Cualquier valoración que se haga de una empresa está sesgada. La cuestión es cuánto y en qué dirección, algo que suele ser proporcional a los intereses de quien lleva a cabo la valoración, por lo que posiblemente lo primero a tener en cuenta es que no existen estimaciones precisas del valor ni tampoco existen métodos capaces de proporcionar esta estimación, ni hay por qué entender que cuanto mas sofisticado y complejo el modelo, mejor será la valoración.
Por otra parte, de modo general valorar empresas es un ejercicio de mirar hacia el futuro y por ello las valoraciones nunca serán muy precisas. La precisión será tanto más difícil cuanto más inestable sea la empresa, el sector en el que opera o el objeto de valoración.
Base para todos los enfoques de valoración o para interpretar o hacer lectura de una valoración es que en mercados eficientes (competitivos y con agentes perfectamente informados y racionales) el precio representa la mejor estimación del valor, y que el uso de modelos de valoración en decisiones de inversión se basan en la percepción de que el mercado es ineficiente y comete errores al fijar los precios. Por ello el tratamiento de la información puede hacerse desde muy diversas formas y con distintas metodologías e hipótesis, resultando además que cada sector cotizado y tipo de empresas requieren por sus características o modelo de negocio aproximaciones distintas. Aunque no es este el momento de entrar en detalle, si resulta interesante saber que hay varios métodos para valorar una empresa, principalmente clasificados en función de los datos de origen o "inputs" que se utilizan para hacer la valoración (balance, cuenta de resultados, fondo de comercio, descuento de flujos...).
Y sin embargo, a pesar de partir de datos numéricos, valorar es emitir una opinión, un juicio, que siempre es subjetivo. Como toda opinión, puede o no estar suficientemente fundamentada. Los fundamentos de esa opinión no son exclusivamente técnicos, ya que valorar no es una tarea exclusivamente técnica, aunque tiene elementos técnicos que pueden invalidarla. Una valoración correcta es aquélla que está bien realizada técnicamente, que se fundamenta en supuestos razonables y que tiene en cuenta la perspectiva subjetiva bajo la que se lleva a cabo la valoración (valor para qué, valor para quién, valor en qué circunstancias).
Quizás lo más importante de esta introducción es que las valoraciones son sólo valoraciones, ni más ni tampoco menos. De esta afirmación se derivan, entre otras, las siguientes consecuencias:
- Para valorar correctamente una realidad económica es preciso conocer esa realidad, de la misma forma que para emitir un juicio fundamentado sobre algo hay que saber de lo que se está hablando.
- En consecuencia, para valorar un negocio hay que saber del negocio, y una valoración es tanto más útil cuanto más se conozca de lo que se pretende valorar.
- Para valorar correctamente hay que entender el modelo de valoración que se está aplicando, es decir, sus limitaciones conceptuales, los problemas en su aplicación, la razonabilidad de los supuestos en que se basa.
- Un modelo de valoración es tanto mejor cuanto más ayude a entender la realidad de lo que se pretende valorar, cuanto más obligue a pensar en esa realidad para confirmar lo que se sabe, aprender lo que no se sabe ó rectificar lo que sabe incorrectamente.
- Un proceso de valoración no debe confundirse con un ejercicio puramente académico en el que se trate de demostrar las habilidades analíticas ó cuantitativas de la persona o personas que llevan a cabo la valoración. Toda valoración tiene un objetivo, un punto de vista, debe contar con una realidad existente y realizarse para obtener conclusiones operativas.