La necesidad de rentas de los inversores no va a desaparecer, pero podría resultar más complicado encontrar fuentes de rentas estables y predecibles durante los próximos doce meses. Las empresas de diferentes sectores están recortando los dividendos para poder sobrevivir, mientras que la deuda pública ya no diversifica como antes en un contexto de rendimientos en mínimos y balances cada vez más grandes en los bancos centrales.
En este entorno, los inversores podrían tener que considerar la dinámica entre las rentas más bajas y fiables y los flujos más elevados y variables y si su tolerancia al riesgo les permite invertir en activos más ilíquidos.
Los mercados de renta variable y renta fija podrían haber empezado a reponerse del pánico de marzo, pero siguen enfrentándose a obstáculos.
En estos momentos, las bolsas están mirando más allá de las perturbaciones a corto plazo hacia una potencial recuperación en 2021 tras los estímulos monetarios y fiscales sin precedentes. Sin embargo, esperamos que sigan conociéndose datos macroeconómicos desastrosos durante las próximas semanas y meses, lo que llevará a los mercados a evaluar de nuevo la magnitud del daño económico.
Todo depende en gran medida del tiempo que se tarde en relajar los confinamientos, levantar las restricciones y restaurar la confianza. Para que las economías dejen atrás esta crisis, las empresas tienen que creer que pueden trabajar sin la amenaza de nuevas oleadas de contagios y nuevos confinamientos.
“Ser cauteloso es lo más sensato a la vista de los niveles hasta los que se han recuperado los mercados. También conviene mantener algo de liquidez en esta fase y asegurarse de que las carteras tienen cualidades defensivas”, afirma Andrew McCaffery, CIO global de inversiones.
Es probable que las valoraciones bursátiles también se vean presionadas a medida que aumente el número de empresas que reducen sus dividendos y suspenden las recompras de acciones. Aunque podría ser un fenómeno temporal, las rentas que se obtienen con las acciones podrían tardar varios años en recuperar los niveles previos a la crisis, sobre todo en los casos en los que las empresas han recibido ayudas públicas con condiciones y los niveles de deuda han aumentado exponencialmente.
En varias áreas de los mercados de renta fija también podrían reducirse las rentas. A medida que los países se endeuden con fuerza para mitigar el impacto de la crisis, los déficits públicos se hinchen y la política monetaria expansiva se mantenga, los rendimientos de la deuda pública probablemente desciendan aún más y conlleven más riesgo que en el pasado. Eso crea un enigma en las rentas que tal vez habría que abordar de otra forma.
La deuda pública ya no diversifica como antes
Los inversores que buscan la revalorización del capital también tendrán que pensar cómo utilizan la deuda pública. Dependiendo del tamaño de su balance y su nota crediticia, ahora los estados podrían ofrecer menos protección a los inversores que deseen reducir el riesgo total de una cartera.
Lo anterior suscita dudas sobre la eficacia de una cartera mixta de acciones y bonos aparentemente diversificada durante un periodo en el que las correlaciones entre las clases de activos podrían no estar funcionando “normalmente” debido al choque exógeno que ha representado el coronavirus. Por ejemplo, si a medio-largo plazo la inflación vuelve a hacer acto de presencia, los activos defensivos y de crecimiento podrían no mostrar la misma correlación que en el pasado.
“Para las necesidades de renta y revalorización del capital, encontrar un diversificador no es tarea fácil”, comenta McCaffery. “Ahora resulta más difícil contar con el efecto compensador que nos ofrecía la deuda pública, especialmente después de que el Tesoro de EE.UU. haya anunciado un paquete de ayudas de 3 billones de dólares y si el control de la curva de tipos se desplaza hacia EE.UU. y Europa occidental”.
En tales circunstancias, los inversores a más largo plazo que puedan lidiar con la falta de liquidez podrían considerar alternativas estratégicas que ofrezcan diversificación y revalorización del capital, cuando tengan acceso a ellas. A corto plazo, las áreas como los inmuebles y las infraestructuras afrontan problemas en relación con las rentas, la viabilidad de los inquilinos y el riesgo de contraparte. Sin embargo, a más largo plazo los activos reales de alta calidad deberían aportar tanto rentas como elementos de diversificación frente a los mercados cotizados.
