Un ETF es un fondo de inversión cotizado. Eso tiene sus ventajas: tiene una liquidez similar a las acciones, tiene una diversificación y unos costes más bajos que los fondos tradicionales de inversión. Hay distintos tipos de ETFs: los inversos y los apalancados.
Un ETF inverso es aquel que replica de modo contrario el comportamiento que tiene el índice. Es decir, si el índice se sube un 10%, el ETF inverso caerá un 10%. Esto se suele utilizar a corto plazo y tiene un uso técnico, a través de swaps y de derivados y es a corto plazo porque replica muy bien el comportamiento inverso de un índice, pero en el propio día.
Si lo llevamos a más largo plazo o en momentos de volatilidad, ya no va a replicar exactamente. Es decir, si a lo largo de un año un ETF ha obtenido un 10%, el ETF inverso probablemente no haya tenido -10%, o viceversa, si el índice ha caído un -10, el ETF no va a tener un +10.
Por ejemplo, compramos un índice cuando vale 100 con un ETF inverso: cuando el índice sube un 25%, el ETF inverso va a replicar lo contrario de lo que hace el índice, es decir, va a caer un 25%. Por lo tanto, al final del primer día vamos a tener que el índice vale 125 y nuestro ETF va a valer 75. Pero si al siguiente día el índice cae un 20%, nuestro ETF va a subir un 20%, con lo cual nosotros habremos obtenido después de dos días una caída, es decir, nuestro ETF valdrá 90 cuando compramos en 100 mientras que el índice habrá vuelto a 100. Por lo cual, en el corto plazo (un día) sí que replica bien, pero a más días y con una volatilidad extrema, no tiene nada que ver. Con lo cual son instrumentos para muy corto plazo.
Los ETFs apalancados son muy parecidos a los ETFs inversos y al igual que los ETFs inversos, lo que hacen es replicar de modo