Fueron años de burbuja inmobiliaria, operaciones corporativas donde los miles de millones rivalizaban y donde los sueldos subían y subían, al calor de aquella euforia. En la industria inmobiliaria había mucho dinero negro. En el sector profesional no: los salarios eran altos y, además, los variables (los deseados bonus) eran muy jugosos.
La clase media tomaba el ascensor hacia la burguesía y se respiraba una sensación de bonanza interminable. Se denunciaba que había mucha economía en B y sin duda era verdad. Por eso se crecía: porque había fácilmente un 20% de actividad en la que la administración no lograba poner sus sucias manos. ¿Eso ponía en riesgo la cobertura social? No: recordemos que se pudo crear la Hucha de las Pensiones, un instrumento que maravilla cuando se explica en el extranjero aunque hoy, con la fiscalidad absolutamente en máximos, está exprimido del todo.
Sin embargo, en primer lugar, el 11-M y después, las crisis de Lehman Brothers y los ataques al euro supusieron un giro dramático para traer viejas políticas que parecían caducadas definitivamente. Lejos de aplicar medidas que incentivaran la recuperación mediante la libertad económica y la flexibilidad laboral, la respuesta fue un tsunami regulatorio y una voracidad fiscal sin precedentes.
Con la excusa de estabilizar las cuentas públicas, se dispararon los impuestos, se multiplicaron las normativas y se impuso un control asfixiante sobre cualquier actividad productiva. Marxismo, dicho pronto y mal, aunque mucha gente, que sigue viendo la piel de cordero sobre el lobo, se rasgue las vestiduras al escucharlo.
El resultado ha sido el crecimiento exponencial de las deudas públicas, que no solo no han resuelto el problema, sino que lo han agravado. El sobreendeudamiento ha sido monetizado con una expansión sin control de la base monetaria, lo que ha generado inflación y, en consecuencia, una pérdida brutal del poder adquisitivo de los salarios. La pobreza ha aumentado, y la deflación salarial ha sido la respuesta inevitable a un entorno en el que producir y contratar es cada vez más costoso.
¿Cómo lo pretenden arreglar? Con subidas del Salario Mínimo. Pero, a pesar de haya algunas personas que se habrán beneficiado, las consecuencias son nefastas. La primera: el empleo destruido o no generado. De acuerdo, el no generado, como no se ve, da igual. Pero la segunda: una deflación salarial que hace que la nómina más numerosa sea la más baja. Que apenas un 5% de personas gane más de 60.000 euros y si usted gana 100.000 euros brutos al año, estará entre el 1% de los que más gana de todo el país. Qué pena.
Recuerdo en 2011, en la creación de una nueva empresa. Al entrevistar a un potencial director técnico, le ofrecimos 65.000 brutos al año. Se levantó indignado de la reunión. No podíamos hacerle "perder el tiempo" si la oferta era eso, sin otros incentivos. Pese a la crisis innegable, todavía quedaban inercias de los salarios previos. Inercias que quedaron hundidas poco a poco, años después. Ese enero de 2012, salió el PP a anunciar subidas de impuestos en modo ráfaga de ametralladora. El resto es historia: hoy, para ganar eso, hay que ser un experto en Inteligencia Artificial.
Para puestos de corte administrativo-profesional, es muy raro que se ofrezcan más de 25-30.000 euros brutos. Sólo el 25% de la población gana más que eso. Y para ofertas nuevas con una remuneración superior se exigirá rendimiento inmediato, eso que no lo dude nadie, porque, además, hoy la tecnología permite medir el rendimiento y la productividad asociada por persona de manera directa.
Hemos sufrido un doloroso cambio de modelo en nuestros bolsillos. En el colmo del delirio, desde la Unión Europea, donde ahora claman por más gasto militar, se anuncia que se van a asfixiar aún más las rentas del capital, ya que se considera que las rentas del trabajo están ya bajo mínimos. Dicho de otro modo: no se puede confiscar más los sueldos.
Justo cuando la inversión privada debería ser la palanca para recuperar el crecimiento, se decide penalizarla aún más. ¿A nadie se le ocurre que la mejor respuesta a las amenazas de Trump es más comercio, más flexibilidad, menos impuestos y menos enredos geopolíticos?