A priori podría pensarse que estos dos retos eran un tanto antagónicos para las empresas: avanzar, innovar, dar un giro a la tecnología en nuestros procesos, y hacerlo cuidando a nuestros equipos, buscando la integración respetuosa con nuestro entorno medioambiental y nuestra estructura social.
Pero la situación inédita que nos traído la pandemia del Covid-19 ha sido un acelerador que nos ha obligado a dar un salto mental imprescindible para colocarnos en primera línea de ese desafío. Nos ha puesto a prueba a todos, al tejido empresarial, a la sociedad y a las personas como individuos. Y nos ha demostrado que podemos hacerlo, que la empresa social es ya una realidad.
Si en un momento en que nuestra salud estaba en riesgo, hemos sabido continuar con el negocio, proteger a nuestros trabajadores, clientes y proveedores, poner a disposición de la sociedad nuestra estructura productiva para ayudar a aquellos que luchaban contra el virus, y responder a nuevas demandas sociales y de negocio, estamos preparados para afrontar los nuevos retos. Los planes para reconstruir nuestra economía, que inevitablemente se ha visto sacudida por el parón al que ha obligado el Covid-19, ponen el acento en el sentimiento de pertenencia y en la necesidad de cuidar nuestro entorno. El virus nos ha hecho sentirnos vulnerables, en un mundo que no controlamos, y en la inversión que se instalará en la era post-covid tendrán un papel relevante las empresas que trabajen por una creación de valor perdurable, que combine la obtención de ingresos con la necesidad de respetar el entorno.
Cada empresa en su ámbito de negocio tiene mucho que aportar. En un estudio reciente, economistas de la Universidad de Oxford identificaban como uno de los sectores prioritarios para la economía sostenible del futuro el de fabricantes de equipos para el tratamiento de agua. Fluidra, consciente de esa importancia, subraya en sus directrices corporativas y en sus propios valores, su compromiso de impulsar el uso responsable del agua y la aplicación de criterios de sostenibilidad y eficiencia en el desarrollo de sus productos y servicios. Y para ello nos apalancamos en nuestra fortaleza en innovación, donde contamos con el mayor equipo de I+D del sector.
La empresa social debe trabajar por avanzar en tecnologías sostenibles, pero también por devolver a la sociedad parte de lo que esta le aporta y creo que somos muchas las empresas que así lo hemos entendido. En nuestro caso Fundació Fluidra nació hace ya cuatro años con la vocación de poner al servicio de la sociedad y, especialmente, de aquellas personas que más lo necesitan, el conocimiento que Fluidra ha adquirido sobre el agua a lo largo de su historia, y así lo hacemos en nuestro proyecto en el sur de Senegal, fomentando la autonomía alimentaria y económica de los ciudadanos de la zona, ayudando a reducir la migración de la población local.
La Asociación Española de Directivos de Responsabilidad Social apuntaba recientemente que la reconstrucción económica tras el covid-19 supondrá un cambio estructural en la responsabilidad social de las empresas, impulsado por la preocupación por la salud personal, los cambios en los procesos económicos y sociales, y el incremento de la conciencia social. Las empresas estaremos ahí para participar en ese cambio en las áreas que nos demande la sociedad. Hemos demostrado que sabemos hacerlo y en esa vía seguiremos trabajando.