El gran plan de reestructuración del Deutsche Bank conlleva un importante riesgo de ejecución. Incluso suponiendo que todo salga según lo previsto, la mayoría de los grandes grupos bancarios europeos llevan años de ventaja en sus rediseños. El éxito competitivo del Deutsche Bank no es un hecho.

Scope rebajó el rating de Deutsche Bank el 28 de mayo, afirmando que “el camino hacia el éxito de la recalibración del modelo de negocio y el retorno a una rentabilidad sostenible sigue siendo abrupto y lleno de incertidumbres”. Los anuncios del domingo no cambian esa afirmación.

Deutsche Bank: la reestructuración anunciada no es poco, pero llega demasiado tarde

“Anticipamos una acción drástica cuando bajamos nuestra calificación de BBB+ a BBB, dejando su deuda bail-in en grado de inversión (BBB-)”, comenta Dierk Brandenburg, responsable del equipo de instituciones financieras de Scope Ratings. “Nuestra perspectiva estable prevé que Deutsche Bank se gestione lo largo de este período con un nivel mínimo de beneficios de explotación recurrentes, ya que reducirá costes y reposicionará su balance”.

El banco se ha fijado como objetivo un RoTE del 8% para el año 2022 y una ratio de eficiencia del 70%. El objetivo de RoTE para el banco de inversión de gran tamaño (incluso sin el deficitario negocio de trading y ventas de renta variable) será más que 6%. Estas cifras pueden ser ambiciosas desde el punto de vista actual de Deutsche Bank. Sin embargo, incluso después de reducir 6.000 millones de euros en costes y 18.000 puestos, la ratio de eficiencia del grupo seguirá siendo elevado para el sector.

Los grandes bancos estadounidenses operan con ratios de eficiencia en torno al 55%; los grandes bancos del Reino Unido se sitúan a caballo entre la zona del 55%-65%. Los grandes bancos franceses tienden hacia el 75%, pero están siendo presionados para que se produzcan eficiencias de costes. Por lo tanto, Deutsche Bank se situará en el extremo superior de sus competidores. En cuanto a las rentabilidades, los grandes bancos internacionales de EE.UU. están operando con rentabilidades de dos dígitos de media, gracias en parte a tipos de interés más altos. La mayoría de los grandes grupos bancarios europeos tienen rendimientos que van desde un dígito alto hasta dos dígitos bajos. Por lo tanto, Deutsche Bank se situará en el extremo inferior de la escala.

La carta del director general Christian Sewing y las declaraciones del Deutsche Bank que la acompañaban estaban repletas de referencias a la reestructuración como fundamental, radical y significativa. Pero lo que Deutsche Bank planea hacer en los próximos dos o tres años no es más que lo que los bancos estadounidenses y europeos han estado haciendo en cascada desde el final de la crisis financiera mundial hace más de 10 años.

 

En esencia, eso significa reasignar el capital a áreas de fortaleza donde tienen ventajas competitivas y a negocios que creen que serán rentables a largo plazo; ajustar su base de costes a las oportunidades que se presentan; salir de las líneas de negocios deficitarias e invertir fuertemente en tecnología.

Deutsche Bank está haciendo ahora lo que no ha hecho en sus últimos intentos de reestructuración. Sólo el tiempo dirá si esta vez es diferente y el nuevo banco corporativo independiente puede ser exitoso.

Se ha pedido a las partes interesadas que asuman el contenido de la reestructuración con confianza y que los accionistas renuncien al dividendo en efectivo durante dos años, aunque se ha asegurado a los titulares de AT1 que habrá efectivo para pagar los cupones (sobre todo debido a los cambios normativos que ampliaron significativamente la definición de reservas distribuibles en Alemania). No se pedirá a los accionistas que financien otra compra de acciones en efectivo –insostenible en el nivel en que las acciones cotizan– pero los accionistas y los tenedores de deuda subordinada tendrán que vivir con un capital más reducido. Dicho esto, los acreedores principales y las contrapartes de los bancos se benefician de un importante colchón de deuda del MREL.

“Los niveles de capital seguirán siendo apenas superiores a los mínimos reglamentarios para los próximos años, lo que dará al banco muy poco margen de maniobra para ponerse a la altura de sus competidores, tanto entre los bancos como entre las empresas tecnológicas que se están introduciendo en el mercado a una velocidad cada vez mayor”, comenta Brandenburg.

La Unidad de Liberación de Capital (Capital Release Unit, CRU) es mayor de lo previsto, pero aún está por ver hasta qué punto puede liberar 5.000 millones de euros de capital que se devolverán a los accionistas a partir de 2022. “En lugar de liberar capital, el plan de reducción de activos podría acabar consumiendo capital si el banco se ve obligado a vender por debajo de su valor en libros”, dijo Brandenburg. “Cuando UBS siguió un camino similar hace algunos años, se benefició de unas condiciones de liquidez muy buenas. Es menos probable que las condiciones financieras sean tan favorables en los próximos años”.

Deutsche Bank se esforzó en subrayar que la CRU no es un banco malo, diciendo que los activos a transferir son de alta calidad y, en muchos casos, de corta duración. Esta representación excluye presumiblemente los derivados a largo plazo y otros activos complejos difíciles de valorar que se están transfiriendo.