La historia se antoja apasionante y supone dos tazas más caldo de cultivo para el nuevo presidente americano, que tiene declarada una guerra comercial con los chinos. Pero, sea lo que sea, de momento la fabricante de chips para computación cuántica vale tres billones de dólares, lo que equivale a unas dos veces el valor de la economía española.
Con un paquete de estímulos fiscales que contempla bajar el impuesto de sociedades al 15%, el futuro norteamericano se presenta apasionante para las corporaciones del otro lado del Atlántico, que tienen el compromiso de Trump de hacer del propio mercado doméstico su nuevo El Dorado.
Recordemos que en su anterior mandato lo bajó del 35% al 21%, lo cual levantó muchas críticas (inevitables, incluso en EE UU, donde no está mal visto ni el empresario ni ser rico) pero también tuvo dos o tres consecuencias inevitables: las bolsas se dispararon a máximos históricos, se alcanzó el pleno empleo y las cifras de crecimiento fueron estupendas.
Son muchas las voces que dicen que Europa tiene que “dar una respuesta”, a un mundo en el que EE UU va a echar más leña a la caldera, China presenta su IA, a pesar de que también se oyen voces denunciando que el país está medio quebrado; Argentina asegura que va a ser potencia económica mundial en menos de 30 años porque es pionera en un “nuevo modelo”... mientras en Europa, la Italia de Meloni es algo euroescéptica, como Marine Le Pen en Francia o Alice Weidl de la Afd, que exige reformas de calado o poco menos que disolver la UE.
¿Qué se cuece en nuestro continente, entonces? Los memes contestan con la foto del tapón de plástico unido a la botella, un engorro que muestra a las claras la farragosa burocracia regulatoria de una Unión Europea que nació como un entorno de mercado abierto, con libertad de personas y capitales, y ha devenido en un elefante esclerótico de parlamentarios sobrantes en sus partidos de origen, pesadísimos burócratas que dictan leyes al margen de la realidad cotidiana y emisiones continuas de deuda que nadie sabe muy bien para qué son ni cómo se van a pagar.
Porque hay que insistir una y mil veces más en que los Fondos Next Generation no son otra cosa que deuda y los Eurobonos que recomienda Mario Draghi para impulsar la competitividad son, también, más deuda.
No es extraño el gap bursátil entre Europa y EE UU, y digo Europa porque si hablo de España, mejor cerrar el chiringuito. Decíamos que Nvidia son tres billones de dólares, mientras la mayor compañía europea, el coloso del lujo LVMH, vale 361.000 millones de euros, poco más del 10% de Nvidia. Le siguen dos tecnológicas como la alemana SAP o la neerlandesa ASML, que rondan los 300.000 millones. Está muy bien, es el doble que Inditex, pero queda demostrado que los americanos están en otra galaxia.
Los mercados de capitales estadounidenses reflejan la diferencia de tamaño y dinamismo de su economía frente a Europa.
Cosa que han señalado Enrico Letta, Mario Draghi o… ya que hablamos de expertos, Pedro Sánchez, que denunció en el Congreso que cada año, 300.000 millones de euros se salían de Europa, a financiar a la Bolsa estadounidense.
Cosa que consideraba “un error”. Y que "hay que revertirlo", porque el capital europeo tiene que financiar nuestra economía, que será sostenible (“Green, baby, green”, ha contestado al slogan de Trump), y a la vez, industrial, con fábricas de coche eléctrico en España.
¿Cómo se va a frenar la inversión doméstica europea que busca las rentabilidades en el Nasdaq americano? ¿Cómo evitamos que el dinero vaya a Nvidia, Alphabet o el último unicornio que emerja y se dirija a la Telefónica estatal? Pues ya lo estamos viendo: con un impuesto especial a las inversiones fuera de la UE. ¿Cómo se nos había ocurrido antes?
Si se ha propuesto ya, negro sobre blanco, confiscar el 50% del beneficio Ibex, si se han destruido los planes de pensiones privados; se ha dado un estacazo a las socimis o se aplica un 30% sobre plusvalías a las rentas de más de 300.000 euros… tampoco sería tan raro.
Es más, todavía habría gente que lo vería bien y que opinaría que con eso se fomentará la inversión doméstica.
Suena a boutade, pero ¿alguien duda que la solución europea (y española) para evitar que el capital se vaya a los mercados americanos va a ser aplicar un nuevo impuesto? Al tiempo.