Lo que no había conseguido lo peor de la pandemia, en casa con miles de muertos contabilizados cada mes y con la incertidumbre económica que nos llevó a perder más de un 10,8% del PIB, la mayor caída de riqueza desde la guerra civil, lo ha conseguido el conflicto desatado por Rusia en Ucrania. Se trata del efecto instantáneo casi que tiene la inflación en nuestras vidas.
Tasas que ya habían pasado de cero a 100 en 2021 y que se han agravado por la guerra de Rusia contra Ucrania al elevar exponencialmente el precio de las materias primas. Una situación de crisis sobre crisis sobrevenida y casi en tiempo real trasladada, por el efecto de los costes, a nuestros bolsillos.
Esa inmediatez es lo que ha hecho sacar a la calle a los transportistas, la parada de la flota que no podría faenar con los precios del carburante y la indignación general vista cada día en el precio de la compra en cada supermercado de España.
Subidas, que ya colocan en febrero, a punto de conocerse esta misma semana el dato de marzo, en el 7,6%, con subidas de nada menos que un punto porcentual y lo que es peor. Si quitamos de la ecuación lo más volátil y que más sube, hablamos de los alimentos frescos y de la energía, lo que se conoce como tasa subyacente, los precios se nos quedan en un elevado y preocupante 3%.
Pero además la subida va por barrios, o, mejor dicho, por comunidades autónomas, porque por encima de esa media vemos que la inflación sube a tasa del 8,5% en Aragón y Castilla y León, el 8,1% en Extremadura o del 7,8% en Andalucía. Aunque lo peor lo acumula Castilla-La Mancha, donde los precios en febrero al subido al 9%, casi dos puntos desde enero. Y ahora ¿hasta dónde puede llegar esto?
Nada tranquilizador es el panorama que nos pinta la vicepresidenta económica Nadia Calviño. El gobierno lo fía todo a las medidas que hoy presenta para impactar a la baja los precios, por lo que espera que el cierre del año sea inferior a los niveles actuales, mientras descarta un crecimiento de los precios del 10%. En realidad, superior, dice, a esas cifras.
Desde Funcas, tras los datos de febrero que se han elevado frente a sus previsiones, el escenario que manejan, con un petróleo a 120 dólares en el contexto de la guerra en Ucrania y con descenso del precio de la electricidad en el mercado mayorista, en marzo se alcanzaría un máximo del 8,6% para ir bajando progresivamente hasta el 4,1% ya en diciembre. De esa forma, la media anual alcanzaría un 6,8% frente a las previsiones anteriores del 4,6% en el caso de la tasa subyacente, la media anual repuntaría al 3,1%
Todo ello en un más que parecido, aunque algo más tamizado que en España contexto europeo. En estos momentos la tasa real de inflación general en la eurozona alcanza de media un 5,9%, también tensionada en los datos de febrero por el precio de la energía que suponen 3,2 puntos porcentuales del incremento total, como vemos en las estadísticas del BCE, porque subieron un 32% en el segundo mes del ejercicio.
De hecho, el Banco Central Europeo en sus estimaciones de este mes de marzo pone sobre la mesa sus proyecciones de inflación que colocan la media anual en el 5,1% para todo el presente ejercicio y del 2,6% en el caso de la subyacente, con previsión también de caídas en los próximos meses.
Eso sí debemos tener en cuenta que este efecto negativo se producirá en un contexto de menor crecimiento económico también por efecto de la guerra, que la OCDE ahora mismo cuantifica en una caída en la eurozona del 1,4% en nuestro PIB. Es decir, pagaremos todo más caro, mucho más, a pesar del efecto de las medidas del gobierno y lo haremos con menores ingresos, un doble efecto especialmente pernicioso en las economías familiares a las que más les cuesta o que, directamente, no llegan a fin de mes.