También se ocupa de garantizar la trazabilidad de nuestros productos favoritos, mejorando la seguridad de la cadena alimentaria, y haciéndonos la vida más fácil gracias a su presencia en los asistentes de voz o a plataformas como Netflix, que solo necesita que veamos unas pocas series o películas para hacernos recomendaciones según nuestros gustos. Gracias a técnicas como el reconocimiento facial, podemos desbloquear nuestros móviles de forma segura y mantener a salvo toda nuestra información.
La IA se ha convertido en algo tan natural para nosotros que en ocasiones no reparamos en su uso, como ocurre con cualquier otro avance tecnológico. Además, siempre debe ir de la mano de la ética y de un exigente control legal. Recientemente, Microsoft , IBM y Amazon han puesto el foco en esta cuestión al anunciar que suspendían las ventas de sus softwares de reconocimiento facial a la policía y a las agencias de seguridad de Estados Unidos. Tras la decisión de estos tres gigantes tecnológicos se encuentra la preocupación por su uso inadecuado, enfocado a la identificación de ciudadanos sin su consentimiento.
Esta reacción, lejos de poner en entredicho el uso de una inteligencia artificial, debe recordarnos el sentido de esta tecnología y la máxima que debe guiar su evolución: estar siempre al servicio de las personas y de la mejora de su calidad de vida. Quienes trabajamos en la creación de diferentes tipos de software biométrico, como el utilizado para el reconocimiento facial, sabemos que estos avances solo tienen cabida en nuestra sociedad si van de la mano del más absoluto respeto a la privacidad. El uso de estas herramientas, tanto por parte de entidades públicas como por empresas privadas, no puede tener un destino diferente al de facilitar el ejercicio de nuestros derechos y ampliar nuestras libertades.
Evolución legislativa para una mayor seguridad tecnológica
El pasado 3 de junio, la comisaria de Asuntos de Interior, Ylva Johansson, contestaba a la pregunta de una eurodiputada sobre el supuesto uso de la nueva tecnología de reconocimiento facial en Europa, basada en la recopilación de fotografías publicadas por los ciudadanos en sus propias redes sociales. La comisaria aseguró que sieste tipo de software se utilizara en el mercado europeo “todo tratamiento de datos personales tendría que realizarse de conformidad con las normas de protección de datos de la UE que protegen los derechos y libertades fundamentales”. En su respuesta, Johansson mencionaba expresamente el artículo 9.1 del Reglamento General de Protección de Datos (UE) 2016/679, que prohíbe el uso de datos biométricos si su único y exclusivo fin es la identificación de una persona física. En esta línea, también recordaba que la vigilancia y la aplicación de la legislación sobre protección de datos es competencia de las autoridades nacionales, que deberán ser consultadas antes de “desplegar un sistema que entrañe un riesgo para los derechos humanos”. Queda así claro que la biometría cuenta con marcos legales para su correcto desarrollo, al igual que cualquier otra industria, pero nuestra obligación debe ir más allá y procurar que tecnología y normativa evolucionen a la par.
Desde compañías como FacePhi creemos en una biometría ética y 100% regulada. Esta es, para cualquier empresa responsable, la única alternativa posible. Toda tecnología destinada a la identificación de personas debe funcionar con consentimiento previo, velando por la seguridad e intimidad de cada individuo. Ese es el sentido, acceder a cajeros automáticos que nos reconozcan como clientes o garantizar la seguridad de nuestras casas mediante puertas que solo se abrirán al escanear nuestro rostro. Tras años de confiarles a programas de IA la seguridad de nuestros datos, de nuestras finanzas e incluso de nuestra salud, ¿debemos empezar a poner en cuarentena el desarrollo de estas aplicaciones? En absoluto. No ganamos nada cuestionando el avance tecnológico. Nuestros esfuerzos como desarrolladores, gestores públicos y ciudadanos deben dirigirse a una mayor exigencia legislativa y a seguir impulsando una regulación que evite cualquier tentativa de usar de forma discriminatoria la identificación biométrica.
Sin duda, la responsabilidad de quienes trabajamos por una inteligencia artificial siempre al servicio de las personas se encuentra ligada a unos valores humanos innegociables, sin importar el lugar del mundo en el que nos encontremos. Nuestra obligación es impulsar y apoyar una regulación que garantice la privacidad de cada persona, a la par que buscamos la compatibilidad con un desarrollo tecnológico que nos haga avanzar como sociedad y al que ya no queramos renunciar en nuestra vida cotidiana.
Javier Mira
CEO y Cofundador de FacePhi Biometría