Palabras no carentes de humor que habrán contribuido seguramente a la mala reputación de un mes de otoño que siempre ha sido cuestionado por los inversores. No obstante, en contra de las ideas preconcebidas, octubre se revela como un mes especialmente positivo para el parqué: en comparación con los 40 últimos años, el Standard & Poor’s 500 (principal índice del mercado estadounidense) mostró un repunte medio del 1,0% en el transcurso del periodo.


Si bien la estadística final es presentable, el mes de octubre suele caracterizarse, cuando menos, por su volatilidad. Dejando a un lado los siniestros acaecidos en octubre de 1987 u octubre de 2008, con un retroceso del 21,8% y el 16,9%, respectivamente, en el S&P 500 (sus dos peores rentabilidades mensuales en 40 años), nuestro recuerdo más reciente no podrá olvidar el fenomenal rebote de octubre de 2011 con un +10,8% de rentabilidad. Por último, cabe señalar que, durante los mismos 40 años, el mejor mes en las bolsas sigue siendo el de octubre de 1974, con un avance del 16,3%. El mes de octubre no ha sido malo para la bolsa, sino más bien un mes marcado por una excesiva volatilidad.


El repunte del 2,3% cosechado por el S&P 500 en octubre de 2014 no destacará en las estadísticas futuras. Sin embargo, los inversores europeos han sido testigos de un mes de octubre bastante dispar respecto a otros años. En esta orilla del Atlántico, la historia bursátil tomó otro rumbo. El Stoxx Europe 600 (índice bursátil europeo que equivale al S&P estadounidense) descendió en 1,8% al cierre del mes, y tiene dificultades para llegar a los máximos del año, al contrario que su homólogo estadounidense.

Pero octubre de 2014 confirma especialmente la tradición que marca la volatilidad estacional. Esta volatilidad se atribuye al cambio brusco en las expectativas de los inversores respecto al calendario de la subida de tipos en Estados Unidos. La primera subida de tipos, prevista inicialmente para la primavera de 2015, parece haberse aplazado hasta el día del juicio final, a la vista del crecimiento anémico de la economía internacional y de la baja inflación en todo el mundo. Las previsiones de los actores han cambiado de forma radical, lo que conlleva una serie de repentinas consecuencias en el mercado.

Como agravante, la aplicación de nuevas normas financieras que tratan de «suprimir el riesgo» en los balances de la banca comercial ha hecho que estas entidades no sean capaces de aportar, en tiempo real, precios y liquidez sobre estos mercados. La ausencia de los bancos en una de sus ocupaciones históricas, la de creadores de mercado, y su incapacidad para ofrecer liquidez al conjunto de los inversores han provocado una serie de efectos colaterales inesperados y espectaculares: el 15 de octubre, el rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense con vencimiento a 10 años sufrió una corrección inusitada (-40 p.b. / -16,4%) antes de cerrar el periodo sin apenas cambios. En Europa, el rendimiento de la deuda pública italiana con la misma duración aumentaba en casi 50 p.b. (+20%) en tan solo dos días.

Recordando la convulsa rentabilidad de los mercados en octubre, Jean Laurent Bonnafé (Director General de BNP PARIBAS) afirmaba lo siguiente: «Los balances bancarios, que quedan sujetos a nuevas normas, ya no están autorizados a mantener tantos inventarios». Por su parte y conforme a su indicador, Royal Bank of Scotland estima que la liquidez de su mercado crediticio, es decir, la facilidad para ejecutar transacciones en bonos de empresa, se ha deteriorado un 70% desde la crisis de 2008.

Esta escasez de liquidez, justo en el momento en el que el fenómeno de desintermediación para financiar a grandes empresas se convierte en la regla, explica en buena medida la violencia de los movimientos que han perturbado el conjunto de los centros financieros en el último mes.

En nuestro universo, que se caracteriza por unos tipos bajos, habrá que aceptar estos cambios de humor tan mal avenidos. En efecto, ofrecen una mayor posibilidad de comprar activos de riesgo en buenas condiciones. Sin embargo, imponen como contrapartida un importante esfuerzo psicológico, con el objeto de aceptar más volatilidad para la misma rentabilidad a largo plazo.
Didier Le Menestrel, Presidente de Financière de l'Echiquier