Adoro Argentina. Es un país increíble, un poco inclasificable, pero donde gotea el talento de manera desordenada. “Siempre un argentino en el equipo”, se dice en el argot futbolístico y por algo es. Técnica y garra a la vez.
Los argentinos tienen peor fama de la que merecen, o al menos eso sostengo yo, que he trabajado un par de años en un medio de allá y lo hice no sólo a plena satisfacción, sino con felicidad. Fueron exquisitamente cumplidores. De no ser por la pandemia, ahí seguiría, seguro. Hay un exceso de imagen menottista del argentino; embaucador pero perezoso, lírico pero disoluto, y eso no es así.
El argentino es negociador, trabajador, brioso, emprendedor, resolutivo… y con unos picos de talento similares a los españoles. Todo esto quedó enterrado durante muchos años de peronismo, (y el macrismo, que fue otro desastre), donde una mitad de la sociedad ha quedado subsidiada de alguna manera: directamente, o con empleos públicos, muchos de ellos injustificables. Algo muy parecido a España, por cierto.
Pero, en una reacción entre lo sorprendente y lo inevitable, emergió un liberal-libertario, de pelo desaliñado y discurso histriónico en la forma… pero muy muy muy interesante en el fondo. El propio Javier Milei ha justificado más de una vez que preconizar un paradigma nuevo no se logra con un lenguaje técnico y pausado: no hace caso nadie. No se le puede hablar a la gente como si fueran catedráticos o miembros de consejos de administración. La masa es lo que es, culturalmente. Entre otras cosas, porque a Misses, Rothbart, Ayn Rand, Hayek o Locke lo han leído dos y el del tambor. Quería despertar leones.
A Milei podía vérsele en RRSS a finales de la pasada década, en medio de una corriente liberal latinoamericana que tiene un peso ideológico indiscutible en los tiempos actuales. Antonella Marty, Gloria Álvarez, Axel Kaiser… tenían un discurso libertario, directo, cañero y combativo. Al más puro estilo... ¿Podemos? Desde luego, los contenidos del discurso eran opuestos y con mucho más poso de conocimiento, pero el lenguaje incisivo y sin concesiones era parecido. Sin el menor complejo. Por aquí, conectaban con ellos JR Rallo, María Blanco, Rodríguez Braun… pero parecían el globo del momento, al que no merecía la pena prestar la más mínima atención, ya que se desinflaría en poco tiempo.
En un giro que algunos tildan de milagro, Milei se ha hecho con la presidencia argentina. Ha tumbado al peronismo, que estaba más que incrustado. En diciembre cumplirá un año. Está cumpliendo lo que dijo y, sobre todo, habla a la sociedad como si fueran adultos. Sin necesidad de citar a los clásicos del liberalismo. Explicando las cosas claras, aunque duelan.
Ha prohibido la monetización de deuda y la impresión de dinero. Eso ha provocado un recorte de la inflación automático y vertical. Ha liquidado la agencia tributaria, reemplazándola por otra con un tercio menos de plantilla, anulando el perverso incentivo ligado a los nuevos expedientes abiertos (¡¡bravo!!).
Sabiendo que Argentina cuenta con unos 277.000 millones de dólares de capital evadido del país, (para un PIB del orden de los 650.000 millones), aprobó una amnistía fiscal que ha repatriado 18.000 millones, un 6,6% de la fuga, ya porque han regresado del exterior o han aflorado de las cajas de seguridad donde estaban guardados. Habrá más tramos de este mecanismo de repatriación, y si continúa el ritmo, ese capital real será una auténtica transfusión de sangre para el enfermo anémico. Es un cambio de papelitos por capital.
Es decir, ha parado la maquina de imprimir billetes que tanta inflación ha causado en todo el mundo y cambia el papel (mojado) moneda por el capital procedente de la economía real. Dólares.
Hablamos de la imprenta argentina, pero las hay mayores y funcionando a todo tren en el BCE, la Reserva Federal, el Banco de Japón, de Inglaterra… Son las grandes generadoras de inflación en el mundo, cosa que se ignora de una manera inaudita en general.
Después de la imposición del déficit cero, de la no licitación de obra pública, el fin de las subvenciones al cine o de la publicidad institucional, está claro que el giro pro market es un hecho. Y, claro, el riesgo país está bajando, ya por debajo de los 1.000 puntos básicos, cuando venía de 2.500-3.000. Del subidón que lleva el Merval no hace falta hablar.
El dinero empieza a llegar a nuestro país amigo, insistimos. No sólo mediante la amnistía, que ya sólo eso está muy bien. Las empresas españolas están sobrevolando el terreno desde hace tiempo. Olisqueando. Estudiando opciones de regreso, porque saben que si no se tuerce nada, el momento de invertir es ahora, o dentro de muy poco tiempo más.
Quedan uno o dos ejercicios duros por delante, hasta que, como se dice, la macro se estabilice, es decir, el capital cristalice en inversiones en la economía real y eso se refleje en crecimiento, empleo y salarios mejores. Será dura la recolocación de tanto empleado público que se va a descolgar, pero una economía creciente deberá reubicarlos.
Por el camino hay dos objetivos, uno urgente y otro de medio plazo, que suavizarán los dolores más de lo que la gente cree: el levantamiento del cepo cambiario, que pone tope al cambio de divisas y el investment grade, para el que falta algo más, obviamente. Eso dará seguridad jurídica, la asignatura pendiente.
Pero el país ha comenzado a andar. Milei tiene un plan para 30 años, de prosperidad y crecimiento, algo que brilla por su ausencia en la práctica totalidad de políticos del mundo, que sólo venden su reelección por lo que sea. Aun es más notorio el desconocimiento por parte de la supraestructura política global del funcionamiento monetario y sus consecuencias. Que es la que rige nuestros destinos. Dicen que Kamala Harris ha sido penalizada por la inflación. Es cierto.
El Peluca Milei sabe un rato de esto: doctor en Economía, con experiencia en el Banco de Argentina o en el HSBC. Conoce mejor que nadie los truquitos de banqueros y políticos populistas. Porque el populismo es imprimir billetes y pagar clientelismos con ese papel inflacionario, y no otra cosa.
Los resultados llegarán sí o sí... salvo que aparezca algún tipo de Cisne Negro, que no deseamos. Sería un desastre que ocurriera algún factor no previsto al que se pudieran agarrar las fuerzas que tanto ha costado echar y que hicieron de Argentina uno de los países más pobres del mundo. Si eso sucediera, volverían las viejas prácticas y las inseguridades jurídicas de antaño.
De momento, en Argentina se acabó la plata, como denuncian las fuerzas opositoras. Llega el capital. Eso es mucho mejor.