Tras caer casi hasta cero durante los peores momentos de la pandemia de COVID-19, la tasa de inflación estadounidense está aumentando. Para poder hacer frente al actual entorno de mercado, según Principal Global Investors, los inversores deben entender con qué rapidez va a generar inflación la recuperación de la economía estadounidense, durante cuánto tiempo se mantendrá dicha inflación y que consecuencias tendrá para la inversión.
Tras casi diez años en los que la inflación no ha constituido motivo de preocupación, ahora parecen estar alineándose varios factores que la impulsan al alza. En febrero de 2021, el índice estadounidense de precios al consumo (IPC) había aumentado al 1,7% interanual, y en marzo lo había hecho al 2,6%, su nivel más alto en más de dos años. A los inversores les preocupa, y no sin razón, que el IPC pueda registrar un repunte aún mayor de aquí a final de año.
Si se tratara de un repunte duradero, podría llevar a las autoridades a retirar las medidas de estímulo antes de que se produjera la recuperación económica completa, lo que a su vez tendría consecuencias en los tipos de interés, los precios de los activos y la construcción de las carteras de inversión.
En este artículo, hablaremos de cómo la inflación ha pasado de estar en segundo plano a convertirse en una de las principales preocupaciones de los inversores, así como de lo que estos pueden hacer para anticiparse al repunte.
El retorno de la inflación: factores que hemos de tener en cuenta
A principios de 2021, la inflación sustituyó rápidamente al COVID-19 como la principal preocupación de los inversores. El gran cambio comenzó el año pasado, cuando las tasas de inflación implícita de Estados Unidos, que constituyen una medida de las expectativas futuras de inflación, cayeron de forma notable en respuesta al episodio desinflacionista provocado por el COVID, antes de registrar una recuperación progresiva.
Las tasas de inflación implícita se sitúan ahora en su nivel más alto desde finales de 2018. (Las expectativas de inflación basadas en el mercado se determinan en función de las tasas de inflación implícita de los TIPS, o títulos del Tesoro estadounidense protegidos contra la inflación, que miden la diferencia entre el rendimiento nominal de los títulos del Tesoro y el rendimiento de los TIPS comparables)
En los últimos meses, la curva de las tasas de inflación implícita se ha invertido, lo que indica que los mercados prevén en los próximos meses un repunte inmediato, aunque transitorio, de la inflación.
En resumen
Tras caer casi hasta cero durante la pandemia, la inflación se ha convertido en la principal preocupación de los inversores.
El gran retorno: la preocupación en torno a la inflación reaparece cuando aumentan las tasas de inflación implícita. Un repunte de la inflación tendría efectos en los tipos de interés, los precios de los activos y las carteras de inversión.
Factores atenuantes: las condiciones relativas al COVID- 19 favorecen el aumento de la inflación. Pero las inusuales condiciones de base no son los únicos factores que influyen en un repunte de la inflación. Otras condiciones de mercado indican que ciertos efectos inflacionistas, como las presiones sostenidas sobre los precios, podrían prolongarse en el tiempo, al menos a corto plazo.
Consecuencias para la inversión: la inflación lleva muchos años en niveles reducidos, por lo que muchos inversores no están preparados para los efectos que podría tener en sus carteras. Con el fin de anticiparse al repunte, los inversores podrían optar por aumentar su exposición a aquellos activos que tienen posibilidades de registrar buenos resultados.
Subida de los precios
El carácter transitorio del aumento previsto de la inflación se debe, en parte, a la inusual naturaleza del año 2020. Las comparaciones interanuales aumentarán de forma casi inevitable a causa de la fuerte caída registrada el año pasado. De igual modo, la inflación podría disminuir cuando la caída del año pasado provocada por la pandemia desaparezca de la comparación anual.
Aunque es cierto que existen «efectos de base», hay otros efectos, como la naturaleza inusual de la pandemia, que trajo consigo unas medidas de estímulo fiscal de gran magnitud tras la crisis de demanda inicial, los cierres de las economías y la recuperación impulsada por las vacunas, que han provocado un cambio en la dinámica de la inflación, especialmente en ciertos segmentos.
Aumento de los precios de las exportaciones ante las restricciones de abastecimiento. Los precios de las importaciones son un buen ejemplo. El año pasado, los cierres relacionados con la pandemia provocaron problemas de abastecimiento en las cadenas de suministro mundiales. Cuando la demanda se aceleró debido a las transferencias fiscales y a la mejora de las condiciones del COVID en muchas economías, los problemas de abastecimiento continuaron, y los precios subieron. Si la oferta no consigue aumentar al mismo ritmo que la demanda, es probable que las subidas de precios provocadas por las restricciones se mantengan en los próximos trimestres. Más preocupante resulta la posibilidad de que se produzcan presiones sostenidas sobre los precios.
Pensemos, por ejemplo, en un aumento de los precios de las materias primas, o en un repunte prolongado de los precios de la gasolina. Estas presiones afectan al día a día de los consumidores y podrían perjudicar también al crecimiento económico a largo plazo. Tras las extraordinarias medidas de política fiscal y monetaria que se pusieron en marcha tras la pandemia, ya se ha registrado un aumento del precio medio de la gasolina sin plomo, que ha pasado en un solo año de estar por debajo de 1,80 dólares a casi 2,90.