En este sencillo proceso la clave reside en gestionar eficazmente el pago de impuestos. Vamos a verlo de una forma muy sencilla, legal y al alcance de todo inversor. El objetivo: obtener una rentabilidad compuesta anual que no esté sujeta al pago de impuestos de la renta. Hagamos los números con un ejemplo que puede ser de mucha utilidad para el inversor español que busca una gestión patrimonialista. Vamos a partir de un capital inicial de 100.000 euros y un horizonte de inversión de largo plazo. Nos ofrecen tres alternativas a un plazo de 5 años y con un tipo de interés del 2%:
(1) depósito en entidad solvente,
(2) bono de emisor solvente,
(3) fondo de inversión garantizado (o monetario, por ejemplo).
En un principio se trata de alternativas de riesgo bajo, con mismo plazo y rendimiento, que deberían ser indiferentes para el inversor. No es así. En los dos primeros casos los rendimientos de capital están sujetos a retención, erosionando el efecto del interés compuesto. Mientras que en el fondo de inversión se reinvierte la totalidad del interés generado, creando una “bola de nieve” cada vez más grande y rentable para el inversor, que verá cómo trabaja plenamente el tipo de interés compuesto sobre su cartera.
Así, al cabo de 5 años los 100.000 euros invertidos en el depósito o bono se convertirán en 108.154 euros, una rentabilidad media anual del 1,58%. En el caso de que los hubiéramos invertido en el fondo garantizado tendríamos en la cuenta 110.408 euros. Es decir, 2.254 razones (euros) a favor de la tercera alternativa.
¿Y cuándo llegue el momento del reembolso del fondo y hacer cuentas con Hacienda? Entonces tendremos la posibilidad de diseñar una estrategia fiscal, compensando, por ejemplo, con minusvalías de otro fondo o cartera acciones. Ahora son 2.255 razones a favor de una gestión inteligente de una cartera de fondos de inversión.
100.000 euros, 5 años y un tipo de interés del 2%
¿Depósito, bonos o fondo de inversión?
Fuente: advisory GdC