Este mecanismo se paralizó en Europa durante la pandemia. Los Estados han subvencionado los préstamos y, a primera vista, la calidad del crédito ha mejorado.

Este paréntesis acabará cuando la recuperación permita que se suspendan las ayudas. Como resultado, los impagos se dispararán. Cabe destacar que la creación de empresas también ha aumentado, lo que tiende a disipar los temores de una zombificación de larga duración.

Subvenciones a crédito: ¿creación sin destrucción?

Durante la crisis del coronavirus, los países europeos protegieron los ingresos de los hogares mediante planes de actividad reducida. Simétricamente, hubo que apoyar a las empresas durante las fases de confinamiento parcial o total de la economía. Los beneficios de las empresas no financieras cayeron un 18% de media en la zona euro en 2020, un shock de la misma magnitud registrada durante la crisis financiera de 2008.

La diferencia entre estos dos episodios radica en la situación del crédito. Los gobiernos trataron de protegerlo, lo que habría magnificado el choque negativo sobre la actividad y habría provocado dolorosos ajustes en los balances.

¿Cuál es la situación ahora?

Todos los países han anunciado grandes programas de subvención de préstamos. Además, se han puesto en marcha moratorias sobre los préstamos existentes, que cubrían 811.000 millones de euros en su punto álgido en el segundo trimestre de 2020, y que desde entonces se han reducido a 203.000 millones de euros al final del primer trimestre de 2021.

Según el BCE, las normas de concesión de préstamos se han endurecido un poco en el último año, aunque no han reducido las concesiones de crédito. El coeficiente de rentabilidad ha aumentado considerablemente en el primer trimestre de 2021, hasta alcanzar su nivel más alto en el período reciente, debido al aumento de los ingresos por comisiones y operaciones y a la reducción de los costes de riesgo (gráfico de la izquierda). La tasa de morosidad ha bajado del 2,7% justo antes de la pandemia al 2,5% actual.

Es difícil de creer que en este periodo la actividad haya caído a un ritmo hasta ahora inédito. A modo de recordatorio, a finales de 2014, cuando la eurozona acababa de salir de la crisis financiera, esta ratio era del 6,5% (gráfico de la derecha). El descenso de la ratio de pérdidas fue más fuerte en los bancos (países) que partían de un nivel más alto.

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En lugar de despedir a los empleados, las empresas reducen su jornada laboral y preservan su potencial de producción.

El objetivo es que, en la fase de recuperación, no tengan que sufrir retrasos y costes de la contratación. En su punto álgido, en abril de 2020, estas medidas afectaban a unos 27 millones de personas en las cuatro mayores economías de la eurozona (Alemania, Francia, Italia y España). Actualmente se encuentran en niveles cercanos a la cuarta o tercera parte de ese pico.

La recesión es un éxito que suscita temor a que se hayan evitado los ajustes y que se obstaculice la recuperación de la economía. La teoría de la zombificación no nació con la crisis del coronavirus, pero la crisis ofrece una explicación obvia.

La idea básica es que una mala asignación de capital reduce el crecimiento económico. Mantener vivas las empresas con problemas en lugar de dejarlas quebrar crea un exceso de capacidad de producción y, por el contrario, obstaculiza el desarrollo de sectores más productivos.

Este fenómeno se ve facilitado por los bajos tipos de interés. A nivel macroeconómico, las consecuencias son un endeudamiento adicional, la fragilidad del sistema bancario, una pérdida de innovación y fuerzas deflacionarias (o desinflacionistas).

Para salir de esta espiral, en general se recomienda, como atestiguan innumerables informes del BPI, subir los tipos de interés y asumir el coste de las quiebras resultantes, sobre todo saneando los balances bancarios.

La lógica parece perfecta, pero ¿se aplica realmente en la crisis de la covid-19?

Dado que los programas de garantía de préstamos y las demoras debían ponerse en marcha rápidamente, también debían ofrecer el acceso más amplio posible a las empresas y, a ser posible, incluso ofrecer mayor apoyo en los países más afectados (como fue el caso). En la fase aguda de la crisis, hacer mucho -y no poco- es la condición para asegurar la estabilización del ciclo económico.

Según la La Autoridad Bancaria Europea, el margen de interés neto de los bancos europeos, que era del 1,45% antes de la crisis, se estimó en un 1,24% en el primer trimestre de 2021. Este cambio puede plantear dudas legítimas sobre su rentabilidad futura y su apetito por seguir financiando a las empresas no financieras. Si el riesgo está mal remunerado, la tentación es mantener la cartera de préstamos existentes, en línea con la teoría de la zombificación.

No obstante, un análisis más detallado de los datos matiza esta conclusión. Si tenemos en cuenta las garantías y las moratorias, los préstamos apoyados directamente por los gobiernos ascendieron a unos 600.000 millones de euros en el primer trimestre de 2021, lo que representa alrededor del 10% de las deudas y préstamos de las empresas no financieras.

Además, la mayoría de los préstamos no se utilizaron para absorber pérdidas empresariales, sino para aumentar el flujo de caja por precaución. Desde finales de 2019 hasta marzo de 2021, los préstamos contraídos por las empresas aumentaron en 340.000 millones de euros y su deuda se incrementó en los mercados en 174.000 millones de euros.

En el mismo periodo, sus depósitos bancarios aumentaron en 541.000 millones de euros. En conjunto, su riqueza financiera neta aumentó en 27.000 millones de euros. Con la excepción de algunos sectores específicos, las cuentas financieras de las empresas no se han deteriorado tanto como se temía. En comparación, es interesante observar su demografía durante la crisis.

La caída del número de quiebras es, por supuesto, artificial y se debe menos a la salud del sector empresarial que a la suspensión de los procedimientos de liquidación.

Como tal, es inevitable un fuerte repunte, aunque sólo sea para volver a los niveles normales. Más esclarecedora es la tendencia de la creación de empresas, que ya ha superado su nivel anterior a la pandemia.

Esto confirma la fuerte mejora del clima empresarial observada desde el punto más bajo del ciclo en la primavera de 2021, y difícilmente apunta a una zombificación (gráfico a la derecha).

En definitiva, a estas alturas de la recuperación, uno se inclina a pensar que los efectos positivos de los programas de apoyo al crédito (estabilización, apoyo a la recuperación) superan con creces sus efectos secundarios negativos (endeudamiento, fosilización del sistema productivo).