Suele decirse que la inflación es el aumento generalizado y sostenido de los precios. Esto no es así. Quizá podríamos decirlo en un uso coloquial, pero la subida de los precios no es sino una consecuencia habitual de la inflación. Estamos acostumbrados a escuchar esta errónea definición porque es la que se utiliza en muchos manuales de economía. Pero ¿por qué se usa si no es eso la inflación? Pues porque la inflación mide la variación del IPC en dos periodos de tiempo. De tal modo que, si esa variación es positiva, los precios han aumentado. Pero no hay que confundir lo que mide con lo que es. Mucho cuidado porque esto se ha extendido tanto que ya es la única definición que se suele encontrar ¡y no es la correcta!
La inflación es, realmente, la pérdida de valor de la unidad monetaria. Si la moneda vale menos, los bienes y servicios que adquirimos son más caros, porque el poder adquisitivo de la moneda (el precio del dinero) ha disminuido.
Desde tiempos inmemoriales los estados creaban inflación (hacer que la moneda valga menos) mezclando metales menos valiosos en las monedas que había en circulación, o emitiendo papel moneda. Este era un modo muy habitual de financiar los gastos estatales. Creando dinero o envileciendo la moneda, el estado se financia. Además, como el dinero comienza a valer menos, los deudores se benefician, pues su deuda disminuye en términos reales. ¿Quién es el principal deudor de una economía? Bingo, el estado. Además, a pesar de generar subidas de precios, se pueden echar culpas a otros agentes económicos. Es curioso ver en el telediario cómo algunos políticos se quejan de las subidas de precios de la cesta de la compra, cuando el precio ha aumentado precisamente por la inflación que ellos han creado. Pero es mejor echarle la culpa al pernicioso productor de carne o de leche, que quiere enriquecerse a costa de los ciudadanos y por eso sube el precio de sus productos. Nada es más falso que esto.
La inflación encanta también a los estados porque es un impuesto camuflado. Si el estado crea dinero, lo puede gastar en lo que sea para incrementar sus votos, pero cuanto más dinero haya en circulación, a igualdad de circunstancias, su valor será menor y los precios (a igualdad de circunstancias), tenderán a crecer, lo que supone que el dinero que poseen los ciudadanos vale menos. Es decir, el estado puede financiarse a costa de que las personas vean cómo disminuye su poder adquisitivo. Es parecido a una devaluación de la moneda. Obviamente las consecuencias a largo plazo de la inflación son malas, pero la visión del político es muy cortoplacista. Y como decía Keynes, “a largo plazo todos muertos”. No hablemos de la mayor recaudación por la no deflactación, porque eso daría para otro artículo.
Conociendo estos efectos, ningún ciudadano querría la inflación: pérdida de ahorro, inestabilidad monetaria, etc. De hecho, una inflación no excesiva, como puede ser del 3%, hace que en la vida laboral de una persona se cuadripliquen los precios. Nadie quiere esto. Pero en cambio es muy conveniente para las autoridades. Algunos de estos efectos de una sociedad que vive con inflación, como la nuestra, son: hace cada vez más difícil que las personas de rentas bajas se cubran el futuro con el ahorro para su vejez; desincentiva el ahorro; fomenta el endeudamiento; al destruir la clase media, crece la amenaza de mayores desigualdades entre rentas altas y bajas; se animan los comportamientos cortoplacistas atendiendo sólo a consecuencias inmediatas de nuestros actos; y muchos otros más.
Una de las peores consecuencias de la inflación es el desempleo que genera. Si los precios aumentan de forma general (como consecuencia del incremento de la oferta monetaria, por ejemplo, que hace que el dinero valga menos), muchos proyectos de inversión serán acometidos porque tendrán beneficios contables. Si bien, estos beneficios serán en unidades monetarias con un valor mucho menor. Además, se incentiva la creación de miles de proyectos empresariales porque parece que todos tienen beneficios. Muchos de estos alocados proyectos terminarán por fracasar y muchos otros disminuirán beneficios o cosecharán pérdidas en cuanto el crecimiento de la oferta monetaria se reduzca. Todos esos factores productivos de recursos humanos de los proyectos que tienen que cesar su actividad, son despedidos. Es cierto que es un desempleo friccional y no estructural, pero desempleo, al fin y al cabo.
Teorías económicas que defienden la intervención en los precios han llevado, incluso, a la destrucción total del sistema monetario de países. Por ejemplo, cuando una inflación se quiere mantener en el tiempo, pero los agentes económicos lo prevén o el ritmo de aceleración de la creación de dinero se vuelve más lento, podemos llegar a una hiperinflación, o a la recesión inflacionaria o estanflación.
Esto es lo que sucedió en la Alemania de los años 20 del siglo pasado. Se incrementó tanto la oferta monetaria, que los marcos dejaron de tener valor. El precio del marco alemán cayó tanto que los mendigos se calentaban quemando billetes y los niños jugaban con millones de marcos. Y es que, en términos nominales, todos los trabajadores eran multibillonarios, pero una barra de pan valía varios millones de marcos. Era tal la inflación que el precio del pan era uno para los del comienzo de la cola y el doble o el triple para los del final.
El marco alemán dejó de tener valor y la gente pasó a intercambiar en sellos, tabaco o en otros medios aceptados. Esta situación fue el caldo de cultivo perfecto para el nazismo. Y los alemanes, con su buena memoria, tienen como mandato constitucional del Bundesbank que garantice la estabilidad monetaria (no así el resto de bancos centrales, que tienen también como objetivo el crecimiento económico).
Viendo el gráfico de la pérdida de valor del marco, piense en comprar un estuche para su hijo en 1918 por 1 marco. Bien, 5 años después le costaría ¡un billón de marcos! En Venezuela, por el precio de lo que costaba un coche, un año después, en el 2017, apenas puedes pagar el primer plato de un restaurante cualquiera. De hecho, la inflación de 2018 en Venezuela fue de más de 1.500.000%.
Para terminar de entender la inflación piense en los intercambios al revés. ¿Cuántos bolígrafos me cuestan un euro? Imagine que 1€=1bolígrafo. Es decir, un bolígrafo me cuesta un euro. Si se empiezan a producir muchos bolígrafos, bajarán de precio, por lo que me costará, verbigracia 0,5 euros cada bolígrafo. Pero imagine que, en vez de aumentar la oferta de bolígrafos, lo que aumenta es la oferta de dinero. Entonces lo que me costará menos será adquirir monedas.
Es decir, un bolígrafo me cuesta un euro. Si hay inflación, un bolígrafo podrá comprar dos euros. O lo que es lo mismo, con un euro podré comprar sólo medio bolígrafo. No es que el bolígrafo haya subido de precio porque el productor esté sacando mayores márgenes, sino que la unidad monetaria ha perdido valor.
Artículo extracto del libro “La Valentía de la Ignorancia”