarta del planeta, con una generación de ingresos de más de 5.000 millones de dólares al día. Sin contar con su influencia recaudadora en otros segmentos de actividad, como el de los transportes, que aporta otros 1,7 billones de dólares anuales. En 2019, como recuerda la OMT, se produjeron más de 1,4 billones de viajes internacionales. Dato que refleja la magnitud de la caída en el año de la Gran Pandemia. En todo el mundo, uno de cada cinco empleos generados en los últimos cinco años, han sido creado directamente por el turismo.
El brusco deterioro del sector en España
El sector turístico español ha perdido 106.000 millones de euros en 2020 por la fulgurante caída de la actividad en esta industria vital para el dinamismo de la economía, según Exceltur, que se achaca a los cierres perimetrales y las restricciones en los viajes internacionales y que ha dejado en estado de shock a las empresas turísticas, que han aportado 55.393 millones de euros menos de divisas -una contracción del 68,9% sobre el conjunto de 2019- a un segmento productivo cuyo peso en el PIB ha retrocedido hasta significar el 4,3%, más de ocho puntos respecto al 12,4% que aportó en 2019. Y cuyos empleos afectados alcanzan los 728.000 puestos laborales -435.000 en ERTE’s provisionales y más de 293.000 despidos o contratos no renovados en la industria, en relación a diciembre de 2019. La alianza de empresas turísticas explica, además, que sus distintas ramas y subsectores han concentrado hasta el 85% de las pérdidas de afiliación interanual a la Seguridad Social y al 56% de afectados por ERTE’s, registrando una caída promedio del empleo del 38,1%; un desplome excepcional en su comparación con el resto de sectores, que se sitúa en el 2,5%. Primordialmente, por el súbito frenazo de turistas extranjeros -un 78% menos respecto a 2019, unos 65 millones- e ingresos, del 77%. Aunque también por el deterioro de la demanda española, del 47,4%, unos 82 millones de desplazamientos domésticos menos con un descenso del gasto turístico del 47%.
El Banco de España pide cambios estructurales en el sector turístico. El organismo regulador se une a las peticiones de ofertas turísticas “diferenciadas y menos congestionadas” que permita al sector poner en marca “servicios de más calidad”. Con objeto, además, de rivalizar en valor añadido y no solo por competencia de precios. Estos cambios estructurales -dicen sus expertos en su última radiografía trimestral de la industria motriz de la economía española- permitirán consolidar la diversificación del turismo extranjero. La economía española es particularmente sensible a la evolución del turismo, recuerda el organismo y el empeoramiento de la crisis del Covid-19 ha ido truncando su reactivación. Al tiempo que reclama políticas económicas que se adapten al desplome y a la esperada recuperación del sector y que “combinen elementos de mitigación de la acusada pérdida de rentas a corto plazo con estímulos que faciliten los cambios estructurales cuya necesidad había sido ya identificada con anterioridad al Covid‑19”. En línea con las reivindicaciones de Exceltur al Gobierno para que desembolse ayudas directas suficientes e inmediatas para apuntalar el descenso del negocio de los últimos doce meses y sentar las bases del despegue de la actividad cuando la situación epidemiológica permita retirar las restricciones sociales.
En este sentido, el Banco de España recuerda que la coyuntura hispana es muy sensible a la evolución de la industria turística, “tanto en términos de actividad como en su contribución al saldo neto exterior, dentro del cual el superávit turístico superó el 3% del PIB en 2019”. Y, de forma muy expresa, deja dos lecturas de calado: parece conveniente -explica el informe- que las políticas económicas que se adopten en relación al sector, combinen elementos de mitigación de la acusada pérdida de rentas con estímulos que faciliten los cambios estructurales y cuya necesidad había sido ya identificada con anterioridad al Covid‑19. A la que añaden una segunda recomendación para que la industria refuerce la digitalización y el capital humano y asuma como uno de sus principios rectores la sostenibilidad de los destinos turísticos, en particular del litoral, con la finalidad de mejorar la experiencia turística, a través de una oferta más diferenciada y menos congestionada, ofreciendo así unos servicios de mayor calidad", añade la institución.
Un avance que “permitiría consolidar la diversificación del turismo extranjero y recabar viajeros de mercados como el de EEUU, China o los de los países nórdicos, así como nuevos segmentos y ramas de actividad; por ejemplo, el turismo urbano y de negocios, con mayor gasto promedio que ya se estaba iniciando antes de la crisis sanitaria”.
Vea la entrevista a José Luis Zoreda, vicepresidente ejecutivo de Exceltur