Para los inversores que buscan mantener la liquidez, subir por las estructuras de capital hacia la deuda corporativa de alta calidad crediticia sigue siendo una buena opción. También podría haber oportunidades concretas en algunas áreas de los bonos high yield a medida que vayan evolucionando el tamaño y la naturaleza de los estímulos de los bancos centrales en apoyo a este mercado.
Surgen oportunidades tácticas, pero se impone el rigor
Aunque la asignación estratégica de activos depende de los objetivos del inversor, de su horizonte temporal, de su tolerancia al riesgo y de sus clases de activos preferentes, en estas fases de volatilidad resulta esencial llevar a cabo un ajuste cuidadoso. Los inversores a largo plazo también podrían considerar posiciones tácticas a corto plazo con vistas a proteger el capital y generar algunas ganancias.
“El viaje es tan importante como el destino cuando se trata de la experiencia de inversión”, señala Henk-Jan Rikkerink, director global de Soluciones y Multiactivos. “Estos contextos de mercado pueden crear ventas indiscriminadas, lo que genera oportunidades. Sin embargo, para aprovecharlas se necesita un enfoque riguroso. No conviene reaccionar demasiado pronto y sufrir un doble varapalo, y hay que tener en cuenta que operar sigue siendo caro”.
A corto plazo, los mercados de materias primas podrían ofrecer algunas ventajas de diversificación. El oro ha recuperado su lustre como depósito de valor tras las turbulencias de marzo, mientras que los mercados de petróleo parecen haber dejado atrás sus mínimos. Los precios del petróleo siguen recogiendo una demanda escasa o nula, pero la oferta está desapareciendo rápidamente. Estos mercados terminarán estabilizándose, lo que podría crear oportunidades a corto-medio plazo.
Ganadores y perdedores de las alteraciones de las cadenas de suministro
También están surgiendo oportunidades en algunos sectores que podrían beneficiarse de la crisis del coronavirus. Bajo la tendencia general de desplazamiento hacia Internet subyace una aceleración de la digitalización dentro de las empresas que debería dar impulso a las empresas de software.
Aunque tal vez resulte chocante, podrían surgir oportunidades en automoción. Aunque la demanda se ha desplomado en fechas recientes, los negocios de semiconductores dentro del mercado de vehículos eléctricos deberían seguir creciendo con fuerza a largo plazo. Los concesionarios de coches con las mejores cadenas de valor están beneficiándose de las medidas de distanciamiento social que elevan el atractivo de los coches frente al transporte público. Por último, aquellas empresas que están contribuyendo de forma más visible a la sociedad y ocupándose mejor de sus empleados también deberían destacar.
Entre los perdedores habrá inevitablemente empresas con grandes necesidades de personal y menos margen para el distanciamiento social, así como las aerolíneas, el ocio y algunas áreas de la distribución. Aunque algunas empresas son ganadores y perdedores claros, existen áreas más grises donde se requiere un análisis en profundidad para entender la curva plurianual de la recuperación de cada negocio, sus características de liquidez y solvencia, sus perfiles de generación de rentas y la facilidad para reiniciar o modificar sus cadenas de suministro.
“Probablemente veamos cómo muchas cadenas de suministro pasan por alguna forma de desglobalización o posiblemente una reconfiguración en alguna de sus partes. Trataremos de identificar a los ganadores y perdedores de este fenómeno”, explica Rikkerink.
Es probable que el modelo de cadena de suministro Just in Time cambie considerablemente, ya que la eficiencia de unas existencias más bajas se sacrificará en aras de una mayor capacidad de reacción ante imprevistos. Las empresas con un elevado apalancamiento operativo que puedan acelerar la producción a medida que se vaya recuperando la actividad también tendrán una ventaja frente a las que experimenten retrasos.
Por último, desde una perspectiva regional, estamos observando una notable capacidad de resistencia en China. Algunas fábricas casi han recuperado los niveles normales de 2019, aunque los servicios siguen sufriendo. Fijándonos detenidamente en cómo está desarrollándose la recuperación en China y, de forma más general, en Asia, podemos empezar a entender qué podría ocurrir en Occidente y dónde podrían estar las oportunidades para conseguir rentabilidades y, a su debido tiempo, niveles mejorados de rentas.