Valoración del primer trimestre en las bolsas mundiales
La primera gran sorpresa es que todo el mundo esperaba que, con la llegada de Trump, un presidente claramente promercado, las bolsas repuntaran de forma significativa. De hecho, a finales de 2024 los mercados subieron con fuerza anticipando una política favorable a las empresas; Tesla fue uno de los grandes protagonistas, impulsada por el llamado "efecto Elon Musk". Sin embargo, la realidad fue otra. La doctrina "America First", la guerra arancelaria y el poder que tiene el presidente de EEUU para imponer aranceles sin pasar por el Congreso han derivado en una guerra comercial encubierta entre EEUU y buena parte del mundo, generando un escenario macroeconómico mucho más incierto y complejo. Como consecuencia, los PER -que ya eran exigentes en EEUU- han provocado una corrección en las bolsas, ante una expectativa de deterioro macroeconómico. Muchas compañías estadounidenses han revisado a la baja sus previsiones (guidance), reflejando un menor consumo y una desaceleración significativa del crecimiento económico.
Por otro lado, se esperaba también un trasvase de capital desde Estados Unidos hacia Europa, motivado por la amplia diferencia en valoraciones entre empresas de ambos continentes. Este movimiento de flujos efectivamente se ha producido, aunque no tanto porque las compañías europeas lo hagan especialmente bien, sino por el temor a un parón en los beneficios corporativos estadounidenses.
Por último, entre los grandes beneficiados de este entorno destacan el oro, que ha actuado como refugio en un escenario macro muy complicado, y algunos sectores específicos, como el armamentístico y el financiero europeo -especialmente en España-, así como empresas con elevada rentabilidad por dividendo.
Parece que Wall Street quiere revertir las pérdidas significativas de este 1T2025. ¿Estamos ante una recuperación efímera ("rebote del gato muerto") o se trata del inicio de un ascenso más duradero?
No parece que estemos ante un simple "rebote del gato muerto". Las caídas recientes han sido tan acusadas que algunas compañías, como NVIDIA -que llegó a cotizar a PER 50-, ahora se sitúan en niveles más razonables -en torno a un PER 30-, lo que significa en una empresa con una rentabilidad tan elevada, que empiezan a generar expectativas de recuperación, sobre todo en empresas que presentan programas de recompra de acciones y mantienen guías (guidance) optimistas.
No obstante, el mercado sigue muy condicionado por la incertidumbre geopolítica y, especialmente, por el rumbo que tome Donald Trump en materia de aranceles. Mientras no haya una posición clara por su parte, y si además se consolida una respuesta coordinada desde Canadá y Europa -lo que el propio Trump ha advertido que podría conllevar nuevos aranceles por parte de EEUU-, podríamos ver una escalada en la guerra comercial. De ser así, este rebote quedaría en nada y podríamos asistir a caídas más profundas.
En este contexto, el crecimiento económico de EEUU difícilmente alcanzará el 2,10% previsto; lo más probable es que se sitúe en torno al 1,70%, lo que complica aún más el panorama, especialmente si la inflación se acelera hacia el 3%. En un escenario así, parece complicado que la bolsa estadounidense pueda protagonizar una recuperación sólida sin nuevos catalizadores de peso.
En definitiva, todo dependerá de la evolución del contexto político y comercial, con Donald Trump en el centro de la escena. Hasta que no haya mayor claridad en ese frente, el mercado seguirá navegando en un entorno de elevada volatilidad e incertidumbre.
Trump se ha convertido en el principal elemento de volatilidad en los mercados este año, incluso por delante de los bancos centrales o datos macro. ¿Es lo que nos espera el resto del ejercicio?
Sin duda. Y, en gran parte, porque a él le gusta ese protagonismo. Hace 10 o 15 años, los banqueros centrales eran figuras discretas, incluso aburridas. Su papel era limitado: daban una rueda de prensa cada mes o trimestre y poco más. Pero desde que la política monetaria se ha vuelto clave para evitar colapsos económicos, han cobrado una relevancia extraordinaria. Aun así, ahora ha aparecido un nuevo factor desestabilizador: el "cisne negro" Donald Trump, que ha llegado para quedarse. Trump es plenamente consciente del poder que ejerce sobre los mercados y no duda en utilizarlo. El problema no es solo lo que dice, sino cómo lo dice. Su retórica cargada de demagogia -con términos como "Liberation Day" para justificar su agenda arancelaria- enciende los ánimos a nivel global. Si Europa decidiera responder con un "Resurrection Day", por ejemplo, entraríamos en una dinámica casi absurda, pero con consecuencias reales y muy serias.
Lo que está ocurriendo es que Trump busca frenar, a toda costa, el avance de China, consciente de que en 10 o 15 años podría equiparar el peso económico de Estados Unidos. Y su estrategia consiste, básicamente, en impulsar el crecimiento de EEUU a costa del resto del mundo. Pero esto tiene un límite: puedes enfrentarte a China, o a Europa, o a México individualmente. Pero no puedes enfrentarte a todos al mismo tiempo. El conjunto de esos países supera a EEUU en PIB, influencia global y capacidad de respuesta conjunta. Además, Trump negocia desde una postura extremadamente dura y volátil; hoy anuncia aranceles; mañana los retira porque asegura haber alcanzado un acuerdo. Ese vaivén genera una incertidumbre insostenible para los mercados, que necesitan cierta visibilidad para poder posicionarse.
Hasta que no sepamos si los aranceles serán una política estructural o simplemente un arma de presión, los mercados no van a poder tomar una dirección clara. Y eso convierte a Trump en el principal generador de volatilidad global en este 2025.
