El año pasado, el Ejecutivo se quedó a las puertas de cargarse definitivamente las sociedades de inversión inmobiliarias cotizadas (socimi), presuntamente, por la oposición de Junts, que parece que se ha cansado de tanto ataque al ahorro y la inversión. Pero se notó que se había quedado con las ganas.
La naturaleza humana es la que es y esto me recuerda a un par de jefes que he tenido en el pasado, que se les metía entre ceja y ceja algo por un calentón (casi siempre, relacionado con despedir a alguien) y aunque algunos frenáramos la decisión con argumentos en varias ocasiones, más pronto que tarde llegabas un día al trabajo y te encontrabas la sorpresa: despedido sin avisar. Y entonces ya daban igual los argumentos.
La Biblia, que por encima de todo es el primer gran tratado de psicología humana, ya narra cómo Saúl quería matar a David por pura antipatía, a pesar de que le hizo un servicio enorme matando a Goliat. Pero por la noche le reconcomía el resquemor.
Aquí, lo mismo: hay que acabar con las socimi por pura antipatía, sin saber muy bien por qué, culpándolas de lo que no son responsables e ignorando lo bueno que hacen, que es mucho, como remodelar barrios, por ejemplo.
‘Johnson el de las renovables’ es el estereotipo de aséptico director de inversiones de determinada área, que hace tiempo que eliminó España de su radar de inversión por inseguridad jurídica. Lo sufrió en sus carnes Ismael Clemente, alma mater de Merlin Properties, que explicaba cómo, en un ya lejano 2014, al intentar captar capital internacional en la colocación de su socimi, le dijeron que no, porque “los políticos cambiarán el régimen del producto”.
Cuando Clemente insistía en la integridad del mercado español y aportaba como argumento garante la pertenencia a la Unión Europea, más por un prurito de reivindicación de las bondades de su empresa que por vergüenza patria, le contestaron: “que venga Johnson, el de las renovables”. Cuando apareció el aludido (real o figurado), fue preguntado: “a ver, ¿a ti te cambiaron el régimen?”, la respuesta fue “¿A mí? ¡A mí me jod… vivo!”
Lo de las renovables nos suena, aunque sea de oídas, a todos. Impuesto a sangre y fuego un giro de modelo energético por el devastador tándem Zapatero-Sebastián, nos generó un lío que todavía estamos sufriendo (y pagando). El primero del celebérrimo dúo, sin tener ni recontra-repajolera idea de energía; el segundo, prestigioso economista, responsable intelectual, sin embargo, de una lista de dislates económico-empresariales, en sus tiempos de la Oficina Económica de Moncloa (opas sobre Endesa, asaltos al BBVA, descabezamientos en Repsol…) o ministro de Industria, por no hablar de su etapa al frente del servicio de estudios del propio BBVA, donde los pocos que le recuerdan lo hacen con horror por el escaso alineamiento con la entidad que le pagaba.
Ambos pretendieron dar un revolcón idílico a ese modelo energético de España impulsando las renovables, a través de remuneraciones garantizadas de entre el 7%-15% a la fotovoltaica, biomasa, eólica y termosolar, en un decreto de 2007, apenas unos meses antes de que estallara la crisis financiera.
Luego, llegó Rajoy (otro que tal) y quitó las garantías en 2013, tanto a los nuevos proyectos como a los vigentes, con carácter retroactivo. De manera gruesa, puede decirse que la remuneración cayó a la mitad y, por tanto, a muchos inversores de carácter financiero dejaron de salirle las cuentas.
Esos financieros estaban endeudados y se vieron en un berenjenal importante, al no poder hacer frente a sus compromisos si recortaban la remuneración garantizada. Llegaron las demandas, claro, algo que no ha hecho más que empezar, con coste al contribuyente. Esas genialidades políticas las pagamos todos.
Las del PP también, ojo, que era estupendo escuchar a Álvaro Nadal ante los inversores informándoles de que el déficit de tarifa se repartiría entre las empresas, los consumidores, y el Gobierno, es decir, "un tercio" para cada parte. Y se enfadaba si le decían que la realidad era que dos tercios iban con cargo al ciudadano, porque ¿de dónde, sino, sale el dinero del Ejecutivo?
Resulta impresentable que España lleve 20 años, tranquilamente, en un proceso de continuo cambio reglamentario (erosivo) en lo relativo a mercados e inversión. Desde 2004:
- Se han subido los tipos sobre plusvalías continuamente y se han variado sus tramos.
- Del IRPF no hace falta ni hablar: ricos a partir de 60.000 euros anuales. Del IVA, ocho cuartos de lo mismo.
- Se ha modificado el marco en las remuneraciones a las renovables.
- Se ha introducido la tasa a las transacciones financieras.
- Se han eliminado de facto las sicav y los planes de pensiones.
- Se han aplicado impuestos inventados a bancos y eléctricas, así como a las fortunas.
- Se han herido de muerte a las socimi.
- Por supuesto, se han anulado o reducido al máximo todo tipo de deducciones.
- Se ha planteado que los fondos de inversión paguen “todos los años”.
Por citar algunas genialidades a bote pronto. De carrerilla, no he tenido que hacer ni google. A cambio, ni una medida de incentivo a la inversión directa o indirecta, a la formación bruta de capital, al ahorro…
El presidente Pedro Sánchez, poco menos que aguantándose la risa, dijo hace poco que España es “pata negra”, igual que Zapatero dijo que éramos la Champions League. Ilustres tonterías, algo inevitable cuando nuestro sistema aflora políticos a los cargos sin el menor conocimiento técnico. El que tiene razón, al final, es Johnson. Los que lo pagamos, nosotros.