¿Qué es el Ratio de Autonomía Financiera?
El ratio de autonomía financiera establece la relación existente entre los Fondos Propios y el Pasivo Total. Este ratio indica la dependencia o independencia que tiene la empresa con respecto a los capitales ajenos en ella invertidos. El indicador de Autonomía Financiera revela en qué medida el activo total está soportado o financiado por los fondos propios de la empresa, es decir, en qué porcentaje el capital financia el activo.
Los fondos propios de la empresa son la suma del capital social y de los ingresos netos, tanto los del periodo analizado como los que se han colocado previamente como reservas o beneficios retenidos. Este ratio muestra la participación de los socios en el importe de la inversión realizada en la empresa.
¿Cómo interpretar el ratio de autonomía financiera?
Un valor bajo indica una fuerte dependencia de la empresa de los acreedores y dificulta la negociación de nuevas financiaciones. Por el contrario, cuanto mayor sea la Autonomía Financiera, mayor será la solidez e independencia de la empresa respecto al capital externo o a los programas de apoyo.
Supongamos que la empresa tiene que aumentar su endeudamiento, recurriendo a un préstamo bancario. La autonomía financiera disminuye porque el activo total aumenta y los fondos propios se mantienen. Es el pasivo y en este caso el préstamo el que aumenta. Sin embargo, cuando la empresa acumula resultados positivos, la situación neta, es decir, los fondos propios mejoran, aumentando la autonomía financiera.
Algunos autores refieren que este indicador o ratio debe estar entre 0,30 y 0,60, es decir, entre el 30% y el 60%.
Por otro lado, es muy necesario comparar los resultados de la empresa que se está analizando, ya sean previstos o reales, con los de la competencia. De esta manera, se podrá saber en qué posición se encuentra la empresa frente a sus rivales, ya que una mejor posición estaría dotando a la compañía de una ventaja estratégica que le permitiría acceder a un mayor endeudamiento para acometer una expansión de la compañía.
Sin embargo, tampoco se puede olvidar el riesgo de que el ratio sea demasiado bajo o demasiado alto. En caso de ser demasiado bajo, lo cual implica una gran dependencia de la financiación exterior, estaría lanzando un mensaje de falta de solidez de la compañía, algo con lo que los inversores deberían contar porque podrían darse impagos o podría verse comprometida ante un periodo más complicado para financiarse, como puede ser una recesión o unas subidas de tipos de interés.
Por el contrario, si lo que sucede es que la autonomía financiera es demasiado alta, aunque pueda parecer bueno, también puede transmitir el mensaje de que la empresa no está explotando todo su potencial para crecer. Ya que podría recurrir a un mayor endeudamiento para poder comprar nuevos activos o seguir creciendo. Así, lo ideal es que se encuentre en esa horquilla del 0,3 y 0,6.
Por último, también se debe tener en cuenta el sector de la compañía y sus competidores. Así, las empresas tecnológicas, especialmente las más nuevas, cuando están desarrollándose y creciendo probablemente tengan una gran dependencia del capital externo. Ya que son compañías que “queman” mucho efectivo porque deben invertir mucho en investigación y en desarrollo. Esto no implica que sean malas compañías, sino que tienen más riesgo porque acaban de empezar y están consumiendo más capital. Por el contrario, una compañía consolidada en el mercado como Coca-Cola, por ejemplo, debería de tener un ratio de autonomía financiera alto y una dependencia pequeña, ya que tiene un negocio sólido y no debe invertir mucho para seguir creciendo.