La entidad aragonesa aporta un pequeño toque de nostalgia a los mercados, al recordarnos un pasado que ya se ha ido casi del todo, por las malas prácticas de los políticos metidos en los órganos de gobierno de las cajas de ahorros, cosa que no ha ocurrido con Ibercaja. La firma, que en los últimos años ha estado comandada por tipos sensatos, con los pies en el suelo, y con una talla indiscutible, como Manuel Pizarro, Amado Franco o ahora Víctor Manuel Iglesias,
no ha precisado de ayudas públicas. No ha sido intervenida, ni tiene a sus gestores bajo causas judiciales. Merece la pena destacarlo; porque es noticia aunque debería ser lo habitual y porque el inversor mira muchas veces con malos ojos a las entidades financieras. Como todo en la vida, hay que separar el grano de la paja.
La salida a Bolsa no llega por su propio deseo, sino por la obligatoriedad de tener un esquema accionarial y corporativo acorde a los tiempos. El modelo cajas, cuyos dueños eran fundaciones privadas sin mucha más transparencia, no es aceptable desde Europa. Son nuevos tiempos y los reguladores exigen, por decirlo llanamente, que los dueños de las cajas estén claramente definidos y permitan la entrada y salida de accionistas. Incluso no es exagerado decir que prefieren que sean bancos, aunque tengan un accionista de referencia que sea esa fundación, dedicada a la obra social. Ese es el modelo de Caixabank, por ejemplo.
Se irá viendo cómo va la salida a Bolsa y como evoluciona la firma, pero de momento, Ibercaja cuenta con 30 oficinas en Valencia, 176 empleados e intenta involucrarse en la vida de sus ciudadanos, patrocinando carreras, eventos, o, por supuesto, participando en el encuentro financiero Forinvest, una de las referencias para la inversión en España y que se celebra en la capital de la provincia.
Qué quieren que les diga… sin pretender ni mucho menos recomendarles nada, una entidad que se ha dedicado a hacer su trabajo, sin vender productos financieros sofisticados a sus clientes, buscando hacer banca tradicional y sin cosas raras con políticos, merece un cierto respeto. No olvidemos los descalabros que provocaron en el pasado algunas cajas de Castilla La Mancha, Castilla León, Andalucía o la mismísima región levantina. Otras, en cambio, han ido paso a paso, haciendo su vida, sin alardes, sin grandes titulares, y ahora hacen lo que les dice el regulador. Al final, los que no se desvían de su propio negocio son los que perduran. Nos lo ha enseñado la vida muchas veces.