El bitcóin se benefició de un entorno favorable, y se utilizó cada vez más como cobertura frente al descenso de los rendimientos reales y los ingentes programas de expansión cuantitativa de los bancos centrales, pues se temía que esto acabara depreciando las divisas mundiales e impulsara la inflación. También representa una alternativa ante los decrecientes rendimientos por dividendo de la renta variable. Como cabía esperar, la correlación entre el bitcóin y el oro y la inflación(y, en cierta medida, la renta variable) resulta ahora bastante estable.
Los fondos de inversión libre (hedge funds) se han convertido en importantes actores en el segmento de los bitcoins, a través de vehículos de inversión especializados o la incorporación de bitcoines en sus asignaciones. Aunque todavía se halla en sus albores, el mercado sigue adquiriendo profundidad, por lo que respecta a tipos de inversores y gama de productos. En los primeros días, los gestores se centraron principalmente en posiciones largas directas en criptoactivos, como Bitcoin, Ethereum o Ripple.
Desde entonces, el abanico más amplio de productos ligados a activos digitales permite a los gestores aplicar estrategias más flexibles y sofisticadas. Los gestores pueden utilizar ahora permutas, opciones y futuros indexados a criptomonedas; también pueden centrarse en los ingresos generados por la tecnología subyacente. Además, pueden invertir en valores emitidos por compañías dedicadas a los criptoactivos y su infraestructura, aunque la mayoría de ellas solo siguen siendo accesibles a través de estrategias de capital riesgo y capital inversión. Los estilos de los hedge funds abarcan enfoques discrecionales y cuantitativos.
A medida que el mercado adquiere profundidad, atrae a nuevos inversores experimentados y cuenta con un mejor flujo de información, el alfa potencial se moderará probablemente en los próximos meses y años. Con todo, el mercado sigue siendo sumamente ineficiente y la significativa dispersión de los precios de los activos digitales ofrece margen para el arbitraje.
Varios riesgos clave garantizan una elevada y persistente volatilidad. Una regulación más estricta sigue representando un riesgo estructural: una regulación temprana centrada principalmente en la prevención del fraude y la falsificación; se tendrá en cuenta gradualmente una gama más amplia de infracciones y riesgos. El riesgo de especulación es otro riesgo evidente, amplificado por el apalancamiento y la operativa sistemática. Además, la ausencia de una autoridad central que intervenga en tiempos de crisis deja a los inversores desprotegidos.
Los riesgos también proceden de la complejidad de las criptotecnologías y la creciente oferta de activos digitales, aunque este mercado valorado en casi 1 billón de dólares sigue estando dominado por dos proveedores.
La reciente trayectoria alcista se vio interrumpida por una caída del 20%. Los indicadores de valoración siguen emitiendo una señal roja intermitente (en concreto, nuestros modelos macroeconómicos y de valor relativo). Asimismo, una normalización de las fuerzas de momentum podría apuntalar las presiones vendedoras. Ahora bien, los parámetros de liquidez no se han deteriorado de forma desproporcionada hasta la fecha.
Desde Lyxor esperan que el último «jarro de agua fría» modere el entusiasmo de los inversores institucionales a corto plazo, lo que concederá tiempo para preparar un tercer repunte más adelante, que se verá respaldado por herramientas mejor adaptadas para dichos inversores (incluidas iniciativas de los bancos centrales y los bancos comerciales para ofrecer una exposición más robusta a los activos digitales).