¿Qué podemos esperar de las bolsas para el segundo trimestre?
Lo más probable es que veamos un menor crecimiento en Estados Unidos, y eso parece ya ineludible. El cambio de enfoque hacia una producción más nacional -limitando el flujo de importaciones- provocará un aumento significativo de los costes internos. Producir en EEUU es más caro, y esa presión se trasladará a los precios, encareciendo los productos y frenando el consumo. Este escenario, además, se verá agravado por un repunte de la inflación, más allá incluso del comportamiento del petróleo, que es un factor difícil de anticipar. La presión inflacionaria vendrá impulsada por el aumento de costes laborales: si Trump sigue adelante con su intención de expulsar a una parte relevante de la mano de obra inmigrante, la consecuencia directa será reemplazarla por trabajadores más caros, y, si a eso le sumamos la repatriación de empresas a suelo estadounidense, en un mercado laboral con baja tasa de desempleo (en torno al 4%), el coste por empleado subirá de forma considerable.
Estas políticas son, en esencia, profundamente demagógicas, aunque efectivas para su electorado. Trump lo sabe, y por eso busca compensar ese sobrecoste con aranceles. Pero esta estrategia también tiene límites: compañías como Ferrari ya han dicho que si se imponen aranceles, simplemente subirán el precio de sus vehículos, lo cual se traducirá en una caída de ventas en EEUU. Si este tipo de reacciones se generaliza entre otras empresas, el daño será doble: para la economía estadounidense y para la imagen de Trump como impulsor del crecimiento. Ese es el gran riesgo, que el crecimiento de EEUU colapse. Si a eso sumamos que China ya no crecerá a tasas del 6%-7% como en el pasado, sino que empieza a instalarse en niveles más bajos -alrededor del 4%-, el crecimiento mundial será notablemente inferior al de años anteriores. Y con una inflación al alza, nos encontraremos ante un escenario mucho más desafiante.
Por tanto, el segundo trimestre exigirá una mayor discriminación entre compañías. A diferencia del año pasado, donde acertar el sector casi garantizaba beneficios, este año será fundamental identificar con precisión qué empresas tienen capacidad de resistir o incluso prosperar en un entorno económico mucho más complejo.
Sectores con mejores perspectivas para invertir a medio plazo
En este contexto de elevada incertidumbre, hay varios sectores que podrían ofrecer buenas oportunidades a medio plazo. Aunque suene poco alentador desde el punto de vista ético, el sector armamentístico puede ser uno de los grandes beneficiados. En Europa, por ejemplo, se prevé un incremento significativo del gasto en defensa. Habrá que estar atentos a qué compañías se verán favorecidas, y lo ideal sería que fueran empresas europeas, con producción localizada dentro de la propia Unión Europea. Esto no solo favorecería la autonomía estratégica, sino que permitiría que esa inversión redundase directamente en la economía regional.
Otro sector con buenas perspectivas es el financiero, especialmente en Europa. Aunque también puede haber oportunidades en Estados Unidos, hay que observar con atención cómo evoluciona la política económica bajo Trump, ya que un aumento de la inflación y una eventual desaceleración económica podrían afectar a la estabilidad del sistema. No obstante, mientras la morosidad se mantenga baja y no haya un repunte significativo de quiebras empresariales, los bancos podrían seguir ofreciendo buenos márgenes, sobre todo si los tipos de interés se mantienen en niveles elevados.
Además, sectores tradicionalmente defensivos como el de las utilities (servicios públicos) y el healthcare (salud) también tienen buenas perspectivas. En tiempos de menor crecimiento y mayor incertidumbre, las compañías que operan en estos sectores tienden a mostrar una mayor estabilidad de ingresos, lo que las convierte en opciones interesantes para inversores que buscan preservar capital y obtener rentabilidad ajustada al riesgo.
Cinco valores para una quiniela ganadora en 2025
ACS es una compañía ejemplarmente gestionada, con una cartera de proyectos diversificada y exposición relevante en Estados Unidos, lo que le permite amortiguar el impacto de posibles tensiones arancelarias. Su capacidad de ejecución, junto con su enfoque en infraestructuras críticas, le da una posición privilegiada en el actual entorno macro. Otra compañía que lo puede hacer bien es Banco Santander; está mostrando una política de crecimiento sólida, con un volumen de crédito próximo -si no superior ya- a los 100.000 millones. La diversificación geográfica de Banco Santander, con presencia en Latinoamérica y Europa, y su capacidad para adaptarse al nuevo ciclo de tipos lo convierten en un valor a seguir de cerca. Si el entorno financiero no se complica con repuntes de mora o quiebras, podría ofrecer muy buen desempeño. Otra compañía que creo que lo pueda hacer bien desde los precios actuales debería ser NVIDIA: aunque ha sufrido una corrección importante -desde niveles por encima de los 140 dólares hasta cotizar en el entorno de los 107-108-, sigue siendo una de las compañías con mejor proyección en inteligencia artificial, semiconductores y procesamiento gráfico. Si la tensión con China se relaja, el valor podría recuperar terreno rápidamente; no sería descabellado ver a Nvidia en el entorno de los 170 dólares si el mercado recupera cierta normalidad. Por último, en el actual contexto geopolítico, el gasto en defensa se está acelerando, especialmente en Europa, por lo que tendría algún valor de armamento; no se trata de elegir una única compañía, sino de identificar aquellas bien posicionadas para captar contratos públicos y que tengan producción localizada en países aliados.