La última vez que se vio al Ibex por encima de ese umbral fue en mayo de 2018, que se dice pronto, pero cada vez está más lejano. Desde entonces, ha trazado una errática trayectoria que este año le ha llevado a oscilar entre los 8.500 y los 9.600 puntos.
El IBEX 35, por tanto, necesita salir de este letargo y encontrar nuevos catalizadores para regresar a niveles de cinco dígitos. ¿Lo logrará en la recta final de 2019? Mucho debe correr para conseguirlo. Necesitará, de hecho, su mejor último trimestre de 2006 si quiere comerse las uvas con el 10.000 bajo el brazo. Aunque, sobre todo, lo que necesitará es el concurso de distintos elementos para regresar a esa cota.
Los principales, los que más capacidad de influencia ejercen a corto plazo sobre las cotizaciones, como la guerra comercial y el Brexit. En la medida en que la primera se calme, o al menos consienta una tregua parcial, y en que el segundo desemboque en un divorcio ordenado entre Reino Unido y la Unión Europea, los inversores encontrarán más ánimos para asumir riesgos en el mercado.
Por parte de los bancos centrales, está dicho casi todo. Han vuelto a poner su maquinaria expansiva en marcha, con rebajas de los tipos de interés y reactivación de las compras netas de activos en el mercado por parte de la Reserva Federal (Fed) estadounidense y del Banco Central Europeo (BCE). Más que en ellos, las miradas se dirigen ahora hacia las políticas fiscales para buscar unos estímulos que contribuyan a mitigar la evidente ralentización del crecimiento mundial. La incógnita reside en qué países tienen margen para aplicar inyecciones fiscales y cuándo y cuánto las emplearán.
Desde el lado corporativo, las cuentas del tercer trimestre se antojan igualmente claves en la marcha del índice español. No tanto por lo que digan de los resultados de meses pasados como lo que anticipen ya sobre 2020. Porque es justo aquí, en lo corporativo, donde el Ibex puede encontrar su principal catalizador. Con varios de sus principales valores, como los grandes bancos, Repsol o Telefónica, con potenciales de revalorización del 15% según el precio objetivo que les concede el consenso de mercado, una buena campaña de resultados y unas buenas perspectivas sobre los que vendrán constituirían las principales palancas para propulsar al Ibex hacia el 10.000.
Con permiso, eso sí, de la política y de lo que deparen las urnas el 10-N. Porque España, apoyada en la inercia que traía, ha seguido creciendo. Lo seguirá haciendo este año, del que se espera un crecimiento que rondará el 2%, prácticamente el doble que la Eurozona. Pero con los peligros y las incertidumbres que acechan conviene tener a alguien ya en los mandos. La economía lo agradecerá. Y el Ibex también.