Sin embargo no siempre estas decisiones se toman racionalmente, porque en determinados momentos podemos estar influidos por el miedo o simplemente nos dejamos llevar por la tendencia de la mayoría. En esas circunstancias el mercado no resulta eficiente y las decisiones que tomamos pueden resultar contraproducentes.
Podemos tener multitud de ejemplos por lo que citaremos algunos que están de actualidad. Un caso muy habitual es la evolución de la prima de riesgo. Vemos que cuando ésta aumenta en España de una manera significativa, inmediatamente el Ibex 35 sufre caídas de por lo menos un punto porcentual, mientras que si la prima se reduce, el selectivo puede dispararse. Estas decisiones pueden estar influidas por la psicología, que relacionan que una mala o buena noticia para un país se tiene que traducir automáticamente en la evolución del principal índice del país. En este caso el mercado no discrimina por compañías, que son las que efectivamente hay que evaluar, produciéndose oportunidades para comprar barato o para vender en plena subida.
En ocasiones se produce una noticia importante con el mercado ya cerrado, por lo que los inversores desde que tienen conocimiento de ella dan las órdenes pertinentes a sus intermediarios financieros, que fundamentalmente suelen ser vender (o comprar) la posición a la apertura sin fijar precio alguno, porque lo importante es salir (ya que las cosas se van a poner mal) o entrar (porque “esto va a pegar una subida importante”) sin importar a que niveles se cierren las operaciones.
Ante situaciones como estas, lo que conviene es reflexionar sobre qué es lo que se va a hacer ante la aparición de novedades. Las situaciones de pánico, en la que la gente parece empeñada en vender aquello que más ha caído y en donde más pérdidas acumulan no suelen ser las más adecuadas. Por lo menos hay que evaluar cual consideramos que es la valoración que debería tener nuestras acciones, bonos o fondos de inversión y ver en qué medida puede afectarles una elevación de la prima de riesgo, la entrada del país en recesión, la eliminación del dividendo o una revisión de los beneficios estimados de la compañía por la propia gerencia de la empresa. En muchas ocasiones la influencia no es muy significativa y no se justifica una compra o una venta solo por la nueva información, sino que a medio plazo la valoración apenas varía. En otros casos sí que puede ser importante, pero eso no significa que haya que proceder a comprar o vender a cualquier precio. Perfectamente puede ocurrir que a la apertura se forme un precio excesivo debido a la entrada de órdenes masivas, y que a lo largo de la sesión o en jornadas sucesivas la cotización se suavice y se acerque a uno más lógico.
Como conclusión, conviene tener claro cómo actuar con nuestras inversiones. Saber qué rentabilidad se pretende obtener y si es factible conseguirlo con las condiciones actuales de mercado y macroeconómicas. Y sobre todo mantener la cabeza fría, porque en los tiempos en que estamos viviendo, lo que hoy es negro y nos impulsa a vender porque los mercados caen a plomo, mañana puede ser blanco y subir en la misma proporción. Si no se está seguro de poder hacer todo esto por uno mismo, consulte con un asesor financiero independiente.